La crisis política y económica que vive Zimbabwe desde hace cinco años cuestiona el rol que está jugando la sociedad civil africana para ayudar al país a afrontar sus problemas.
Tapera Kapuya, un ex líder estudiantil de Zimbabwe que ahora vive en Sudáfrica, cree que las organizaciones civiles en toda África austral están asumiendo los desafíos que enfrenta Zimbabwe.
Hoy existe un conocimiento cada vez mayor respecto de dos o tres años atrás, dijo a IPS Kapuya, quien estudia derecho en la Universidad de KwaZulu-Natal en la ciudad portuaria de Durban, y es secretario para África de la Unión Internacional de Estudiantes. En 2001 fue expulsado de la Universidad de Zimbabwe, detenido y torturado.
Cada vez hay más conciencia de que no es (el primer ministro británico Tony) Blair quien arrasó las casas de la gente. No es (el presidente estadounidense George W.) Bush quien torturó en Zimbabwe, agregó Kapuya.
El presidente de Zimbabwe, Robert Mugabe (en el poder desde 1980) ha acusado a gobernantes occidentales, en especial a Blair y Bush, de intentar debilitar a su país.
Otro activista de Zimbabwe, Simon Spooner, afirma que la campaña de demolición de asentamientos precarios llevada a cabo en zonas urbanas del país puede haber servido como punto de inflexión a las organizaciones no gubernamentales (ONG).
La Operación Murambatsvina (sacar la mugre en la lengua shona que habla la mayoría en Zimbabwe) destruyó hogares de 700.000 personas desde mayo. Las autoridades dicen que la iniciativa tuvo por objetivo reducir el crimen y liberar zonas urbanas de edificaciones construidas ilegalmente.
La enviada especial de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para Asuntos de Asentamientos Humanos en Zimbabwe, Anna Tibaijuka, emitió un informe muy crítico de la Operación Murambatsvina.
La demolición alertó a organizaciones civiles y a la comunidad internacional, dijo Spooner a IPS. Sin embargo, el activista cree que las ONG deberían haber adoptado hace tiempo un enfoque más firme ante Zimbabwe.
Si hubieran actuado antes, habrían evitado mucho sufrimiento, destacó Spooner, quien dice haber sido detenido varias veces por funcionarios de su país. Este grado de sufrimiento ha obligado a la sociedad civil a darse cuenta del alcance de la tragedia en Zimbabwe.
El 23 de junio, una coalición de más de 200 ONG africanas e internacionales efectuó una petición conjunta sin precedentes a la ONU y a la Unión Africana para que intervinieran en ayuda de los habitantes de Zimbabwe cuyas viviendas fueron demolidas.
Ahora las iglesias están subiéndose al carro y la presión está ganando fuerza. No creo que puedan ignorar el problema de Zimbabwe, que ahora están comprometidas a afrontar, agregó Spooner.
Dos semanas atrás, el Consejo Sudafricano de Iglesias envió ayuda humanitaria a Zimbabwe para socorrer a las víctimas de la campaña urbana. El envío incluía 4.500 mantas y 37 toneladas de maíz, habas y aceite.
El Consejo intenta ahora enviar otros tres camiones cargados con alimentos y otros productos básicos. Sin embargo, no se ha permitido que la ayuda ingrese a Zimbabwe, aparentemente porque los funcionarios de ese país quieren pruebas de que los alimentos contienen organismos genéticamente modificados.
Sin embargo, el Departamento de Agricultura de Sudáfrica confirmó el martes nueve de este mes que esos alimentos estaban libres de cualquier producto transgénico.
Desde 2000, Zimbabwe ha vivido controvertidas confiscaciones de haciendas y predios rurales de la minoría blanca, en el marco de una reforma agraria cuyo objetivo declarado era dar tierras a la mayoría negra desposeída.
En el mismo período se celebraron tres elecciones en las que el oficialismo salió triunfador, signadas por denuncias de irregularidades, fraude y abusos, la mayoría de los cuales fueron dirigidos contra la oposición.
Las ocupaciones de tierras fueron inicialmente retratadas como un intento de los veteranos de la guerra de liberación contra el imperio británico de rectificar las desigualdades raciales con relación a la propiedad de la tierra, legado del período colonial.
Sin embargo, opositores al gobierno opinan que las confiscaciones fueron orquestadas desde el poder para ganar votos ante las elecciones parlamentarias de 2000.
Se estima que 4,5 millones de zimbabwenses han abandonado el país en busca de una nueva vida.
Según Daniel Molokela, un abogado zimbabwense que trabaja para el Proyecto Paz y Democracia, una ONG con sede en Johannesburgo, sólo Sudáfrica alberga a más de dos millones de inmigrantes de su país. Molokela se dedica a organizar a los miembros de la diáspora para que impulsen un cambio en su tierra natal.
Junto con la sequía, las ocupaciones de tierras agrícolas contribuyeron a profundizar la escasez de cultivos en Zimbabwe.
El Programa Mundial de Alimentos de la ONU cree que 4,2 millones de zimbabwenses necesitarán ayuda alimentaria durante los próximos meses.
Los hechos de los últimos cinco años también han generado una severa crisis económica en el país. La inflación es de 140 por ciento, y las reservas de divisas están bajas, lo que lleva a agudizar la escasez de combustibles y otras materias primas importadas.
El desempleo es de 75 por ciento de la población económicamente activa, y más de 70 por ciento de los 12,7 millones de habitantes viven en la pobreza, según el Fondo Monetario Internacional.
En lo relativo a las relaciones entre África y los donantes, las organizaciones civiles africanas son muy críticas. Pero cuando aparecen en escena asuntos domésticos con implicancias internacionales, como el de Zimbabwe, no oímos comentarios similares, señaló Sam Dube, de Zimbabwe Action, un grupo de presión con sede en Sudáfrica.
Este es un doble rasero. Esperamos que las ONG en Sudáfrica confiesen y denuncien los abusos de derechos humanos si ocurren en Zimbabwe, República Democrática del Congo o cualquier otro lugar del continente, agregó.
Spooner reclama a las ONG que cierren filas en apoyo de los zimbabwenses.
En Zimbabwe la lucha es entre el pueblo y su gobierno. Esto se hace difícil para la gente que no tiene recursos, acceso a los medios ni transporte para impulsar el cambio, dijo. No podemos imprimir noticias porque no tenemos posibilidades. Por esto necesitamos apoyo de nuestros hermanos y hermanas africanos, concluyó. (