Con la economía en franco retroceso a la centralización estatal tras la tímida apertura de los años 90, el presidente de Cuba, Fidel Castro, celebrará este sábado su 79 cumpleaños sin muestras de bajar la guardia en su histórica y hoy recrudecida disputa con Estados Unidos.
Castro desplegó en el primer semestre de este año una fuerte ofensiva mediática para acusar a Estados Unidos de ser refugio de terroristas por la presencia en ese país de Luis Posada Carriles, imputado de querer asesinarlo, así como para anunciar medidas económicas y financieras de gran impacto social, en las cuales ratificó que no vislumbra alternativa al socialismo para Cuba.
En ese contexto, el gobierno inició hace un par de años un programa de retorno al Estado protagonista de la actividad económica, interpretado por analistas como un retroceso y cierre de la apertura que, aunque de marcada mesura, ayudó a paliar la crisis desatada tras la desaparición hace 15 años del campo socialista europeo y de la Unión Soviética.
El Estado vuelve convertido en Ave Fénix, con alas de largos vuelos, señaló el presidente cubano a principios de año ante economistas y académicos de unos 40 países que lo escucharon hablar por casi seis horas en la clausura de un congreso sobre globalización y desarrollo realizado en La Habana.
Varias de las casi 30 comparecencias públicas transmitidas por la radio y la televisión estatales estuvieron centradas también en denunciar la presencia en Estados Unidos del cubano Posada Carriles, para quien Castro no admite otro calificativo que el de terrorista.
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También aprovechó el caso para acusar al gobierno estadounidense de George W. Bush, que ha recrudecido sus hostilidades hacia La Habana, de llevar a cabo una política de doble discurso en su lucha antiterrorista, pues da cobijo a conocidos terroristas como Posada Carriles y el también cubano Orlando Bosh.
Posada Carriles, prófugo de la justicia venezolana por la voladura en 1976 de un avión de la empresa Cubana de Aviación cargado de pasajeros, fue acusado por el propio Castro de preparar un atentado en su contra en 2000 en Panamá, aprovechando su asistencia a la X Cumbre Iberoamericana que se desarrolló en ese país.
El militante anticastrista fue arrestado y condenado a prisión, aunque por cargos menores al de magnicidio, junto a otros tres complotados, Gaspar Jiménez, Guillermo Novo y Pedro Remón.
Pero en 2004 la entonces presidenta panameña, Mireya Moscoso, les otorgó el perdón y dejó a los cuatro en libertad. Ahora todos residen en Estados Unidos, aunque aún está pendiente la situación legal en ese país de Posada Carriles luego de que fuera arrestado y Venezuela pidiera su extradición.
Según fuentes oficiales cubanas, suman unos 600 los intentos de asesinato de Castro fraguados por la Agencia Central de Inteligencia (CIA, estadounidense) y grupos radicales del exilio cubano, en especial residentes en Miami, a los que La Habana responsabiliza también de numerosos ataques contra objetivos civiles de este país.
Con ese argumento, el gobierno de Castro justifica las acciones de inteligencia en Estados Unidos, como las realizadas por los cinco cubanos condenados en ese país en primera instancia en 2001 a penas de 15 años de cárcel hasta cadena perpetua, pero cuyo juicio fue anulado el pasado martes por un tribunal de apelaciones.
Ramón Labañino, Gerardo Hernández, Antonio Guerrero, Fernando González y René González habían sido detenidos el 12 de septiembre de 1998 y acusados de conspirar para cometer espionaje contra intereses estadounidenses de defensa.
Los cubanos alegaron que su presencia en Estados Unidos tenía el objetivo de infiltrarse en grupos criminales anticastristas y evitar así que cometieran actos terroristas contra su país.
Aunque hasta este viernes no se había pronunciado personalmente sobre el tema, se da por descontado que la decisión de los jueces Stanley Birch, Phyllis Kravitch y James Oakes resultó todo un regalo de cumpleaños para Castro, aplicado a fondo en una fuerte campaña de opinión a favor de los presos.
El presidente Fidel Castro comenzará a descontar este sábado los 365 días que lo separan de su 80 aniversario contrariando el implacable paso del tiempo y numerosos planes de atentado contra su vida.
Nacido el 13 de agosto de 1926, el gobernante se ha burlado en más de una ocasión de la ineficacia de sus enemigos, cuyas malas intenciones pudieron ser frustradas por los servicios cubanos de seguridad, por simples casualidades o temores de última hora del responsable de llevar a cabo el magnicidio.
Tampoco parece dispuesto a dejarse vencer por el peso de los años, ni inclinado a retirarse a sus cuarteles de invierno. Por el contrario, desde hace varios meses despliega una cargada agenda de trabajo orientada fundamentalmente hacia los más graves problemas nacionales.
Fidel no es como todos nosotros. Piensa que tiene todo el tiempo del mundo por delante. Simplemente, la muerte no está incluida en sus planes, dijo hace unos años su gran amigo, el escritor colombiano Gabriel García Márquez, en entrevista a medios de su país y estadounidenses.
Desde la caída sufrida en octubre de 2004 y el desvanecimiento que le impidió terminar uno de sus discursos en junio de 2001, el estado de salud de Castro es seguido con más atención que nunca tanto por amigos como por sus adversarios políticos, que no son pocos.
Estoy entero, dijo la noche del accidente que le costó la fractura de una rodilla y fisuras en el brazo izquierdo. Estoy bien, no se preocupen, fueron sus primeras palabras, luego de recuperarse del desmayo que causó conmoción nacional e internacionalmente.
Pocas semanas después de ese desvanecimiento encabezó una marcha frente a la Oficina de Intereses de Estados Unidos, con motivo del 48 aniversario del asalto al cuartel Moncada, su primera acción armada, y el 13 de agosto estaba en Venezuela celebrando su 75 cumpleaños con su aliado más estrecho, Hugo Chávez.
El 26 de julio de 1953 el hoy hombre fuerte cubano intentó infructuosamente asaltar el Cuartel Moncada en la oriental ciudad de Santiago de Cuba. El revés militar le costó una condena de 15 años de prisión, aunque gracias a una amnistía sólo cumplió 22 meses y marchó al exilio en México.
Regresó a Cuba en diciembre de 1956 al mando de 81 expedicionarios embarcados en el yate Granma y unos dos años después, el primero de enero de 1959, Castro y sus fuerzas rebeldes tomar el poder. El 17 de abril de 1961 proclamó el carácter socialista de la revolución cubana.