Inseguridad, precariedad y debilitamiento del movimiento sindical son las características actuales del trabajo en Chile, según la socióloga Francesca Camelio, responsable de una investigación auspiciada por organismos sociales de la Iglesia Católica.
La flexibilidad laboral no ha ido acompañada de un mejoramiento general de los salarios para tener un efecto positivo, dijo la investigadora a IPS tras presentar el libro Nuevas condiciones de trabajo en Chile, realizado con la asistencia de la organización Caritas, el Departamento de Acción Social (DAS) del Episcopado de Santiago y la campaña Cuaresma de Fraternidad.
Las actuales características del empleo son muy duras e inhumanas, sostuvo el vicepresidente de la Conferencia Episcopal chilena y obispo de Valparaíso, monseñor Gonzalo Duarte, encargado de comentar la investigación.
La Iglesia, con asertividad, claridad y respeto, tiene una palabra que decir por ser fiel al evangelio de Jesucristo y a la misión que Dios le dio de dominar la tierra, trabajarla y que todos compartieran como hermanos los bienes que creados para todos, añadió.
Para entender la realidad del trabajo en este país y su institucionalidad, hay que remontarse a comienzos de los años 80, cuando la dictadura del general Augusto Pinochet (1973-1990) impuso el actual modelo, indicó a su vez Dante Gebauer, asesor jurídico de la Vicaría de Pastoral Obrera del Arzobispado de Concepción e integrante de la Comisión Nacional de Justicia y Paz.
La apertura externa que reemplazó el modelo de sustitución de importaciones y abrió la economía a la globalización de los mercados, tornándola más competitiva, dinámica, heterogénea y segmentada en su fuerza de trabajo, produjo un cambio estructural, detalló.
El mercado pasa a ser el centro de las relaciones sociales, donde las distintas dimensiones de la vida, social, cultural, política, jurídica quedan supeditadas a la economía, y con el debilitamiento del Estado, gran parte de las tareas de éste son traspasadas al sector privado, bajo un ideario neoliberal de la economía en que todo se supedita al mercado, agregó.
Gebauer explicó, además, que la participación del Estado en el producto interno bruto alcanza sólo a 18 por ciento del total nacional, por lo que sus esfuerzos se orientan a facilitar la inversión del sector privado, abandonando los objetivos del pleno empleo y supeditándolo al mantenimiento de una economía que favorece la movilidad laboral.
Bajo el discurso modernizador fue introducida arbitrariamente la flexibilidad laboral en diferentes formas: remuneraciones variables, cambios en las jornadas de trabajo y nuevos vínculos entre empleador y trabajador, comentó.
Se piensa que a mayor apertura externa, mayor competencia y beneficio para todos, sin considerar que también se generarán dificultades a las medianas y pequeñas empresas por los riesgos de fuerte competencia a las que serán sometidas con los tratados de libre comercio, agregó.
Además, el desarrollo y bajo costo de las comunicaciones promueve la desterritorialización del trabajo permitiendo formas altamente productivas de implementación de servicios donde no concurren las características propias de la estructura formal, como jornadas laborales, determinación de funciones, lugares de trabajo y un vínculo de dependencia clara, señaló.
A juicio de Gerbauer, en estas condiciones se incrementan los subcontratos, el empleo transitorio y la externalización de funciones.
Ante esto, exhortó, se debe resignificar el trabajo no sólo como una actividad humana de carácter instrumental que contribuye a satisfacer las necesidades humanas, sino humanizar el sentido del empleo por su individualidad, identidad y fuente de integración social, lo que la Organización Internacional del Trabajo (OIT) denomina trabajo decente.
Las relaciones laborales están marcadas por el vínculo individual trabajador-empleador con el consiguiente debilitamiento del movimiento sindical, ya sea por la falta de credibilidad o por el antisindicalismo promovido desde el empresariado, que visualiza la organización como una fuente de potenciales conflictos, concluyó el especialista.
Al comentar la investigación de Camelio, el ministro del Trabajo, Yerko Ljubetic, destacó que el gobierno del presidente Ricardo Lagos inició una reforma laboral para fortalecer el ejercicio de los derechos colectivos, asociados a organización, negociación colectiva y autonomía sindical.
En este contexto, se ampliaron las facultades fiscalizadoras de la Dirección del Trabajo y se impulsó la reforma de la justicia laboral, aumentando al doble el número de tribunales laborales y creando los tribunales de cobranza laboral y previsional, detalló Ljubetic.
En un escenario de éxito económico, productividad y rentabilidad, y considerando que Santiago es una de las ciudades del mundo en que las jornadas laborales son más extensas, Ljbetic destacó la rebaja de la jornada de trabajo en Chile, por primera vez en 75 años, de 48 a 45 horas a la semana.
El ministro subrayó además la preocupación del gobierno por la capacitación laboral a través del programa Chile Califica. Las estadísticas muestran que más de la mitad de nuestros trabajadores no han cumplido su ciclo básico y secundarios de estudios, y tenemos problemas de comprensión del lenguaje también a nivel ejecutivo y profesional, dijo.
Francesca Camelio dijo a IPS que una apuesta importante es el tema de la flexibilidad laboral en términos positivos, porque, si bien las jornadas parciales, de alguna manera, constituyen precariedad, por otro lado otorgan una oportunidad… para que un mayor número de hombres y mujeres se incorporen al mundo del trabajo y también se puedan dedicar a la familia.
El problema es que en Chile todavía los salarios son muy bajos, y ahí está el desafío de la institucionalidad laboral para superar la tensión trabajo-familia, advirtió la socióloga.
Ljubetic observó que el crecimiento económico es una condición indispensable, pero no suficiente para solucionar el problema del empleo en Chile.
Se requieren políticas públicas y privadas que priorizen el trabajo y la educación, elevar los niveles de conocimiento y capacitación de los trabajadores y acceder a sistemas que les permitan moverse dentro del mercado laboral sin que esto implique deterioro ni menoscabo de sus condiciones, explicó a IPS.
El ministro reconoció que la rebaja de la jornada laboral no ha sido totalmente exitosa. Hay sectores empresariales importantes que están dispuestos a acompañar, con su esfuerzo privado, las políticas públicas para dignificar el trabajo, pero otros donde esto no ocurre, no sólo en la rebaja de jornada, sino también en materia de acoso (sexual) y prácticas antisindicales.
Osvaldo Herbachs, vicepresidente de la Central Autónoma de Trabajadores (CAT), señaló a IPS que si bien en Chile las cifras de cesantía no son tan altas como en otros países de América Latina, lo que hay que estudiar es la precarización del trabajo y los salarios.
Más de 700.000 chilenos están ganando un ingreso mínimo de alrededor de 210 dólares, lo que se contradice con las utilidades de las grandes empresas y grupos económicos, dijo.
La tasa de desocupación en Chile asciende a ocho por ciento, en una población de 15,3 millones.
Herbachs aseguró que los empresarios no están dispuestos a elevar la calidad de vida de los trabajadores y mejorar el empleo, porque siguen en la lógica de ganancia y duplicación permanente de sus inversiones.
Aquí la empresa está hecha para ganar mucho dinero, sin importar las condiciones de trabajo, lo que traerá permanentes problemas en las relaciones laborales.
Mientras, la falta de unidad del movimiento sindical chileno, donde la CAT compite con la Central Unitaria de Trabajadores, opera en contra de sus reivindicaciones, afirmó.
Más allá de las organizaciones sindicales que haya, nuestra principal preocupación debe ser los trabajadores y sus condiciones laborales. Si el movimiento sindical no se une para enfrentar esa situación sería una pena muy grande, porque el país y sus trabajadores lo necesitan imperiosamente, concluyó el dirigente. (
