La enfermedad de Chagas, la principal endemia de Argentina, está cerca de ser curable en todas las etapas. Pero el entusiasmo de los científicos se frustra al observar que la cantidad de infectados volvió a crecer por fallas en el sistema de control sanitario.
Sin apoyo de la industria farmacéutica, investigadores del área que trabajan en América Latina ya demostraron que se puede curar el mal en niños y niñas de hasta 14 años y en adultos recién infectados.
También lograron avances respecto de enfermos crónicos mediante implantes en el corazón de células madre, que son auto renovables, capaz de regenerar uno o más tipos celulares diferenciados.
Empero, la crisis social, económica y política de 2001 en Argentina hizo colapsar los sistemas de vigilancia y prevención a cargo de los estados provinciales y el número de infectados ahora está en aumento. Los expertos aseguran que tampoco se hace detección de los niños nacidos de madres chagásicas que pueden estar infectados.
El mal de Chagas, del tipo parasitario, tiene dos etapas: una aguda, que es cuando la persona se contagia, y otra crónica, que es a partir del desarrollo de la enfermedad.
El vector que propaga el mal es un tipo de vinchuca, llamado también chinche gaucha en Argentina, donde este insecto invade viviendas precarias en zonas rurales de casi todo este país de 37 millones de habitantes, aunque de modo especial en las provincias del norte, oeste y centro con clima cálido o templado y seco.
Al picar, la vinchuca transmite el parásito Trypanosoma cruzi, que ingresa al torrente sanguíneo y desencadena un progresivo y silencioso deterioro de los tejidos del corazón.
En un caso científico pocas veces repetido, el médico brasileño Carlos Chagas (1879-1934) descubrió este parásito antes de que se conociera la propia enfermedad, que finalmente se le dio su nombre.
En el largo plazo, el paciente puede desarrollar una cardiopatía que en principio lo incapacita y luego lo llevará a la muerte. Dos de cada 10 casos de afección cardiaca por esta vía se registran en personas de entre 20 y 40 años.
En diálogo con IPS, el doctor Andrés Ruiz, director del Instituto Nacional de Parasitología Dr. Mario Fatala Chabén, reveló que a pesar de los avances recientes para la cura de la enfermedad, el colapso argentino que tuvo su punto culminante a fines de 2001 hizo retroceder buena parte del camino transcurrido en ese sentido.
Desafortunadamente la vigilancia de viviendas fracasó en muchas provincias y hoy estamos viendo un aumento de infectados vectoriales (por vinchuca), afirmó Ruiz.
Unos 2,3 millones de argentinos estaban infectados por el parásito en 1993, cuando se realizó la última medición a través del control de jóvenes que ingresaban al servicio militar obligatorio de entonces.
La mayoría se infecta por la picazón de vinchucas, pero también hay casos de contagio por gestación de madre chagásica o recibir transfusiones de sangre o transplantes sin el debido control.
Para el contagio vectorial existe un programa nacional de desinfectación de viviendas que debe ser estrictamente vigilado por autoridades sanitarias de cada provincia a fin de evitar que se vuelvan a infestar.
Pero estos programas, que deben estar sostenidos en el tiempo, se quedaron sin financiamiento y los insectos volvieron a hacer estragos en las viviendas precarias, llamadas comúnmente ranchos en este país.
Según el Ministerio de Salud, los casos de infectados por la vinchuca habían bajado a sólo seis en 2001, pero a partir de allí la cantidad creció hasta 11 en 2002, 18 en 2003, a 21 en 2004 y a 24 en lo que va de este año..
Nunca se eliminó del todo esta vía de contagio, pero al menos se había logrado bajar mucho respecto de los casi 300 casos anuales que se registraban sólo en una provincia en los años 60, remarcó Ruiz.
En niños y niñas nacidas de madre chagásica, el problema podría ser más grave, pero no hay datos ciertos porque no se hace seguimiento de los menores.
El instituto dirigido por Ruiz calcula que siete por ciento de los 600.000 partos anuales que se realizan en Argentina son de mujeres chagásicas, que contagian a sus hijos en cuatro por ciento de los casos promedio.
Esos números permiten inferir que hay unos 1.700 niños que nacen con el parásito. Para detectarlo, sería necesario controlar a los hijos de madre infectada durante un año. Si en ese lapso irrumpe el mal, se los trata con drogas durante 60 días hasta curarlos. No obstante, hay apenas 400 menores bajo tratamiento por año. Eso significa que tenemos 1.300 niños desatendidos que pueden estar infectados y que podrían desarrollar la enfermedad en la edad adulta, advirtió el experto.
Ruiz comentó que la enfermedad de Chagas es además una de las consideradas huérfanas en el mercado, porque la industria no tiene interés en desarrollar fármacos o vacunas para una población reducida y marginal. Empero, el mal es endémico en muchos otros países de América Latina, además de Argentina.
Si detectamos el número real de niños que deben ser tratados y mostramos la efectividad del tratamiento con drogas en infectados o enfermos crónicos, el mercado sería más atractivo para la industria, aún cuando el cliente sea el estado, razonó.
La orfandad del Chagas en el mercado contrasta con los avances de laboratorio para combatir la enfermedad en Argentina y en Brasil, otro de los países con zonas donde el mal es endémico. Hay desarrollos importantes con ratones que esperan apoyo financiero para pasar a la etapa de pruebas clínicas.
El Instituto Nacional de Parasitología Dr. Mario Fatala Chabén desarrolla nuevas drogas para el tratamiento del infectado. Investiga el genoma del parásito y estudia la efectividad del tratamiento en enfermos del corazón por el deterioro que le provoca.
Hasta hace seis años se decía que no valía la pena tratar ni a los recién infectados ni a los crónicos. Hoy sabemos que el mal se cura en menores de 14 años, en adultos recién infectados, y hay progresos en el tratamiento de pacientes crónicos, subrayó Ruiz. El mejor ejemplo de que vale la pena tratar incluso a los ya enfermos es el caso de los implantes con células madre, que se están realizando en Argentina y Brasil con pacientes con cardiopatías provocadas por el mal de Chagas.
El año pasado se realizaron en Argentina dos autoimplantes de células de la médula ósea en el corazón en pacientes con cardiopatías chagásicas y los resultados fueron muy alentadores. Los pacientes habían sido primero tratados con drogas. Otros 20 implantes de este tipo se efectuaron en Brasil, también con éxito.
La inoculación de las células se realiza mediante un catéter, es decir que no se requiere de una intervención quirúrgica. Ahora vamos a realizar una experiencia con 50 pacientes, se entusiasmó Ruiz.
Por supuesto, después tenemos que lograr que ese paciente no vuelva a ser picado por una vinchuca, explicó.