La alternativa energética de India, uno de los mayores consumidores del mundo, es asegurarse su futuro suministro de menguantes fuentes convencionales, como el petróleo, u optar por las centrales nucleares y una producción intensiva de electricidad.
En los últimos años, India ha tendido a seguir la primera opción, pues se aprovisionó de combustibles fósiles en proveedores tan diversos como Vietnam, Birmania, Bangladesh, Qatar, Sudán, Venezuela, Nigeria, Rusia y Kazajstán.
El principal de los acuerdos firmados por India en tal sentido fue por la construcción, al costo de 7.400 millones de dólares, de un gasoducto que correría a través de Pakistán y que le permitiría acceder a gas de Irán.
Pero las preferencias del gobierno viraron hace 10 días, al parecer de repente, hacia la energía nuclear. Declaraciones oficiales indican que el país la promoverá para alcanzar su seguridad energética, y calificaron esta fuente de limpia y segura.
El pronunciamiento llamó la atención porque las centrales nucleares representan hoy menos de tres por ciento de la producción de energía de India y menos de uno por ciento del consumo. Por otra parte, las experiencias del país en la materia no han sido felices, en especial en lo que se refiere a la seguridad.
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Lo que explica el cambio no es tanto el cálculos técnico o social, sino el cálculo geopolítico. La instancia crucial fue la visita del primer ministro Manmohan Singh a Washington entre el 17 y el 20 de este mes, ocasión en que firmó con el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, un amplio acuerdo de cooperación en materia de energía nuclear.
Con el tratado, Estados Unidos accedió a vender material y tecnología nuclear a India, a lo que hasta ahora se resistía porque ese país y su vecino y rival, Pakistán, culminaron en 1998 su proceso de desarrollo de armas nucleares.
Al mismo tiempo, Washington se comprometió a aflojar las restricciones y controles que impone a las exportaciones el Grupo de Proveedores Nucleares, integrado por 44 países.
A su vez, India identificará sus instalaciones nucleares civiles y militares y someterá las civiles voluntariamente al control de la Agencia Internacional de Energía Atómica, al mismo tiempo que endurecerá los controles a sus exportaciones.
Se trata, de hecho, de un acuerdo que supone la admisión de India el exclusivo 'club nuclear' como un estado poseedor de armas nucleares, dijo Kamal Mitra Chenoy, integrante de la Coalición para la Paz y el Desarme Nuclear y profesor de la Escuela de Estudios Internacionales de la Universidad Jawaharlal Nehru.
Esto significa que India abandona definitivamentesu compromiso de décadas con el desarme nuclear internacional. No hay en el acuerdo Bush-Singh una palabra sobre un mundo libre de armas nucleares, se lamentó Chenoy.
Los políticos indios decidieron participar en un juego cínico: unirse al régimen del apartheid nuclear, al que condenaron estridentemente durante decenios, afirmó.
El acuerdo permite a India importar materiales nucleares de uso civil. El uranio está escaseando, con viejas minas agotadas y oposición popular a la construcción de otras nuevas.
Las importaciones de uranio y de reactores nucleares darían por un tiempo un impulso al programa nuclear indio, que marchó a ritmo cansino durante décadas. Las autoridades se habían comprometido a producir en centrales nucleares 10.000 megawatios de electricidad para 2000, pero su capacidad actual es de 3.300.
La decisión de Singh de inyectar adrenalina en el sector nuclear desató el asombro generalizado. Por ejemplo, en una entrevista publicada el día 21 por el diario The Washington Post, el primer ministro indio expuso dudas sobre la viabilidad del gasoducto desde Irán.
Hay muchos riesgos, dada toda la incertidumbre de la situación en Irán. No sé si algún consorcio internacional de banqueros apoyaría esto, dijo Singh.
La declaración fue considerada por observadores como un esfuerzo del gobernante indio por aplacar a Washington, que ha manifestado en reiteradas oportunidades su oposición al gasoducto.
Bajo las leyes estadounidenses, advirtió el gobierno, serían aplicables sanciones a cualquier proyecto en que participe Irán, uno de los componentes del eje del Mal junto con Corea del Norte y el Iraq de Saddam Hussein señalado por Bush en 2002.
Política y estratégicamente, el paradigma de la energía nuclear encaja en una alianza con Estados Unidos, que se ha inclinado desde 2001 por fortalecer su vínculo con Pakistán en el marco de la guerra contra el terrorismo declarada entonces por Bush.
El acuerdo de este mes ayudará a salir del pozo a la declinante industria del equipamiento estadounidense del sector, dada la virtual moratoria a la construcción de nuevas centrales vigente desde 1973.
También afianzará el alineamiento de India con el Norte industrial, proveedor del grueso de los suministros nucleares mundiales.
Y, lo que es más importante, la suerte de reconocimiento de India como estado poseedor de armas nucleares responsable mantendrá a este país alineado con las prioridades estadounidenses.
En contraste, el gasoducto sigue un paradigma de cooperación económica y solidaridad política Sur-Sur y, por añadidura, mejoraría la relación entre India y Pakistán, dos rivales enfrentados en varias guerras, y avanzar en el vínculo con Irán, un país cada vez mejor considerado por la comunidad internacional a pesar de su enemistad con Estados Unidos.
Pakistán ganaría más de 500 millones de dólares al año en regalías por el uso del gasoducto. E incluso se ha analizado la posibilidad de ampliarlo a China y desarrollar otro ramal a través de Afganistán.
Singh había apoyado en abril la cooperación energética Sur-Sur en el 50 aniversario de la Conferencia Afro-Asiático en Yakarta.
Nuestros continentes incluyen tanto productores como consumidores de energía, pero el marco en el que producimos y consumimos la energía es determinado en otras partes, sostuvo entonces.
Esas palabras fueron aplaudidas en Asia meridional, pero ahora Sing parece haberse retractado sobre la base de argumentos puramente comerciales y técnicos.
Pero si fueran a aplicarse argumentos puramente comerciales técnicos, ninguna central nuclear del mundo funcionaría, sostuvo el analista económico indio M. K. Venu.
Hay una garantía soberana implícita respecto de la mitigación de costos y otros factores de riesgo, como el suministro regular de combustible. No se puede comprar uranio enriquecido a proveedores privados, como si alguien fuera a comprar carbón, explicó.
La propia experiencia de India en la materia no ha sido buena. La producción nuclear representa un cuarto del presupuesto de energía, pero el rendimiento ha sido escaso y muy variable. La generación hidroeléctrica ya la superó, sin subsidios ni tantos problemas ambientales.
Tampoco son válidos los argumentos de carácter ambiental, según los cuales la energía nuclear contribuye a mitigar el efecto invernadero. Entre 1965 y 1995, la capacidad de producción de energía nuclear de Japón aumentó más de 40.000 megawatios, pero las emisiones de dióxido de carbono se triplicaron.
Si India cede a la presión estadounidense respecto del oleoducto iraní, se arriesgará a la inseguridad energética. Pero, si sigue sus instintos hacia la cooperación Sur-Sur, mejorará el vínculo con sus vecinos, así como la seguridad y prosperidad del sur y el occidente de Asia.