¿Estará el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, en verdad dispuesto a renunciar a su sueño de promover un cambio de régimen en Corea del Norte, integrante de su eje del mal junto a Iraq e Irán?
¿Estará el líder norcoreano Kim Jong Il en realidad preparado para desmantelar su programa de desarrollo nuclear, e incluso las ocho bombas de ese tipo que según las agencias de inteligencia estadounidenses tendría en su poder, a cambio de que Washington deje de presionar para sacarlo del poder?
Estas son dos de las grandes preguntas que podrán ser respondidas esta semana con la reanudación en Beijing de las llamadas conversaciones de las seis partes, tras una pausa de más de un año, destinadas a aliviar la tensión creada en la región Asia-Pacífico por el programa nuclear norcoreano.
En las conversaciones participan China, Corea del Norte, Corea del Sur, Estados Unidos, Japón y Rusia.
A estas alturas, ambas partes están dispuestas a examinar la posibilidad de un acuerdo. Pero cada parte debe poner mucha atención en lo que le ofrece la otra. Hemos llegado a un punto muy delicado, afirmó la analista Karin Lee, del grupo de presión estadounidense Comité de Amigos sobre Legislación Nacional.
Lo cierto es que las conversaciones significan un gran alivio para Beijing y Seúl, alarmadas ante el creciente tono agresivo entre Washington y Pyongyang.
Luego de que Corea del Norte se autoproclamara potencia nuclear en febrero, y de que los servicios de inteligencia estadounidenses afirmaran tener pruebas de inminentes ensayos nucleares norcoreanos, el Departamento (ministerio) de Defensa de Estados Unidos envió una flota de aviones caza a Corea del Sur.
El movimiento fue considerado una muestra de fuerza para impresionar y dejar en claro la determinación de Washington.
Pero a la vez, el gobierno de Bush se esforzó por mostrar que estaba más dispuesto que antes a volver a la mesa de negociaciones.
Estamos listos para reunirnos con ellos en el contexto del proceso de las seis partes, dijo en mayo a legisladores el asistente del secretario de Estado para Asuntos Asiáticos de Estados Unidos, Christopher Hill.
Estas declaraciones fueron seguidas por reuniones bilaterales en Nueva York, así como de promesas de asistencia económica a Corea del Norte por parte de Seúl a cambio de la reanudación de las conversaciones.
Pyongyang se había levantado de la mesa de diálogo arguyendo hostilidad de parte de Washington, y señaló que no volvería a menos que Estados Unidos depusiera su actitud.
Finalmente, tras varias gestiones, Corea del Norte acordó a comienzos de este mes reanudar las conversaciones a partir de este lunes.
Ahora está por verse si Washington y Pyongyang en verdad están comprometidos con el diálogo y dispuestos a un acuerdo, o simplemente esperando el momento propicio de acusarse mutuamente por el fracaso de esta nueva iniciativa.
Analistas como Scott Bruce, del independiente Instituto Nautilus, con sede en California, dudan de un éxito en Beijing.
Corea del Norte sólo muestra buena voluntad para ganar más tiempo, pues pretende congelar el proceso hasta que haya un nuevo gobierno en Estados Unidos, dijo Bruce a IPS:
Por su parte, Estados Unidos no ha ofrecido a Corea del Norte ningún incentivo sustancial. El objetivo del gobierno de Bush es hacer parecer que Pyongyang en realidad no aceptará ninguna oferta razonable, para así aislar al régimen y promover su caída, sostuvo el analista.
Otros observadores son más optimistas, aunque también cautos.
La combinación de las dificultades económicas, la presión de China, las ofertas de ayuda de Seúl (en especial de asistencia en energía eléctrica) y la promesa de Washington de mostrar más respeto hará que Corea del Norte sea más flexible, sostuvo Alan Romberg, director del Programa Asia Pacífico en el independiente Centro Henry L. Stimson.
Romberg, ex asesor en asuntos asiáticos para el Departamento de Estado, sostuvo que, si Washington le da garantías de seguridad a Corea del Norte, se podría llegar a un acuerdo rápidamente.
Tanto Romberg como Lee tienen mucha esperanza en Hill, cuyo último puesto fue embajador en Corea del Sur. Es un negociador hábil que goza de toda la confianza de Bush.
Hill en verdad quiere probar una variedad de caminos para hacer que las cosas funcionen. Él trabajará dentro de los parámetros oficiales que se le han dado, pero sin duda intentará estirar esos parámetros, sostuvo Romberg.
Por su parte, Lee señaló que, si el gobierno (de Bush) le da a Hill cierta flexibilidad para negociar, más que solo hablar, las conversaciones podrían ser un éxito.
La analista también consideró prometedor que Seúl esté dispuesto a ofrecer un gran paquete de incentivos a Pyongyang aun fuera de las conversaciones de las seis partes.
No obstante, los analistas coinciden en que es improbable que haya un acuerdo de la noche a la mañana, y que estas primeras reuniones serán solo exploratorias.
Hemos perdido mucho terreno el año pasado, dijo Lee, para quien, a lo sumo, las conversaciones de esta semana podrían terminar con un acuerdo para iniciar verdaderas negociaciones.