La organización de derechos humanos Human Rights Watch (HRW) exhortó a llevar a la justicia a señores de la guerra responsables de atrocidades en Afganistán en los años 90, muchos de los cuales ocupan altos cargos en el gobierno de Hamid Karzai, respaldado por Estados Unidos.
En un informe de 133 páginas lanzado en Kabul, HRW afirmó que muchos responsables de crímenes de guerra y otros abusos en una de las peores fases de la guerra civil que, con interrupciones, abarcó casi 30 años, están ahora detrás de escritorios de los ministerios de Defensa y del Interior, mientras otros son candidatos para las elecciones legislativas y locales del próximo septiembre.
Mientras, otros señores de la guerra continúan ejerciendo autoridad regional, sin intervención del gobierno central ni de los 30.000 soldados de Estados Unidos y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) que están en Afganistán desde que Washington y sus aliados derrocaron al grupo extremista islámico Talibán, a fines de 2001.
Este informe no es sólo una lección de historia, dijo Brad Adams, director de HRW/Asia, con respecto al combate entre mujaidines que casi destruyó Kabul entre abril de 1992 y marzo de 1993.
Las atrocidades cometidas en ese período son algunas de las más graves en la historia de Afganistán, pero hoy en día muchos de los perpetradores ostentan cargos de poder, señaló.
Los abusos cometidos ese año (1371 según el calendario afgano) tras el derrocamiento del régimen prosoviético fueron los peores de toda la guerra civil e incluyeron bombardeos y ataques con cohetes a áreas civiles, que quedaron en escombros, además de robos, secuestros, asesinatos y violaciones de civiles, incluso mujeres y niños.
El informe, titulado Manos tintas en sangre: Atrocidades del pasado en Kabul y el legado de impunidad en Afganistán, se basa en dos años de investigaciones y más de 150 entrevistas con testigos, sobrevivientes, funcionarios de gobierno y ex soldados mujaidines, así como en el trabajo de la Comisión Afgana Independiente de Derechos Humanos.
El documento se publica cuando crece la preocupación en Washington y en Kabul por el resurgimiento de fuerzas talibán, en particular en el sur y el este del país, habitado mayoritariamente por la etnia pashtun.
La semana pasada, insurgentes derribaron un helicóptero estadounidense, cerca de la frontera con Pakistán, y mataron a 16 miembros de las Fuerzas de Operaciones Especiales. El helicóptero iba a reforzar un destacamento de otros cuatro soldados de esas Fuerzas, al menos dos de los cuales también fueron muertos.
Días después, hasta 17 civiles murieron en la misma zona como resultado de un ataque estadounidense sobre una supuesta base terrorista.
El incidente generó una inusual crítica pública del gobierno de Karzai, a la defensiva frente a las críticas de sus rivales políticos sobre las tácticas utilizadas por las fuerzas estadounidenses, sólo tres meses antes de las elecciones.
Al mismo tiempo, se informó que más de 450 soldados afganos fueron muertos desde marzo en choques con Talibán y fuerzas aliadas, que cada vez más recurren a dispositivos explosivos y atentados suicidas, como los grupos insurgentes de Iraq.
Crece el peligro de que Afganistán se parezca cada vez más a Iraq, con una insurgencia atrincherada que trastorna la reconstrucción y se vuelve en un imán para los extremistas islámicos, advirtió el miércoles el diario The Washington Post en una nota editorial.
Mientras, The New York Times advirtió la semana pasada que el resurgimiento de Talibán coincide con un incremento del sentimiento antiamericano, exacerbado porque Karzai no logró persuadir a su par estadounidense George W. Bush durante la visita de éste en mayo de que diera al gobierno afgano más control sobre las operaciones militares estadounidenses, y por los abusos de soldados contra detenidos musulmanes.
El informe de HRW, publicado el miércoles, no sugiere que la situación actual sea comparable a la del período 1992-93, pero sí que la impunidad de que gozan todavía comandantes mujaidines y señores de la guerra obra en contra del propósito de Estados Unidos y Karzai de estabilizar el país.
Si Afganistán no comienza a enfrentar su historia, el pasado puede repetirse, advirtió Adams, quien criticó duramente a Washington y sus aliados por no perseguir a los autoridades de atrocidades en el pasado tras el derrocamiento de Talibán, hace casi cuatro años.
Entre los comandantes y líderes responsables de esas atrocidades están Abdul Rabb al-Rasul Sayyaf, un comandante islámico radical que actualmente es asesor de Karzai y que ha designado a varios de sus seguidores en el sistema judicial y otros organismos de gobierno, señaló HRW.
Sayyaf es el líder del grupo extremista Ittihad-e Islami.
Otro de los señalados por HRW es Abdul Rashid Dostum, un señor de la guerra de la etnia uzbeka que domina varias zonas del norte en los alrededores de Mazar-i-Sharif y que ocupa un alto cargo en el Ministerio de Defensa.