Los responsables de la más antigua mina de cobre de América Latina, situada en el oriente cubano, aspiran a que sea reconocida como patrimonio nacional y de la humanidad, tras cerrar sus puertas en 2001.
Esa meta es clave en los planes para rehabilitar el ecosistema lesionado por la industria minera, diseñados por especialistas de la estatal empresa Geominera de Oriente, y reanimar el poblado de El Cobre, hijo de la explotación de los yacimientos descubiertos en 1530.
Los daños ambientales están a la vista, y el trabajo de rescate exige paciencia y un buen presupuesto. Estos eran suelos agrícolas, con muchos frutales, pero todo eso se perdió. La zona se degradó y el cambio del entorno fue total, dijo a Tierramérica la ingeniera Alina Yasell.
La mina está en un cerro a 12 kilómetros de Santiago de Cuba, capital de la provincia homónima. Su mejor época fue la primera mitad de siglo XIX, con una producción de 67.000 toneladas. Una escasa producción y bajos precios del metal en el mercado mundial determinaron que fuera cerrada.
Lo que buscaban sus descubridores era oro, e incluso se envió a España una muestra de calcopirita, uno de los sulfuros minerales de los cuales se obtiene cobre, creyendo que se trataba de ese metal precioso, cuenta el geólogo Miguel Ruiz.
Indios y negros traídos de África fueron utilizados sin piedad en la explotación minera, y en el siglo XVIII eso desembocó en el primer gran alzamiento de esclavos en Cuba. Una gran escultura recuerda ese hecho desde lo alto de una colina.
El monumento a esa rebeldía de los cimarrones, como se llamó a quienes se refugiaban en los montes para salir de la esclavitud, se levanta en lo que quedó del antiguo cerro del Cardenillo, actual loma de Los Chivos, cuyas entrañas fueron horadadas por casi cinco siglos de explotación minera.
Queremos conservar para las futuras generaciones todo este legado histórico de la mina, y una de las galerías se convertirá en museo, dice Yasell, especialista principal del programa de rehabilitación, cuya envergadura obligó a dividirlo en varios proyectos.
El plan abarca la restauración de lo que fue la cantera, en cuyos bordes ya ha comenzado, tímidamente, a verdear alguna vegetación silvestre. En esta área se trabaja para evitar deslizamientos de tierra y reconstruir taludes y bermas.
La cantera originó una enorme oquedad, convertida ahora en un gran lago cuyas aguas se estudian, dado que por su alto contenido de minerales, especialmente sulfuros, tienen propiedades medicinales, pero eso debe avalarlo el Ministerio de Salud, apuntó Yasell.
El sueño de especialistas y autoridades de El Cobre es convertir el área en un centro recreativo con casa de descanso para visitantes, incluyendo a peregrinos que visitan el santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre.
Otros proyectos apuntan a explotar residuos que resultaron al obtener concentrado de cobre, que guardan oro y plata entre otros elementos.
También se busca conservar la torre del pozo minero y remozar la entrada al yacimiento. En cada área de proyecto habrá un vivero para reforestar el entorno de unas 40 hectáreas, cuyos suelos requieren tecnologías que le devuelvan fertilidad.
Todo se hará con mano de obra de aquí, pues se trata de vincular a la población con estos proyectos, dice Ernesto Steven, presidente del Consejo Popular de la localidad, quien calcula que el programa requiere 1,2 millones de dólares.
El Cobre tiene actualmente unos 17.000 habitantes, y 45 por ciento de ellos tiene alguna relación directa o indirecta con la mina, que contaba con 325 trabajadores cuando cerró. Ochenta y cinco permanecen en la empresa ahora llamada Unidad de Servicios Mineros.
Del resto, algunos fueron reubicados en otras plazas laborales, y otros realizan cursos de capacitación profesional o se jubilaron. A ninguno tomó el cierre por sorpresa, aunque no todos aprueban esa decisión.
Me cayó muy mal la noticia. Desde los 17 años trabajé allí. Creo que la mina aún podía aguantar, se apresuraron a cerrar, dice Jesús Calzado Falcón, quien afirma que pese a sus 63 años volvería a las labores mineras.
El hombre considera que el cierre fue terrible y un golpe muy grande, ya que todo lo que uno tenía que resolver, lo resolvía allí. Si había que hacer una soldadura, por ejemplo, uno iba a la mina. O si hacía falta un transporte. El personal almorzaba y comía en la mina.
* La autora es corresponsal de IPS. Publicado originalmente el sábado 9 de julio por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica. (