La líder opositora birmana Aung San Suu Kyi cumplirá 60 años el 19 de este mes. Todo indica que ese día seguirá siendo prisionera del régimen, mientras la diáspora y una legión de simpatizantes en todo el mundo se aprestan a conmemorar la fecha.
Desde Escocia hasta Tailandia, desde Texas a Tokio, miles de personas ensalzarán su coraje como abanderada de la democracia el día 19.
Los mensajes publicados en las páginas en Internet de uno de los principales grupos prodemocráticos del exilio —la Campaña por Birmania, con sede en Washington— reflejan la alta estima que Suu Kyi concita en el ambiente internacional.
Después de todo, ella no solo es una premio Nobel de la Paz: también es la única personalidad que ha recibido ese reconocimiento y está presa. Otro galardonado, el obispo sudafricano Desmond Tutu, declaró en el sitio de la Campaña: Mientras ella esté arrestada, ninguno de nosotros estará verdaderamente libre.
Los simpatizantes de Suu Kyi planean exigir su libertad frente a las embajadas birmanas en las capitales de tres continentes, incluidas Tokio, Seúl, Nueva Delhi, Londres y Washington.
Para el régimen militar no será fácil obviar esta ola de apoyo, dijo a IPS Debbie Stothard, de la organización de derechos humanos Red Alternativa de la ASEAN sobre Birmania (ALTSEAN). A pesar de su aislamiento, ella aún convoca un inmenso apoyo y solidaridad.
Con el paso de los años, el cumpleaños de Suu Kyi se ha convertido en una ocasión poderosa para que activistas de derechos humanos y prodemocráticos condenen los maltratos sufridos por la líder y cerca de 1.300 presos políticos, agregó Stothard.
Entre los detenidos figuran parlamentarios, escritores, monjes budistas y activistas. El periodista Win Tin, de 75 años, está tras las rejas desde hace 16 años.
Estas condenas son producto de la dura represión contra el levantamiento prodemocrático birmano de 1988. Luego, el abrumador triunfo de la Liga Nacional para la Democracia (NLD) de Suu Kyi en las elecciones parlamentarias de mayo de 1990 fue ignorado por el gobierno militar.
El régimen gobierna el país asiático desde el golpe de Estado de 1962 y se mantuvo en el poder con creciente brutalidad.
El tratamiento dado a Suu Kyi llegó a ser una suerte de resumen de la brutalidad de la dictadura. Su actual periodo de arresto domiciliario, iniciado en mayo de 2003, es el peor de sus casi 10 años tras las rejas.
La dirigente no ha tenido contacto con la comunidad diplomática en meses, y se le ha negado la posibilidad de reunirse con funcionarios de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) e instituciones no gubernamentales y con dirigentes de su partido.
También se le ha restringido el contacto con su médico personal, Tin Myo Win, al contrario de lo que sucedió en los dos anteriores periodos de prisión domiciliaria, de 1989 a 1995 y de 2000 a 2002.
Antes, su médico familiar podía visitarla dos veces a la semana. Pero ahora debe obtener permiso del gobierno, y a veces se encuentran una vez por mes y aun más espaciadamente, dijo a IPS Zin Linn, dirigente de la NLD.
Zin, él mismo un preso político durante siete años en la década del 90, las autoridades registran el equipamiento médico del doctor Tin antes de permitirle visitar a Suu Kyi.
Para los periodistas birmanos en el exilio, hay poco misterio en tal tratamiento. Es un intento del régimen de convertirla en una personalidad políticamente irrelevante, dijo Aung Zaw, editor del semanario The Irrawaddy, que informa sobre asuntos birmanos desde el norte de Tailandia.
El silencio de Suu Kyi y sobre el mundo que habita refleja cuán lejos ha sido capaz la junta militar para aislarla, agregó Aung Zaw. No hay noticias, ni una palabra procedente de ella o sobre lo que está haciendo. Eso no ocurría antes, explicó.
El temor de Rangún procede de la popularidad de Suu Kyi, quien luego de ser liberada tras 19 meses de arresto domiciliario en mayo de 2002 convocó a cientos de miles de personas ansiosas por escuchar su prédica.
En un año de libertad, visitó 135 poblados y 12 estados birmanos. Las multitudes que acudieron a vivarla procedían de todas las comunidades étnicas del país.
En mayo de 2003, matones al servicio del régimen militar atacaron a Suu Kyi y a altos dirigentes de la NLD mientras participaban en un acto político al norte de Rangún. Los dirigentes agredidos fueron puestos en detención domiciliaria poco después.
Pero los intentos por silenciarla han sido contraproducentes, pues el nivel de apoyo que disfruta Suu Kyi en Birmania no se ha desvanecido, dijo Stothard. Trescientos mil simpatizantes, incluso, han asumido un gran riesgo político al firmar una petición por su libertad incondicional.
Firmar esta petición es un acto desafiante. Lo hacen porque Suu Kyi es un símbolo político poderoso en Birmania. La gente cree en ella, explicó Stothard. (