Las medicinas aplicadas en América Latina y el Caribe contra los males ambientales no surten el efecto deseado, y la región difícilmente cumplirá el compromiso de garantizar su sustentabilidad entre 2015 y 2020, una de las ocho Metas de Desarrollo del Milenio.
Es preocupante la situación de esta región, que concentra casi la mitad de los bosques tropicales y siete de los 25 ecosistemas más ricos del mundo, según el documento Objetivos de Desarrollo del Milenio: una mirada desde América Latina y el Caribe, presentado este viernes en Chile por la Cepal.
La mayor parte de los indicadores relacionados con el objetivo de garantizar la sustentabilidad del ambiente muestran un severo deterioro ambiental, tanto en el medio natural como en el medio construido, lo que significa que hay escasas probabilidades de cumplimiento de las metas establecidas, sentencia el documento.
Los ocho Objetivos del Milenio fueron adoptados en 2000 por la comunidad internacional como una plataforma de desarrollo para reducir drásticamente la pobreza y las desigualdades en todo el mundo, tomando como año base 1990. El primero de ellos es abatir a la mitad la proporción de población indigente y hambrienta, con plazo en 2015.
El séptimo objetivo, garantizar la sustentabilidad del ambiente, contiene tres metas específicas.
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Ellas son incorporar los principios de desarrollo sostenible en las políticas y los programas nacionales e invertir la pérdida de recursos naturales, reducir a la mitad el porcentaje de personas que carecen de acceso al agua potable, y mejorar considerablemente, para el año 2020, la vida de por lo menos 100 millones de habitantes de tugurios.
En América Latina no se avanza a los ritmos deseables, porque la región mantiene plenamente acoplados el crecimiento económico al deterioro ambiental, dijo a IPS en México el director de la oficina latinoamericana del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma), Ricardo Sánchez, agencia que participó en la preparación del documento.
Nuestras economías siguen basadas en el uso intensivo de recursos naturales, y eso evidentemente requiere ser transformado para poder crecer sin seguir deteriorando el ambiente, señaló Sánchez.
El documento de la Cepal (Comisión Económica para América Latina y el Caribe) expone abismos entre la realidad y los compromisos oficiales.
Por ejemplo, la superficie boscosa se reduce a gran velocidad. La deforestación, que arrasó con 46,7 millones de hectáreas entre 1990 y 2000, avanza en una proporción anual de 0,5 por ciento en la región, el doble que el promedio mundial, indica el estudio de Cepal.
Apenas dos de los 33 países estudiados registran progresos en esa materia de superficies boscosas, hay estancamiento en siete y retroceso en 24.
En esta región se encuentran 40 por ciento de las especies vegetales y animales del planeta. De las 178 ecorregiones identificadas en América Latina y el Caribe, 77 por ciento están amenazadas.
Sólo América del Sur proporciona 47 por ciento de los ejemplares animales capturados ilegalmente en el mundo.
Todavía hay que hacer un esfuerzo importante para revertir fenómenos como deforestación, degradación de suelos y aguas, pero sobre todo hay que revisar el modelo de desarrollo, pues hay cosas que han demostrado que no funcionan, dijo el director del Pnuma, cuya sede regional está en México.
El modelo de mayor comercio y menor Estado no funciona. Tiene que haber mayor comercio, pero uno que tenga en cuenta las características de los países en desarrollo. Es necesario además tener un mayor Estado que vele por la sustentabilidad, añadió.
El panorama ambiental trazado por el informe muestra una región que destruye su entorno.
Respecto del uso eficiente de energía, de 20 países estudiados, se registraron avances en ocho. En emisiones por persona de dióxido de carbono (el principal gas de efecto invernadero) sólo hay progreso en cuatro de los 33 países de la región.
En los mares, el panorama no difiere, pues se detecta una sobreexplotación y degradación evidente de ecosistemas. Y en las tierras, se perdieron tres cuartas partes de la diversidad genérica de los cultivos agrícolas.
En cambio, la meta de suministrar agua potable y saneamiento a la mitad de la población sin esos servicios es de pronóstico mixto.
Es posible que se cumpla en cuanto a agua potable, pero no en saneamiento, un servicio que debería llegar en 2015 a unos 150 millones de personas (121 millones en zonas urbanas y 29 millones en áreas rurales).
En 2002 la cobertura de saneamiento urbano en la región era de 84 por ciento, y la rural de 44 por ciento. El avance fue de apenas 27 por ciento en las zonas rurales y de 35 en las urbanas, lo que muestra el rezago, indicó la Cepal.
La meta de saneamiento urbano, fue alcanzada por los países del Caribe. Pero preocupa la situación de Bolivia, Brasil, El Salvador, Guatemala, Haití, Perú y República Dominicana.
El análisis de los progresos hacia la última meta referida a sustentabilidad, que propone una mejora sustancial en la vida de habitantes de tugurios y barrios precarios, muestra a ocho países avanzando, y estancados o en retroceso a otros ocho, en 16 estudiados.
En 1990, 35,4 por ciento de la población urbana de América Latina vivía en viviendas con carencias, proporción que disminuyó a 31,9 por ciento en 2001. Sin embargo, en el mismo período, la población urbana aumentó en 79 millones y los residentes en barrios precarios o tugurios pasaron de 111 a 127 millones.
Los grados de tugurización alarman sobre todo en Belice, Bolivia, Guatemala, Haití, Nicaragua y Perú, dijo la Cepal, y, en menor proporción, en Argentina, Brasil y Venezuela, país con altos índices de urbanización y en el que más de 25 por ciento de la población urbana vive en tugurios.
De acuerdo con la Cepal, hay varios fenómenos que resultan particularmente inquietantes: la pérdida de bosques y la reducción de la biodiversidad, la contaminación del aire y la ampliación de los tugurios en las zonas urbanas. En cambio, la cobertura de los servicios de agua potable muestra avances, una tendencia que no se repite en saneamiento.
La situación de deterioro general no hubiera podido ser muy diferente, si se considera que en la región solo Chile y México destinan más de uno por ciento de su producto interno bruto a gastos ambientales.