Precarias condiciones de empleo y de trabajo dominan en los países incorporados hace un año a la Unión Europea (UE), en la última ampliación, según un estudio realizado por la Oficina Internacional del Trabajo (OIT).
Jornadas de trabajo intensivo, condiciones laborales perjudiciales y problemas relacionados de salud y seguridad son las cuestiones más apremiantes que deben abordar los nuevos estados del bloque, sintetizó Francois Eyraud, director del programa condiciones de trabajo y empleo de la OIT.
Los nuevos miembros de la UE, incorporados el 1 de mayo de 2004, son República Checa, Chipre, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Hungría, Letonia, Lituania, Malta y Polonia.
El estudio sostiene que los nuevos miembros han demostrado una capacidad excepcional de adaptación al cambio, que en el caso de los ocho países de Europa central y oriental significó una transformación profunda desde los regímenes comunistas imperantes hasta inicios de los años 90.
Esos países, excluidos Chipre y Malta, han logrado en algunos años convertir una economía planificada en una de mercado y también reorientar el comercio que tenía con el bloque liderado por la hoy desaparecida Unión Soviética hacia la Unión Europea, observó Daniel Vaughan-Whitehead, coordinador de la investigación de la OIT.
De la noche a la mañana todo el comercio pasó a dirigirse a la UE, mientras esos países tuvieron que abrir con la misma celeridad sus mercados de bienes y servicios y reducir sus aranceles, lo que ha comportado un cambio fundamental, describió Vaughan-Whitehead.
Otro dato significativo ha sido la tasa de crecimiento económico de esos países, superior a los índices de la misma UE cuando era conformada sólo por 15 países miembros. El resultado en este caso es totalmente positivo, afirmó.
En contraste, el proceso de cambio se ha realizado a expensas de un costo social muy elevado, en especial en material de condiciones de trabajo, comprobó el estudio.
En los nuevos estados miembros se aplican prácticas laborales desconocidas en los demás países de la UE. Por ejemplo, la duración de la jornada de trabajo es mucho mayor a la del resto de Europa. Los picos de más de 50 horas semanales son más frecuentes en los nuevos miembros.
En 2003, casi todos los nuevos miembros, con excepción de Lituania y en menor medida Eslovenia, superaban el trabajo semanal promedio de la UE de los 15, de 41,4 horas. Letona tenia 43,8, Polonia 43,4 y la República Checa, 43,1.
Vaughan-Whitehead citó el caso de Malta, donde también se emplea el sistema de jornadas laborales muy prolongadas, a menudo bajo la presión de las compañías multinacionales que amenazan con retirarse si no pueden recurrir a ese método para enfrentar la competencia de terceros países.
Como circunstancia agravante, una parte de ese tiempo de trabajo adicional no recibe remuneración en los nuevos estados miembros. Además, gran parte de ese trabajo extra es no voluntario, como en el caso de Polonia, donde 30 por ciento de esa actividad no corresponde a la libre elección de los asalariados.
Otras modalidades incorporadas a las condiciones laborales en los nuevos estados miembros son los contratos a tiempo determinado. Muchos empleadores exigen a los asalariados, de buenas a primeras, que conviertan su contrato de trabajo regular en un contrato civil.
De esa manera pasan a la categoría de trabajadores independientes, pues no se rigen más por el Código Laboral sino por el Código Civil. Esa es una forma extrema de flexibilidad que se aplica en algunos países, sobre todo en Polonia, donde se recurre al trabajo independiente en forma casi masiva, dijo Vaughan-Whitehead a IPS.
Pero también en Hungría los bancos imponen a sus empleados que cambien los contratos de trabajo, sostuvo.
Una práctica también frecuente y nueva en estos países nuevos de la UE es la formalización, por parte de muchas empresas, de contratos múltiples con el mismo asalariado.
Para el trabajo normal de 40 horas semanales se realiza un contrato regido por el Código Laboral y, por encima de ese tiempo de trabajo, se estipula un contrato de trabajo independiente. Una empresa suele llegar a tener hasta tres contratos con el mismo obrero.
Todas esas son formas de flexibilidad que no existen en los antiguos 15 países miembros de la Unión Europea, donde se registran modalidades de trabajo independiente, pero con características diferentes, explicó el experto de la OIT.
Las compañías que aplican esas variantes de trabajo independiente son sobre todo locales, en especial pequeñas y medianas empresas, aunque también algunas grandes.
Las compañías transnacionales por lo general practican mejores condiciones de trabajo y ofrecen salarios más convenientes.
Sin embargo, hay numerosas empresas multinacionales de origen francés y alemán, como los supermercados e hipermercados en Polonia, que rechazan los sindicatos y todo diálogo social, mientras recurren de manera masiva a las jornadas de trabajo muy prolongadas, afirmó Vaughan-Whitehead.
La investigación de la OIT se pregunta si esas prácticas abusivas evolucionarán en el marco económico y social de la UE ahora ampliada a 25 estados miembros, o si ellas reflejan preferencias estructurales e ideológicas que pueden consolidarse o aun exacerbarse en el futuro.
A pesar de los progresos observados, demasiados retrocesos prevalecen en los nuevos miembros, con diferencias crecientes e incrementos de la pobreza y de la exclusión para muchas categorías de la población.
La OIT recomienda el recurso del diálogo social para lograr una sociedad más cohesionada y asegurar un mejor equilibrio en el trabajo entre las necesidades de mayor flexibilidad laboral para los empleadores y las necesidades de mayor seguridad para los asalariados.