El gobierno de Japón puso en marcha toda su batería diplomática para obtener un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU, pero analistas se preguntan si este país en verdad está preparado para integrar el selecto club.
Esta semana, Japón respaldó a Alemania, Brasil e India en un proyecto de resolución para expandir el Consejo de Seguridad de la ONU (Organización de las Naciones Unidas) de 15 a 25 miembros, con seis nuevos integrantes permanentes con poder de veto y cuatro rotativos, procurando una mejor representatividad de la comunidad internacional.
La propuesta eleva a 11 los países con poder de veto y a 14 los asientos rotativos, y recomienda que dos de los nuevos miembros permanentes sean de Asia, dos de África, uno de América Latina y uno de Europa occidental.
China, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y Rusia son los países que ya poseen puestos permanentes.
El martes, Tokio instó a sus 120 embajadores en el mundo a que trabajaran para convencer a los gobiernos ante los cuales están destacados de respaldar su pretensión.
Desde la segunda guerra mundial (1939-1945), Japón jugó un importante papel como nación pacífica. Con confianza y orgullo, quiero convencer a las autoridades gubernamentales de cada país sobre las virtudes de la intención japonesa, dijo a los embajadores el canciller Nobutaka Machimura.
Algunos países expresaron su apoyo a Japón, pero otros se oponen. Y la postura de la gran mayoría aún nos es desconocida, indicó el ministro.
Como la segunda economía del mundo y el segundo mayor donante de la ONU, después de Estados Unidos, Japón cree merecer un lugar dentro del Consejo de Seguridad.
Convertirse en un miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU es un viejo sueño del gobierno. Pero hay muchos obstáculos que deben ser superados antes de que Japón se una a este prestigioso club que lidera el mundo, dijo a IPS el analista de relaciones internacionales Koichi Ishiyama, de la Universidad Toin Yokohama.
Ishiyama puso en duda la capacidad de Japón de cumplir su deber en caso de que efectivamente ocupe un lugar en el Consejo de Seguridad, cuya misión principal es mantener la paz y la seguridad mundiales.
La Constitución japonesa, diseñada por la ocupación estadounidense tras la segunda guerra mundial, prohíbe a las Fuerzas de Autodefensa participar en conflictos internacionales. Además, Tokio ha mostrado siempre bajo perfil en materia de diplomacia internacional.
Comparado con Estados Unidos u otros países occidentales influyentes, Japón no ha cultivado a un público interno que esté interesado en problemas internacionales, afirmó Ishiyama.
Japón es más bien un país aislado y no un líder mundial, y esa es una razón para esperar más tiempo antes de convertirse en miembro permanente del Consejo de Seguridad, añadió.
Ishiyama refleja el pensamiento de la mayoría de los intelectuales japoneses, para quienes la insistencia de la cancillería en la necesidad de reformar la ONU responde a una ambición política del primer ministro Junichiro Koizumi más que a un interés en contribuir a la seguridad internacional y a lograr un equilibrio de poderes entre las naciones.
La pretensión de Japón de un asiento permanente tiene el objetivo de fortalecer su política internacional favorable a Estados Unidos, algo que le permitirá sentarse al lado de las principales potencias del mundo, dijo Takashi Inoguchi, ex profesor de la Universidad de las Naciones Unidas, con sede en Tokio.
El secretario general de la ONU, Kofi Annan, presentó en marzo dos proyectos para aumentar el número de miembros del Consejo de Seguridad, e instó a la Asamblea General a que eligiera uno antes de su reunión de septiembre.
Annan sostiene que el órgano debe ser ampliado para que efectivamente refleje los intereses de toda la comunidad internacional.
Para el canciller Machimura, la expansión del Consejo de Seguridad es el asunto más importante para la administración de Koizumi.
Algunos observadores señalan que el ingreso de Japón al Consejo sería un punto importante para Estados Unidos.
Ichiro Kawabe, experto en asuntos de la ONU en la Universidad Aichi, sostuvo que, en ese caso, Washington utilizará sus históricos lazos con Tokio para aumentar su influencia en las decisiones del Consejo.
Lo que realmente quiere Japón es estar en el primer plano siguiendo las políticas de Estados Unidos, algo que va en contra el ideal de defensa y justicia colectiva, dijo Kawabe a IPS.
Todavía está por verse si Japón obtendrá el requerido apoyo de dos tercios de los 191 miembros de la ONU y evitar el veto de alguno de los integrantes del Consejo de Seguridad para conseguir su ansiado puesto permanente.
El mayor obstáculo parece ser su antiguo rival: China.
Beijing señaló que el proyecto de resolución elaborado por Alemania, Brasil, India y Japón podría socavar el proceso para reformar la ONU y exacerbará las diferencias ya existentes.
La rivalidad entre China y Japón, nacida con la ocupación del territorio chino por parte del otrora imperio japonés entre 1931 y 1945, se hizo más notoria en los últimos meses.
A fines marzo, Tokio anunció la suspensión de sus préstamos en yenes a Beijing, que han contribuido al crecimiento económico chino desde los años 80.
Beijing llegó a recibir créditos japoneses con bajos intereses por 25.000 millones de dólares en 2000.
Japón suspendió los préstamos en repudio a la decisión de China de incrementar 12,6 por ciento su presupuesto militar para este año.