Gobernantes de América Central, México y Estados Unidos se reunirán a fines de junio en otro intento por detener la violencia de las numerosas pandillas juveniles o maras, que hasta ahora no han podido controlar las políticas de mano dura ni la batería de acuerdos regionales al respecto.
Así lo informó el presidente de El Salvador, Antonio Saca, quien cumplió este miércoles su tercero y último día de visita oficial a México.
En la primera cumbre de Seguridad y Antimaras, cuya fecha exacta y sede aún están por definirse, participarán los mandatarios del área mesoamericana y altos funcionarios del gobierno estadounidense de Goerge W. Bush.
Desde los años 90 ha ido en franco aumento el número de pandilleros en el Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua, donde a estos grupos se los conoce como maras.
Esos jóvenes son noticia a diario por acciones como decapitaciones, asesinatos, peleas callejeras, venta de drogas, asaltos y violaciones de mujeres, entre otros gravísimos delitos. Además, hay versiones no confirmadas, de que estos jóvenes pueden tener algún tipo de vínculo con terroristas internacionales.
Aunque no hay consenso sobre cuántos son, los cálculos oscilan entre 150.000 y más de 300.000 sólo en América Central y en México.
En tanto, en Estados Unidos se estima que existen unos 15.000 jóvenes integrantes de esos grupos violentos. En los últimos tiempos han aparecido evidencias de que esa modalidad de pandilla habría llegado también a España, donde han sido asesinados jóvenes a manos de adolescentes identificados con maras que serían extensiones de las centroamericanas.
La cumbre antimara anunciada no tiene aún fecha precisa, pero hay urgencia en concertar una estrategia conjunta contra el problema, dijeron a IPS fuentes de la presidencia de México.
Las maras se han salido de las manos de los gobiernos por múltiples factores sociales como la pobreza, el abandono familiar y la ignorancia en la que viven miles de jóvenes de México y América Central, pero también por sus errores en materia de seguridad y administración de justicia, dijo a IPS Santiago Correa, un politólogo experto en temas de seguridad.
Las principales pandillas conocidas en Mesoamérica, la región histórico-cultural que abarca a América Central y gran parte de México, y en Estados Unidos son la Mara Salvatrucha y la Mara 18, muy violentas y con origen en la sudoccidental ciudad estadounidense de Los Ángeles, donde nacieron de la inmigración salvadoreña.
Su tránsito siguió a América Central en los años 90, cuando la mayoría de sus líderes fueron deportados.
Según el presidente de El Salvador, las maras son un cáncer que está carcomiendo poco a poco el tejido social de toda Mesoamérica.
El problema se siente menos en México porque es un país grande, adujo. Pero los pandilleros ya están llegando, ya están penetrando y es cuestión de tiempo, porque el tema es explosivo, advirtió Correa.
El gobierno mexicano de Vicente Fox considera a las pandillas juveniles tema de seguridad nacional.
En los últimos cinco meses, policías mexicanos detuvieron a unos 2.000 pandilleros provenientes de América Central, informaron a IPS fuentes de la secretaría (ministerio) de Seguridad Pública.
Los gobiernos de El Salvador, Guatemala y Honduras optaron por la mano dura contra los maras y realizan periódicas consultas entre sí sobre el tema y reciben asesoramiento de policías estadounidenses. Además, ya han firmado más de una decena de acuerdos para combatir a los jóvenes acusados de crueles crímenes.
Pero esa estrategia extrema es severamente cuestionadas por activistas humanitarios y juristas por entender que ha derivado en violaciones a los derechos básicos de las personas.
El no gubernamental Centro por la Justicia y el Derechos Internacional sostiene que las políticas utilizadas por los gobiernos centroamericanos contra los jóvenes derivaron en detenciones masivas por el sólo hecho de que los sospechosos lleven tatuajes, tengan características distintas a las de otras personas y transiten por territorios determinados.
Ese modo de enfrentar el problema debe revisarse, pues es violatorio de los derechos humanos, puntualizó el Centro.
Los miembros de las pandillas se distinguen por llevar visibles tatuajes en grandes letras góticas y cabellos cortos al estilo militar. Además, usan un lenguaje cifrado de palabras y señas y, para ingresar a las maras, deben seguir rituales especiales, casi todos vinculados a la agresión mutua o contra terceros.
Versiones no confirmadas señalan que en el tema de las pandillas, la policía de México tiene como informante a El Blacky, un veterano de la Mara Salvatrucha de El Salvador.
Según esas versiones, publicada por la prensa mexicana, ese pandillero informó al gobierno de Fox que desde hace varios años sus compañeros de grupo reciben entrenamiento militar por parte de ex soldados y ex guerrilleros y que además tienen contactos con organizaciones terroristas árabes.
Pero los gobiernos niegan públicamente el vínculo de las pandillas con esos grupos fundamentalistas.
Lo que está claro, es que las maras tienen relación con la distribución de droga al menudeo y con mafias de tráfico de armas. También que la gran mayoría sus miembros proviene de familias desintegradas y afectadas por el desempleo.
En su estudio Marginados en México, El Salvador, Nicaragua y Panamá, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe afirma que la marginación social y económica, las dificultades familiares, la deserción escolar, son parte de las razones que empujan a los jóvenes a reconstruir su identidad en las pandillas juveniles.
También inciden en esa conducta el desempleo o subempleo, el desmedido y no planificado crecimiento urbano, la cultura de la violencia, la transculturación, entre otros factores, añade la investigación de esta agencia regional de la Organización de las Naciones Unidas.
El politólogo Correa vaticinó que los pandilleros juveniles permanecerán en Mesoamérica por décadas, pues para reproducirse tienen combustible de sobra, en referencia a la pobreza y la marginación social. (