La onça, como se llama al jaguar en Brasil, entró a la tienda de campaña, arañó con la pata el rostro del cocinero y se llevó su mochila. ¿Por qué justo el cocinero entre 40 trabajadores? Es que el animal eligió al que olía a alimentos, por no bañarse.
Esta es una de las historias que, según el topógrafo Leonardo Ramos, ocurrieron hace casi 20 años, cuando equipos de la estatal compañía brasileña de petróleo, Petrobras, buscaban yacimientos de hidrocarburos y construían instalaciones para extraerlos en medio de la selva cerca del río Urucú, en el corazón de la Amazonia.
Barco y helicóptero eran los únicos medios de transporte a esa región, donde hoy se produce el mejor petróleo nacional, por ser liviano, y también gases. No había helipuerto y se bajaba del helicóptero por sogas y carretes, a veces perdiendo las botas en el fango de la tierra arcillosa, contó Cesar Tavares Pereira, que trabaja en Río de Janeiro pero ya estuvo 112 veces en Urucú.
Ramos y Pereira son dos de los funcionarios de Petrobras que ya frecuentaban los riesgos de la selva amazónica cuando descubrir yacimientos de valor comercial allí aún era un sueño, perseguido desde comienzos del siglo XX.
El éxito llegó en 1986, y dos años después la Provincia Petrolífera de Urucú pasó a producir 3.500 barriles diarios de petróleo, transportados en balsas para ser refinados en Manaos, capital del noroccidental estado de Amazonas, a 650 kilómetros de distancia.
La extracción creció con nuevos pozos y actualmente la zona produce 60.000 barriles (de 159 litros) diarios de petróleo y 10.000 metros cúbicos de gas natural que, procesados, generan 1.500 toneladas diarias de gas de cocina para abastecer a casi toda Amazonia brasileña, además de parte de Bolivia, Colombia, Perú y Venezuela.
Desde 1998, un poliducto de 285 kilómetros lleva el petróleo y el gas de cocina desde Urucú al puerto de Coari sobre el río Solimoes, nombre del Amazonas en su tramo medio, desde la frontera con el Perú hasta el encuentro con el Río Negro, en Manaos.
Desde Coari los hidrocarburos siguen transportados por barco, pero se prevé construir a fines del próximo año un gasoducto que permita aprovechar todo el gas natural extraído de Urucú y llevarlo a Manaos, para abastecer principalmente centrales termoeléctricas.
Hasta ahora la mayor parte del gas natural es reinyectado en los pozos, por falta de contratos de compra.
El uso de ese gas abaratará la electricidad en Manaos, una ciudad de 1,7 millones de habitantes, además de reducir la contaminación y los riesgos de apagones, un problema local que tuvo mucha gravedad en 1998. Se calcula que en diez años el sector público ahorrará cerca de 3.000 millones de dólares y que nuevas industrias se instalarán en el polo industrial de Manaos.
La producción y el transporte de hidrocarburos en un área ambientalmente sensible como la Amazonia se beneficiaron del escarmiento de Petrobras con los grandes accidentes del año 2000, cuando hubo derrames de petróleo en la bahía de Guanabara, que baña Río de Janeiro, y en el meridional estado de Paraná.
Los cuidados se intensificaron desde entonces. La empresa creó más de 900 centros de defensa ambiental cuyos equipos prestan servicios a toda la sociedad (entre ellos combatir incendios), y no sólo en accidentes de su responsabilidad, informó Sven Wolff, gerente general de la Unidad de la Cuenca del Solimoes de Petrobras.
En Urucú toda la basura es empacada para reciclaje o incinerada, el agua servida es tratada y vuelve limpia a la naturaleza, y los claros abiertos en el bosque para obras son reforestados con las mismas especies taladas, destacó Ken Wheeler Araujo, gerente de Marketing, Coordinación y Control de Producción.
Progreso en armonía con la naturaleza es la consigna local. Ruy Menezes, técnico agroforestal, cuida un centro de cultivo con 1.048 plantas de 77 especies de orquídeas que serán devueltas al bosque, y es responsable de la siembra de 200 especies de árboles con 215.000 plántulas.
Un permanente combate contra los mosquitos redujo a casi cero la incidencia de malaria (paludismo) y la Escuela Esperanza alfabetiza y ofrece enseñanza a los empleados de empresas que prestan servicios tercerizados, quienes son la mayoría de los 1.170 trabajadores de Urucú.
El desarrollo llevó a la construcción de un aeropuerto para el transporte de funcionarios a Manaos y ciudades medianas cercanas. El régimen para los empleados de la Petrobras es de 14 días de trabajo en Urucú seguidos de 21 días libres, idéntico al de los que trabajan en las plataformas marítimas. Los tercerizados alternan 14 días de trabajo y 14 de ocio.
El químico Iray James, por ejemplo, es responsable del control de calidad del gas y pasa los días libres con su familia en Natal, capital del nororiental estado de Río Grande del Norte, a unas cinco horas de vuelo de Urucú.
Me encanta Urucú, dijo a IPS, añadiendo que le ofrecieron empleo en un laboratorio en Natal que le interesa desde el punto de vista tecnológico, pero que tratará de volver al corazón de la Amazonia, donde trabaja desde hace nueve años,
No es un ejemplo aislado: la mayoría de los funcionarios de Petrobrás en Urucú viven fuera de Amazonas, e incluso hay uno residente en el sudoriental estado estadounidense de Florida.
Rossineide Gomes Brito, nutricionista de un servicio tercerizado, trabaja en Urucú desde hace cinco años y proviene de Sao Paulo, la gran metrópoli industrial del país y lo más opuesto a la selva amazónica.
Siento orgullo de participar en ese emprendimiento y orgullo de ser brasileño y petrolero, aseguró a IPS Cesar Pereira, gerente de atención a los clientes de Petrobras en Río de Janeiro, que cumplió su 112 viaje a Urucú esta semana, acompañando a diez periodistas extranjeros. Su nacionalismo es un sentimiento generalizado entre los funcionarios de la empresa.