Grupos ambientalistas de Estados Unidos que luchan contra el recalentamiento planetario, heridos por derrotas políticas, la indiferencia del público y reducciones de presupuesto, se acercan paulatinamente a algunas posturas de los neoconservadores.
En su afán por reducir las emisiones de dióxido de carbono —según la mayoría de los científicos la principal causa del cambio climático—, cada vez más activistas comienzan a defender virtudes la energía nuclear, un punto en el que coinciden con el sector más derechista de Estados Unidos, que busca una mayor independencia del petróleo de Medio Oriente.
Los ambientalistas estadounidenses entraron en un período de revisión de estrategias y posturas luego de que varias de las medidas para la protección del ambiente adoptadas por el gobierno del ex presidente Bill Clinton (1993-2001) fueran revertidas por la administración del actual mandatario, George W. Bush.
El ensayo The Death of Environmentalism (La muerte del ambientalismo), publicado en octubre pasado por el analista político Ted Nordhaus y el asesor en relaciones públicas Michael Shellenberger, destaca que el movimiento ambientalista estadounidense tuvo varios éxitos décadas atrás, como la aprobación de una serie de leyes para la protección de las especies en riesgo de extinción, el agua y las áreas verdes.
Pero también señala que los cientos de millones de dólares destinados a la lucha contra el recalentamiento planetario han tenido muy pocos resultados, y subrayó que el movimiento ambientalista carece de una buena relación con la población.
Nordhaus y Shellenberger instaron a los ambientalistas a repensar todo, desde alianzas y estrategias hasta posiciones sobre asuntos clave y su imagen ante la opinión pública.
En los últimos años, el movimiento ambientalista sufrió grandes recortes en su presupuesto y tuvo varias derrotas políticas, como el retiro estadounidense del Protocolo de Kyoto sobre cambio climático y la aprobación de una serie de proyectos de exploración petrolera en tierras vírgenes de Alaska.
Ahora varios líderes ecologistas, como el director ejecutivo de la organización Defensa Ambiental, Fred Krupp, el presidente del Instituto de Recursos Mundiales, Jonathan Lash, y el decano de la Escuela de Estudios Ambientales de la Universidad de Yale, James Gustave Speth, promueven la investigación de los beneficios de la energía nuclear.
En un artículo publicado en la edición de este mes de la revista Technology Review, titulado Herejías ambientalistas, el activista Stewart Brand señaló que quizás la única forma de detener el cambio climático es dejar de emplear combustibles fósiles apelando a la energía atómica.
La mayoría de los científicos coinciden en que el actual ciclo de recalentamiento planetario es causado por los gases invernadero, derivados sobre todo de la quema de combustibles fósiles como el carbón, el petróleo y el gas.
En febrero entró en vigencia el Protocolo de Kyoto, que obliga a naciones industriales a reducir sus emisiones de gases invernadero, el principal de los cuales es el dióxido de carbono.
Bush repudió el Protocolo en 2001 y retiró la firma estampada en él por su predecesor Clinton, por considerar que afectaría gravemente la economía nacional.
Este país produce un cuarto de los gases invernadero del planeta. Sólo el meridional estado de Texas, del que fue gobernador el propio Bush —perteneciente a una familia con intereses en la industria petrolera—, supera las emisiones anuales de Francia.
A comienzos de este mes, Robert Bryce, autor del libro Cronies: Oil, the Bushes, and the Rise of Texas, America's Superstate (Compinches: petróleo, los Bush y el auge de Texas, el superestado), informó en la revista Slate que los ambientalistas están cada vez más cerca de los neoconservadores en ciertas posturas.
El ex jefe de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) James Woolsey y el presidente del derechista Centro de Políticas de Seguridad, Frank Gaffney, dos acérrimos defensores de la invasión estadounidense a Iraq, insisten en desarrollar otras fuentes de energía para reducir la dependencia del petróleo de Medio Oriente.
Los neoconservadores buscan a los verdes sólo por razones geopolíticas, no ambientales, indicó Bryce.
Esta coincidencia entre dos grupos históricamente antagónicos adquiere relevancia tras la divulgación de un proyecto de ley, promocionado por los senadores John McCain, del gobernante Partido Republicano, y Joseph Lieberman, del opositor Partido Demócrata, que otorgaría significativos incentivos financieros al desarrollo de tres nuevas tecnologías nucleares.
Mientras el mundo se acerca a un futuro en que los costos energéticos serán cada vez mayores, el apoyo de algunos ambientalistas a la energía nuclear es predecible, sostuvo el director ejecutivo de la organización no gubernamental estadounidense Wild Wilderness, Scott Silver.
La misión no declarada de muchas organizaciones es lograr un crecimiento sostenible, lo que se traduce en apoyar el crecimiento económico minimizando los daños ecológicos, dijo Silver a IPS.
De esta manera, la lucha contra el recalentamiento planetario no estará dirigida a reducir las huellas de la humanidad en el ambiente, sino a lograr un crecimiento sostenible, explicó.
Al presentar el problema como una cuestión de 'demasiado dióxido de carbono', la energía atómica se convierte en una solución obvia. Para la industria y los neconservadores, el problema no tiene nada que ver con el ambiente. Para ellos, se trata de lograr un crecimiento sostenible durante un período de escasez energética, añadió.