Arlene, Bret y Cindy en el océano Atlántico, Adrián, Beatriz y Calvin en el Pacífico, son los nombres de las primeras tormentas que caerán hasta noviembre sobre la franja tropical de América. Nadie desea que se conviertan en huracanes, difíciles de resistir para una región debilitada en sus defensas climáticas.
En los últimos años, los países se prepararon para enfrentar huracanes, pero aún falta mucho por hacer, sobre todo en materia de prevención, y ése es un asunto pendiente importante, dijo a IPS el encargado de Recursos Naturales de la oficina para América Latina y el Caribe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma), Julio Calderón.
El experto espera que la nueva temporada de huracanes no produzca los daños y muertes de años anteriores, a pesar de que los escudos levantados hasta ahora son incompletos.
Sobre las costas de América Central, las islas del Caribe, México y el sur de Estados Unidos, arremeterán este año entre 12 y 15 tormentas tropicales, de las cuales siete o nueve se convertirán en huracanes, tres de ellos de gran intensidad, pronosticó la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos, la mayor autoridad mundial en la materia.
Será una temporada por encima de lo normal, advirtió el organismo.
Los potenciales afectados activaron en las últimas semanas comités de emergencias y defensa civil, mientras los meteorólogos afinaron la vigilancia. Pero no es posible comparar la prevención y planes de contingencia de Estados Unidos con los de países centroamericanos o caribeños.
Las tormentas tropicales y su pariente mayor, el ciclón —que en América es llamado huracán—, se forman cuando aumenta la temperatura de los océanos en latitudes cercanas a los trópicos, lo que sucede entre junio y noviembre en el hemisferio Norte.
Calderón asistirá entre este miércoles y el viernes a una reunión en La Habana, donde autoridades de defensa civil de los países del Caribe ajustarán estrategias de cooperación y acción frente a los huracanes.
En septiembre de 2004, el huracán Iván atacó con fuerza a varios países de la zona, dejando más de 120 muertos y destrucción material valuada en varios millones de dólares. En la pequeña Granada, con poco más de 100.000 habitantes, casi 90 por ciento de las edificaciones fueron destruidas.
Otro huracán devastador fue Jeanne, que en ese mismo mes mató a más de 1.400 personas en Haití.
En sistemas de monitoreo e investigaciones científicas hubo avances importantes en los últimos años para enfrentar desastres naturales como los huracanes, pero falta avanzar en lo que a prevención se refiere, insistió el funcionario del Pnuma.
Algunos científicos piensan que los huracanes son cada vez más letales debido al recalentamiento global, atribuido a la acumulación de gases en la atmósfera por la quema de combustibles fósiles. Sin embargo, hay quienes sostienen que la fuerza de las tormentas tropicales obedece a ciclos naturales que se manifiestan desde hace miles de años en el planeta.
Según un estudio del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, dado a conocer en Ginebra en febrero de 2004, Honduras y Nicaragua son los países más vulnerables a los huracanes en la franja tropical de América.
Al contrario, Cuba está adecuadamente preparada, pues tiene buenas políticas de prevención, señala la investigación de esa agencia.
Cuando Iván arrasó varias zonas del Caribe, Cuba puso en marcha una veloz evacuación de miles de personas, evitando muertes.
Investigaciones del Pnuma indican que el efecto destructivo de los huracanes se multiplica en la franja tropical de América por el deterioro ambiental de la zona, la intensa deforestación y la degradación de sus suelos. Además, millones de residentes viven en lugares inadecuados.
El huracán Mitch, por ejemplo, afectó severamente en 1998 a los países de América Central, dejó 9.214 muertos, más de un millón de damnificados y daños materiales por 6.000 millones de dólares.
Si la región hubiese contado con mejores condiciones ambientales y programas de defensa civil más desarrollados, esos daños hubieran sido menores, sostienen los expertos.
Entre 1970 y 2001, los desastres naturales provocaron en América Latina y el Caribe 246.569 muertes, afectaron en diverso grado a 144 millones de personas y causaron pérdidas materiales estimadas en unos 68.600 millones de dólares, indicó el Pnuma.