Un 4 de mayo de 1980, llegó a su fin una era de un país llamado Yugoslavia, con la muerte de quien fue su líder durante 27 años, el mariscal Josip Broz Tito.
Veinticinco años después, Yugoslavia ya no existe. Pero el legado de Tito persiste más allá de ideologías y del régimen capitalista instaurado en los nuevos países que surgieron tras la desintegración de esa federación.
Algunos intentan desesperadamente cambiar la historia, dijo a IPS el nieto de Tito, Josip Broz, de 58 años. Broz es dueño de un restaurante tradicional serbio en Belgrado, y siempre ha permanecido al margen de la política.
Pero me complace mucho que tanta gente diga que la mejor parte de su vida fue bajo el gobierno de Tito. Los suyos fueron años de paz, progreso y creación. Después, todo fue destrucción, manifestó.
Tito, de origen croata y esloveno, fue el líder indiscutido de la antigua Yugoslavia después de la segunda guerra mundial (1939-1945), cuando sus tropas comunistas liberaron al país de la ocupación alemana.
La federación de seis naciones se desintegró en las sangrientas guerras de la década de 1990, apenas un decenio después de la muerte de Tito, dando lugar a Eslovenia, Croacia, Bosnia-Herzegovina, Macedonia, y la unión de Serbia y Montenegro, a un costo de 250.000 vidas.
Ahora, quienes fueron compatriotas intentan restablecer las relaciones, pero el antagonismo y el odio étnico se imponen.
Uno de los instrumentos utilizados para el propósito de la independencia de los nuevos países fue un esfuerzo organizado para borrar los buenos recuerdos de la memoria popular, dijo a IPS el historiador Todor Kuljic. Desde 1991 en adelante, hubo un lavado de cerebro colectivo en relación con la obra y la era de Tito, agregó.
La propaganda oficial en los nuevos países ocultó algunos de los mayores logros de Tito, como su papel en el Movimiento de Países No Alineados que fundó a principios de los años 60 junto a los líderes Jawaharlal Nehru y Gamal Abdel Nasser, de India y Egipto, respectivamente.
El recuerdo de Tito todavía es fuerte en muchos de aquellos países no alineados con el bloque soviético ni con el capitalista occidental, como Iraq, donde muchos camioneros croatas o serbios colocan su fotografía en el parabrisas para la buena suerte.
Su posición de ni oriental ni occidental en plena guerra fría, le valió al régimen de Tito una reputación de comunismo con rostro humano.
Cuando el país comenzó a desintegrarse en 1991, los críticos empezaron a referirse a su régimen de partido único como de dictadura. Fue parte del proceso de disolución del bloque socialista, marcado por reclamos de democracia, libertad y apertura económica.
La ocultación no podía durar para siempre, y ahora experimentamos un resurgimiento del pasado que a los jóvenes no se permitió conocer en los últimos 15 años, opinó Kuljic.
En todo el territorio de lo que fue la antigua Yugoslavia se inauguraron cafés y restaurantes con el nombre Tito.
Ya sea en Banjaluka o Sarajevo, Bosnia-Herzegovina, en Ljubljana, Eslovenia, o en Belgrado, Kragujevac y Nis, Serbia, numerosos comercios exhiben recuerdos de la era de Tito y atraen a miles de clientes.
Kumrovec, la localidad natal de Tito, cercana a la capital croata Zagreb, es la favorita de los turistas internos y extranjeros.
Vine a recordar esos tiempos en que Dios caminaba sobre la Tierra, expresó Mirna Strabek, de 55 años, en Zagreb. Sí, Croacia es independiente ahora, pero nuestra vida no puede compararse con la de aquella era, dijo a IPS.
La tumba de Tito, en Belgrado, se ha vuelto un punto de atracción. Autobuses procedentes de Sarajevo, Ljubljana o Zagreb llenan las calles que rodean el monumento recordatorio a Tito, y su Tren azul —utilizado en exclusiva por el mariscal y en el que solía efectuar reuniones con otros líderes— fue revivido como atracción turística el pasado enero.
Cuando se reinauguró en la ciudad de Mostar, Bosnia-Herzegovina, un puente de cuatro siglos de antigüedad que había sido destruido en la guerra de 1992-1995, el pasado verano boreal, los souvenirs más vendidos fueron estatuillas de Tito.
No sorprende, dijo entonces a IPS el vendedor Zaim Smajic, de 45 años. En los tiempos de Tito había progreso, cada día era mejor que el anterior… En cambio, lo que vivimos en la última guerra fue como el fin del mundo, manifestó.
En Ljubljana, capital de Eslovenia, se instaló en diciembre una estatua de Tito frente a las oficinas del gobernante Partido Nacional Esloveno. Hace un año, Eslovenia se transformó en la única ex república yugoslava en integrarse a la Unión Europea.
Mientras, otras ex repúblicas luchan todavía por superar el legado de la guerra y la transición a una economía de mercado, que han provocado gran desempleo y pobreza.
La nostalgia es una cosa, y la definición de los años del gobierno de Tito es otra, dijo a IPS el profesor de sociología Ratko Bozovic.
Es una era que precisa un análisis objetivo de historiadores, sobre todo su papel antifascista. Pero ese análisis sólo podrá hacerse cuando las pasiones se hayan aplacado y toda la región entre en aguas más calmas que las que atraviesa actualmente, concluyó. (