El presidente boliviano Carlos Mesa, que dos veces este mes propuso dejar anticipadamente el cargo para zanjar la crisis de gobernabilidad en su país, tomó una bocanada de aire fresco al instalar en esta ciudad autonomista la conferencia de la Coalición Internacional para el Acceso a la Tierra.
No podremos resolver nuestras diferencias si la cuestión de la tierra no se resuelve, dijo Mesa a delegados de organizaciones no gubernamentales de 30 países del Sur en desarrollo. Pero hay que romperle el espinazo a las posiciones ultrarradicales para encontrar una solución: es necesario ceder desde los extremos, aseveró.
Su prédica con respecto a la tierra se asemejó a su propuesta política de concertar y negociar salidas a la crisis de gobernabilidad, con una efervescencia social marcada por las protestas de pobladores suburbanos de El Alto, la empobrecida ciudad cercana a La Paz, y los campesinos e indígenas que bloquean los caminos durante días, en apoyo por ejemplo de una ley de hidrocarburos con altas exigencias a las concesionarias.
Se agrega la posición autonomista de la provincia de Santa Cruz, en las prósperas llanuras del oriente, cuyos gremios de grandes ganadores y agricultores —soja, algodón y caña de azúcar—, así como la prensa regional, enfrentan al presidente por negarse a usar mano dura contra los bloqueadores que impiden la salida de camiones a los mercados y por dar marchas y contramarchas con el tema de su renuncia
Mesa dijo en la cita de este lunes que esta bella ciudad de Santa Cruz representa el eje del problema y probablemente deberá representar el eje de la solución al problema de la tierra en nuestro país.
Aunque no incursionó ante la conferencia de la Coalición de la Tierra en cuestiones de política nacional, Mesa mostró al cabo de muchos días de asedio interno que está al frente de la estructura del Estado y es el puente de interlocución para los asuntos de su país delante de cualquier foro internacional.
Adicionalmente, el foro de la Coalición le sirvió para una rápida visita a la capital económica del país donde el rechazo al mandatario según sondeos de la prensa local es de casi dos de cada tres habitantes, en tanto el mayor respaldo a Mesa está entre habitantes de La Paz.
El mandatario explicó que las dictaduras militares padecidas por el país en los años 60, 70 y 80 del siglo XX permitieron un manejo atrabiliario de las tierras y de su propiedad, por lo que en la década pasada una nueva ley de reforma agraria reconoció los derechos de propiedad comunitaria y territorio originario, que invocan los pueblos indígenas de la Amazonia boliviana, al este y norte de Santa Cruz.
La atención de los derechos originarios es importante porque, en el último censo, 62 por ciento de los bolivianos afirmaron pertenecer a algún pueblo indígena, dijo.
Mesa hizo un paneo de los sectores que pugnan por tierra, y en cuyos extremos están los grandes propietarios de la agricultura, agroindustria y explotaciones forestales, y los pequeños campesinos sin tierra y las comunidades indígenas radicalizadas.
¿Cómo compatibilizar posiciones extremas que no ven la escala de posibilidades y reclaman soluciones inmediatas, si es preciso con violencia?, se preguntó el presidente. Mi gobierno hará frente a las dos posturas radicales, y buscará construir un escenario de paz para el diálogo y la negociación, aseveró.
Insistió en que hay que buscar soluciones estructurales, en un país que vive en extrema pobreza, con exclusión y hasta racismo, y donde pareciera que con sus casi 1.100.000 kilómetros cuadrados puede entregarle tierras sin límites a todos.
Pero la verdad es que las mayores extensiones son suelos con vocación forestal, en tanto las tierras con vocación agrícola son cada vez más pocas, con una peligrosa expansión de la frontera agrícola y de migraciones cada vez más masivas que presionan sobre los bosques y sobre los fundos que están en producción, agregó.
Según Mesa, es perfectamente posible que el gran productor y el pequeño convivan y sean eficientes, pero el drama de la tierra en este país hay que enfrentarlo con serenidad y respuestas claras. El actual no es el mejor escenario, hay que bajar la confrontación y la emotividad, dijo.
En su criterio, el mundo rural boliviano es para los pobres algo parecido a un infierno, una fábrica de pobres para las ciudades y las alternativas que deben construirse están en el mundo municipal y en el reconocimiento de que la tierra es un concepto más que económico, también espiritual, que en el caso de los bolivianos del occidente andino remite a la Pachamama o madre tierra, concluyó.
Casi 70 por ciento de los 8,5 millones de bolivianos viven en la pobreza.
Entretanto, la clase política boliviana sigue deshojando la margarita sobre la convocatoria este año de una asamblea constituyente, para zanjar estas controversias y refundar las instituciones del país, y una comisión parlamentaria, encabezada por el senador Carlos Sandy, tiene prácticamente listo un llamado a la asamblea para que se conforme y trabaje a partir de junio.
La constituyente sería el escenario donde chocarán o negociarán las fuerzas sociales que contienden por la tierra, y cuyos extremos están en los grandes propietarios de Santa Cruz y en las comunidades indígenas y campesinas que reclaman predios comunitarios y poder político para las alianzas que han constituido, junto a los sindicatos tradicionales y nuevas formaciones de izquierda.