La oferta de canje de la deuda externa argentina logró una aceptación de 76 por ciento de sus acreedores, resultado que reduce el peso del endeudamiento del país y mejora su capacidad de pago, pero que dejó además numerosas lecciones.
En un acto encabezado por el presidente Néstor Kirchner, el ministro de Economía, Roberto Lavagna, anunció que sobre un total de 81.800 millones de dólares en bonos impagos desde diciembre de 2001, ingresaron en las distintas opciones del canje ofrecido papeles por valor de 62.200 millones de dólares.
La reprogramación de los plazos y la quita propuesta, que superó 50 por ciento, tuvo un tímido apoyo de los gobiernos latinoamericanos.
Es probable que con un mayor apoyo regional la reestructuración hubiera sido más profunda, pero nunca lo sabremos, dijo a IPS el economista Julio Gambina, de la Asociación para una Tasa a las Transacciones financieras de Ayuda al Ciudadano (Attac).
Eufórico por el resultado, el presidente consideró este jueves que el final del canje marcó un hito en la historia económica argentina y remarcó que se trata de la remoción de uno de los principales obstáculos para el desarrollo económico y social del país que aún tiene muchos desafíos por delante, reconoció.
El proceso de canje se había abierto el 14 de enero, tras 37 meses de default (cese de pagos) y culminó el 25 de febrero. El gobierno presentó este jueves solo cifras preliminares —las definitivas estarán el 18 de este mes— y no hizo referencias al destino que tendrán los bonos de los acreedores que se abstuvieron de tomar la oferta.
La adhesión mayoritaria de los acreedores permitirá que la deuda externa pública se reduzca de casi 190.000 a 125.000 millones de dólares, observó el ministro Lavagna. La relación entre deuda y producto interno bruto, que era de 113 por ciento en 1991, será ahora de 72 por ciento.
El ministro destacó que la participación en el canje fue amplia en diversidad de monedas y jurisdicciones, y explicó que como consecuencia de la reestructuración bajó de 66 a 37 por ciento la deuda en dólares, al tiempo que subió de 3 a 37 por ciento la deuda en pesos, la moneda local.
También destacó que se reduce en un tercio el monto que se destinará a la cancelación de intereses en el próximo año respecto a lo que se destinaba en 2001.
Pero tanto Kirchner como Lavagna remarcaron la necesidad de recoger lecciones del canje de deuda, muy criticado por los acreedores pero también por organismos financieros multilaterales y economistas liberales, quienes habían vaticinado su fracaso por ser una oferta insuficiente.
El canje vive la paradoja de recibir críticas desde sectores opuestos. Dirigentes izquierdistas de Argentina tampoco aceptaron las condiciones de la renegociación por considerar que la deuda debió ser investigada y no legitimada mediante un canje, y porque, aun con la reducción obtenida, el endeudamiento sigue elevado.
Kirchner insistió en la necesidad de avanzar en una propuesta argentina que recomendaba otorgar un trato especial a pequeños acreedores y tenedores originales de bonos en detrimento de los grandes acreedores, muchos de los cuales compraron títulos incluso cuando ya se había declarado el default.
Lavagna puntualizó que el proceso de reestructuración mostró que la política de no endeudarse es fundamental para sostener el equilibrio macroeconómico y ganar márgenes políticos de libertad para fijar políticas económicas, sobre todo ante los organismos multilaterales de crédito.
Argentina dejó de acudir a los mercados de capitales desde que declaró el cese de pagos y no aumentó su exposición ante los organismos multilaterales de crédito. No obstante, la economía creció en los dos últimos años, y en ese mismo período se obtuvo superávit fiscal y se canceló deuda con los organismos.
Lavagna también consideró imprescindible atar los compromisos de pago al crecimiento económico, no al ajuste de la economía. Y subrayó que ningún artilugio financiero reemplaza al crecimiento económico para generar capacidad de pago.
Kirchner admitió que el crecimiento económico no será suficiente, si su gobierno no avanza en la reducción de la pobreza, la redistribución del ingreso, la creación de empleo decente y la reducción de la deuda aún después de la reestructuración.
La propuesta de canje y las periódicas renegociaciones del acuerdo de este país con el Fondo Monetario Internacional (FMI) no contaron con el respaldo que Buenos Aires hubiera querido de parte de sus socios en el Mercosur, sobre todo de Brasil.
El miércoles, en una cumbre celebrada en Montevideo, Kirchner y los presidentes Luiz Inácio Lula da Silva, de Brasil, y Hugo Chávez, de Venezuela, acordaron discutir una posición común frente a las agencias financieras multilaterales, Pero el venezolano fue el que llegó más lejos.
Chávez anunció que su país comprará 500 millones de dólares en nuevos títulos de la deuda argentina.
El nuevo gobierno izquierdista de Uruguay, encabezado desde el martes por Tabaré Vázquez, no se manifestó sobre la renegociación de la deuda argentina. Pero su ministro de Agricultura, José Mujica, dijo esta semana que prevaleció la falta de solidaridad y la cobardía de la región.
Ahora, en parte por Argentina, los organismos financieros podrían tener espacio para visiones más heterodoxas, rescató Mujica.
Para Gambina, el discurso de Buenos Aires, que confronta con el FMI y plantea una quita importante del endeudamiento, es analizado por sectores de la izquierda internacional como una alternativa, un camino a seguir que merece apoyo de los gobiernos progresistas latinoamericanos.
No obstante, justificó las críticas porque Buenos Aires eludió la investigación sobre el origen fraudulento de la deuda, y puso en duda la posibilidad de pagar las acreencias sin comprometer intereses nacionales fundamentales como la mitigación de la pobreza.
Internacionalmente, el discurso de Kirchner contra el FMI impacta mucho más que la realidad que muestra que el gobierno argentino consideró a ese organismo como un acreedor privilegiado y le pagó puntualmente todos los vencimientos, sin refinanciar ni aplicar quitas a esa deuda, subrayó el economista.
Es muy probable que con mayor acompañamiento de la región se hubiera ido más lejos, dijo Gambina. Aunque se diga que Argentina tiene un discurso más duro de lo que es su posición real, debemos admitir que Brasil ni siquiera la acompañó en el discurso, finalizó. (