En un gesto sin precedentes, el presidente de Argentina, Néstor Kirchner, convocó a los consumidores a boicotear los productos de la compañía petrolera británico-holandesa Shell como rechazo a un aumento injustificado en el precio de los combustibles.
Los argentinos no le tienen que comprar nada a Shell. Hagamos una causa: no le compremos nada, ni una lata de aceite, que se den cuenta que no soportamos más este tipo de acciones, propuso el mandatario este jueves ante la suba de entre 2,6 y 4,2 dispuesta el miércoles por Shell en los precios de sus productos.
La compañía justificó el aumento por el alza del precio internacional del petróleo. Por ahora, sus competidoras en el mercado local se abstienen de una medida similar.
La presidenta del Centro de Educación al Consumidor, Sandra Andrada, dijo a IPS que el boicot es una estrategia madura, la mejor que se utiliza en los países en los que rige el libre mercado para regular los precios, y consideró una novedad que, en este caso, la campaña sea convocada por un presidente.
No fuimos consultados previamente pero nos parece una decisión muy oportuna porque servirá como advertencia para que otras empresas sepan lo que puede ocurrirles si aumentan los precios en forma compulsiva, remarcó Andrada.
El economista Claudio Lozano, de la Central de Trabajadores Argentinos, dijo a IPS que el boicot es una estrategia interesante ya que las empresas que aumentan los precios injustificadamente, en un contexto de ganancias extraordinarias, y requieren alguna forma de disciplinamiento.
Para Lozano, diputado de la oposición, los aumentos no se justifican porque la estructura de costos no sufrió alteraciones, la demanda interna se mantiene estrecha y aún hay capacidad instalada ociosa en la mayoría de las empresas.
Tampoco consideró que la suba de precios se debiera a presiones salariales. Al contrario, el poder adquisitivo de los salarios está 15 por ciento debajo del que tenían antes del colapso económico y social de fines de 2001, y las empresas grandes tienen margen para elevar los sueldos.
Pero si el gobierno está decidido a presionar a las empresas transnacionales para que mantengan a raya los precios, debería dar un estatus orgánico a sus medidas y, además de llamar a un boicot, proponer leyes anti-monopólicas o de abastecimiento en sectores claves.
La regulación estatal debe acompañar la movilización ciudadana, dijo Lozano.
Kirchner efectuó su llamado de modo sorpresivo, durante un acto en la Casa Rosada (sede del gobierno) para anunciar la distribución de uniformes escolares a los estudiantes más pobres. En ese contexto, dijo que de manera pacífica los consumidores deben rechazar los productos de la marca Shell en protesta por la suba de precios.
No hay mejor acción que, entre comillas, este boicot nacional del pueblo a quien se está abusando del pueblo, abundó el presidente, y agradeció que competidoras como la española YPF-Repsol y la brasileña Petrobras no sigan a Shell en los aumentos.
La suba de los combustibles, como la registrada en los precios de productos de otros rubros (carnes y materiales de construcción), está en el centro de la preocupación gubernamental debido al impacto que tienen en el costo de vida.
De acuerdo con proyecciones oficiales y privadas, a fines de este mes el índice de inflación del primer trimestre podría ser casi igual al de todo el año 2004, que fue de 3,7 por ciento. Entre enero y febrero los precios subieron 2,5 por ciento y se aguarda otro punto porcentual adicional para fines de marzo.
Un habitante del distrito de Arroyito, en la central provincia de Córdoba, dijo a IPS que en esa pequeña ciudad donde se asienta la fábrica de alimentos Arcor, que exporta golosinas, los aumentos de salarios ordenados por el gobierno en diciembre fueron absorbidos por la poderosa compañía.
Cobramos con aumento y enseguida notamos la suba de precios de los alimentos que fabrica la empresa. Los comerciantes dijeron que era por las fiestas (de Navidad y Fin de Año), pero después los precios no bajaron, comentó el residente de Arroyito, que no quiso dar su nombre pues es empleado de Arcor.
La inflación, controlada desde inicios de la década de 1990, volvió así a la agenda de preocupaciones oficiales, sobre todo luego que se cerró con éxito la reestructuración de la deuda pública, que estaba impaga desde diciembre de 2001.
Casi la mitad de los 37 millones de argentinos son pobres.
La cuestión de los aumentos de precios estuvo este jueves en las portadas de los periódicos. El presidente había criticado la búsqueda de una rentabilidad desmedida por parte de algunas empresas, se había manifestado indignado con sectores monopólicos y acusó concretamente a Shell de falta de colaboración.
Del mismo modo disparó contra los ganaderos que aumentaron el precio de la carne para consumo interno. Me parece muy bien que al sector de la carne le vaya bien y aumente sus exportaciones, pero que no suban los precios al consumo interno, había advertido Kirchner el miércoles.
Mas tarde advirtió que no toleraría un rebrote inflacionario. Vamos a trabajar con toda la firmeza y a tomar medidas en forma paulatina. No vamos a estar mirando cómo suben los precios sin hacer nada, advirtió.
Casi al mismo tiempo, dirigentes del movimiento de desempleados se trasladaron hasta la sede de Shell en Buenos Aires para expresar su repudio a los aumentos. El dirigente Luis D'Elía, de la Federación de Tierra y Vivienda, consideró que la petrolera quiere sabotear el proceso de salida de la crisis argentina.
D'Elía anunció que el movimiento de desempleados invitará a todos los ciudadanos a no comprar productos de Shell, y si los precios no bajan, bloqueará los accesos a todas las gasolineras de la compañía por atentar contra el conjunto de los argentinos, y especialmente contra los más pobres.