En China, el impresionante crecimiento económico depende de la energía, 70 por ciento de la energía depende del carbón, y la industria del carbón depende de la vida de mineros que trabajan en condiciones infrahumanas.
La muerte esta semana de 213 trabajadores por una explosión en una mina de carbón en Fuxin, en la nororiental provincia de Liaoning, empañó el fin de las celebraciones del Año Nuevo Chino. Informes de prensa señalaron que el accidente fue el peor de la industria desde 1942, siete años antes de la fundación de China comunista.
En China se registran 80 por ciento de las muertes por accidentes en minas de carbón. Sólo en 2004, perecieron 6.027 trabajadores en 3.639 desastres mineros, o un promedio de 16 al día, según cifras oficiales.
Sin embargo, las cifras del gobierno suelen excluir a los campesinos que trabajan en pequeñas minas colectivas o privadas, que producen una parte importante del carbón nacional. Estas minas más pequeñas carecen en general de fondos para realizar obras de ingeniería y ventilación adecuadas.
Según fuentes independientes, las víctimas fatales de la minería ascienden a 20.000 por año, a medida que la industria del carbón se ocupa de saciar el voraz apetito de energía de una economía que en 2004 creció oficialmente 9,5 por ciento.
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Mientras la producción industrial aumenta, los suministros de combustibles fósiles disminuyen, forzando a las autoridades a emprender un acelerado programa de inversiones en centrales de energía, en su mayoría a carbón.
China, el país más poblado del mundo, es el mayor productor de carbón. El año pasado, sus minas produjeron 1.900 millones de toneladas, 10 por ciento más que el año anterior.
Pero eso no basta para alimentar la economía del gigante asiático, con 1.300 millones de habitantes, cuyo gobierno planea construir otras 562 centrales a carbón en los próximos ocho años.
Este imparable crecimiento industrial tiene también un enorme costo humano. Estadísticas oficiales indican que 25 millones de personas padecen enfermedades relacionadas con su trabajo.
Sin embargo, esa cifra podría ser una grosera subestimación, porque fueron extraídas de empresas públicas que integran el sistema de seguridad social, con responsabilidad por la salud y seguridad de sus trabajadores.
En cambio, la mayoría de los empleos creados desde el comienzo de las reformas económicas, en los años 80, surgieron en empresas rurales o privadas, que en general prestan escasa atención a las normas de seguridad.
En 2002, China aprobó leyes sobre salud y seguridad laboral y lanzó medidas de control en todo el país. Las autoridades prometieron llamar al orden a los pequeños operadores mineros que pasaban por alto las normas de seguridad en forma flagrante para obtener más beneficios económicos.
Sin embargo, los últimos cuatro meses han sido los más mortales para los mineros desde que Beijing prometió tomar esas medidas. La mayoría de los accidentes fatales ocurrieron en grandes minas del Estado, cuyos administradores están obligados a invertir en instalaciones de seguridad.
En noviembre, un desastre minero provocó la muerte a 166 trabajadores en la mina de carbón de Chejiashan, en la provincia de Shaanxi. Otro accidente registrado en China central en octubre cobró la vida de 148 mineros.
Y a pocas horas del desastre de Fuxin, el lunes 14, otra explosión mató a cinco mineros en el suroeste del país.
El diario oficial China Daily atribuyó el aumento de estos accidentes a la creciente necesidad de energía. La grave escasez nacional de energía presiona a las minas de carbón para que aumenten su producción, y esto incrementa el riesgo de accidentes, señaló el diario.
Este año, Beijing otorgó nuevas potestades al organismo de regulación ambiental, la Agencia Estatal de Protección del Ambiente, con la intención de mejorar las condiciones de trabajo en el sector de la energía.
Pero los críticos señalan que el gobierno debe asumir mayor responsabilidad en la prevención de tragedias industriales, y atribuyen las fatalidades no sólo a la deficiencia de las normas de seguridad sino también a la falta de control y ejecución de esas normas.
Las minas están sobrecargadas y esto crea condiciones propicias para accidentes. Cuando estos desastres ocurren en grandes minas, cobran más vidas en que en pequeñas minas privadas, observó Qiu Feng, especialista en seguridad industrial.
Los expertos señalan que las compensaciones pagadas a las familias de los mineros fallecidos son muy bajas, ya que oscilan entre el equivalente a 12.000 dólares para las minas privadas y 60.000 dólares para las grandes firmas mineras públicas.
A sabiendas de que pueden comprar el silencio de los familiares de las víctimas con poco dinero, los administradores de las minas no consideran conveniente realizar grandes inversiones en ventilación y equipos de seguridad.
La mortal serie de desastres mineros ha sido particularmente embarazosa para el presidente Hu Jintao y el primer ministro Wen Jiabao.
Desde que asumieron el poder en 2002, ambos líderes han defendido en sus discursos el bienestar de la gente común y promovido la transparencia en todos los casos de desastre.
En 2003, al comienzo del Año Nuevo Chino, Wen descendió al pozo de una mina de carbón para compartir una comida con los trabajadores, en un gesto que se consideró un tributo al grupo social que paga el precio más alto por el progreso económico del país.