En el filme Señoras y Señores (1965) del italiano Pietro Germi, un sacerdote católico garantiza en su sermón que la Iglesia no hace política, pero pide votar por un partido que sea al mismo tiempo demócrata y cristiano. La escena no es ficción en Portugal, sino parte del debate electoral.
En la campaña electoral que concluirá el domingo 20 de febrero con la renovación anticipada del parlamento unicameral, la Iglesia Católica decidió enviar un mensaje moral a los 8,9 millones de sufragantes, recomendando el voto por los partidos que defienden el derecho a la vida.
Se trata, dicen los críticos, de inducir al electorado a votar por el gobernante Partido Socialdemócrata (PSD, conservador pese a su nombre) o por el ultra nacionalista Centro Democrático Social (CDS), que defienden el mantenimiento de la ley vigente sobre el aborto, la menos flexible de las legislaciones de los 25 miembros de la Unión Europea (UE).
Este sentir de la Iglesia fue expresado el lunes por el portavoz del patriarcado de Lisboa, Agostinho Jardim Gonçalves, cuando afirmó en la radioemisora católica Renascença que los obispos pedían a los portugueses votar de acuerdo a los principios religiosos.
Esos principios, de defensa de la vida y contra la interrupción voluntaria del embarazo, son con frecuencia citados por el cardenal patriarca de Lisboa, José Policarpo.
Pero esta vez adquirieron especial dimensión, ya que de confirmarse los vaticinios de todas las encuestas, la derecha lusitana no superará 38 por ciento de los votos, y el secretario general del Partido Socialista (PS), José Sócrates, será el nuevo primer ministro, con una probable mayoría absoluta.
En diciembre, el presidente Jorge Sampaio convocó a elecciones legislativas anticipadas tras retirar su confianza al primer ministro Pedro Santana Lopes, líder del PSD que había sustituido en julio al actual presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso.
Santana Lopes gobernó durante cuatro meses y medio en una gestión caracterizada por una serie de contradicciones y luchas intestinas.
El primero en reaccionar al llamado de la Iglesia fue el líder del Bloque de Izquierda (BI), Francisco Louçã. Un país donde hay una norma religiosa para imponer un voto, es un país sin libertad religiosa, dijo.
No obstante, el dirigente del partido más a la izquierda del abanico político lusitano se mostró confiado en que cada cristiano votará de acuerdo con su conciencia y nadie es dueño de esa conciencia, porque solo así se puede vivir en democracia.
Es un acto de autoritarismo pensar que alguien determina o impone su voto a los ciudadanos libres, opinó Louçã y añadió que ésta es una forma de menospreciar a los propios católicos.
Analistas políticos coinciden en que el episodio puede generar cierto conflicto entre la Iglesia y los creyentes que desean escoger libremente, tal como estipula la Constitución de la República, que garantiza un Estado laico.
El CDS se apresuró el miércoles a salir en defensa de la Iglesia, fustigando a la izquierda, que no tiene legitimidad para criticar a un padre que alerta sobre la necesidad de que en política, los electores decidan coherentemente con sus opciones religiosas.
El Partido Comunista comparte abiertamente las posiciones del BI sobre el aborto, y el PS está dividido entre los tradicionales históricos y un sector más conservador, del que hace parte el propio Sócrates.
Pero toda la izquierda lusa, aunque no se presenta unida a los comicios, critica la postura de la Iglesia. Y con casi 60 por ciento de las preferencias, según encuestas, se constituye proporcionalmente en la más fuerte de la UE.
De acuerdo con varios estudios sociológicos, para la inmensa mayoría de los 10,5 millones de portugueses escoger un modo de vida es algo estrictamente privado que no debe hacer parte del debate político.
El 28 de junio de 1998 un referendo nacional sobre el aborto dio el triunfo a los sectores más conservadores, en gran parte por la declaración pública a favor de su prohibición del entonces líder socialista Antonio Guterres, primer ministro del gobierno que integraba Sócrates.
Políticos e intelectuales de izquierda y sectores más liberales del PSD impulsaron la consulta con el propósito de sacar a Portugal del trío de países con leyes más restrictivas sobre el aborto en Europa, junto con Irlanda y Polonia.
Pese a que en esas dos naciones también existen leyes muy duras contra el aborto, Portugal es el único del bloque europeo en el que las mujeres que deciden abortar (incluidas aquellas que fueron violadas), son condenadas a penas hasta de tres años de prisión, con la consecuente humillación pública cuando la sentencia es leída en los tribunales.
Toda la izquierda, inclusive los sectores católicos del PS, proponen moderar la ley, adoptando una norma similar a las del resto de la UE, proyecto que choca frontalmente la línea ultra conservadora del CDS, que durante la última revisión constitucional de 2002 intentó sin éxito introducir el concepto de personalidad jurídica del feto.
La Conferencia Episcopal Portuguesa (CEP) se limitó a recordar que su postura está reflejada en una nota oficial divulgada en diciembre pasado.
La CEP había instado a los ciudadanos a apreciar las soluciones objetivas que nos son propuestas para el gobierno de la nación, y para tal es importante evaluar su justeza, su viabilidad y su consonancia con los principios de la dignidad humana, del respeto por la vida y de la dimensión social que todas las políticas deben tener.
Para los cristianos, el criterio de evaluación es el Evangelio y la doctrina social de la Iglesia, concluía la nota del cónclave de los obispos.