Simpatizantes del insurgente Partido Comunista de Nepal (Maoísta) exiliados en India apoyan la huelga armada dispuesta por sus camaradas dentro del país, contra el golpe de Estado encabezado por el rey Gyanendra el 1 de este mes.
"El gobierno nepalés ha fracasado y no logró sacar a la gente de la pobreza. Nosotros nos hemos visto obligados a venir a India para sobrevivir", dijo Tika Shirish, de 28 años y originaria de Bardia, una localidad del oeste de Nepal.
Shirish participó el domingo, junto con miles de nepaleses, en la conmemoración del 10 aniversario del inicio de la guerrilla maoísta, cuyo objetivo es establecer una república comunista. La organización está inspirada en la peruana Sendero Luminoso.
"Nuestra última esperanza es este partido. Esperamos que una república pueda hacer frente a los problemas que afrontamos", dijo la mujer, mientras secaba el sudor del rostro de su hijo de siete años.
La insurgencia comenzó en febrero de 1996 en los remotos distritos montañosos del medio oeste de Nepal, en forma de protestas contra la profundización de la brecha entre ricos y pobres y la marginalización de las castas inferiores determinadas por la religión hindú,
Las manifestaciones se convirtieron poco a poco en una "guerra popular" que ya va por su décimo año. Hoy, los insurgentes tienen importante presencia en todos los distritos de Nepal. El saldo de la guerra civil es de 10.500 muertes desde 1996.
El martes 1, el rey Gyanendra de Nepal asumió el poder absoluto por segunda vez en dos años al disolver el gobierno del centrista Partido del Congreso, declarar el estado de emergencia e imponer una fuerte censura a los medios de comunicación y la restricción del servicio telefónico.
El monarca del único reino hindú del mundo cuestionó la capacidad del gobierno encabezado por Sher Bahadur Deuba para restaurar la paz en este país asolado por la guerra civil.
La corona es tradicionalmente responsable de proteger la soberanía nacional, la democracia y el derecho del pueblo a vivir en paz, advirtió Gyanendra al informar del golpe de Estado por cadena de televisión.
Desde su escondite, el presidente del partido maoísta, camarada Prachanda —cuyo nombre real es Puspa Kamal Dahal— reiteró en un mensaje por radio, el primero desde 1996, que la meta de la insurgencia es la abolición de la monarquía.
"Esta es nuestra última batalla contra la autocracia feudal. No importa cuán difícil sea esta batalla, el triunfo es seguro. Unámonos", enfatizó.
Un millar de dirigentes políticos, sindicales y estudiantiles han sido detenidos en todo el país a raíz del golpe. El Real Ejército Nepalés anunció que los arrestos podrían durar hasta tres meses sin dar cuenta a los jueces.
Los 10 años de la insurgencia maoísta fueron celebrados no solo en las calles de Nueva Delhi, sino también en las de Chandigarh, Mumbai (ex Bombay) y Chennai, en las que viven miles de nepaleses.
En el propio Nepal hubo actos en los bastiones maoístas del oeste, el centro y el oriente del país, dijo Laxman Pant, presidente de la organización promaoísta Jandhikar Suraskhya Samiti, radicada en India.
El ministro de Información y Comunicaciones de Nepal, Tanka Dhakal, anunció que el gobierno no volvería a convocar a los maoístas al diálogo. "Lo que dijo el rey es suficiente si ellos quieren resolver el problema amigablemente", sostuvo.
Los medios de comunicación controlados por el Estado informaron que la huelga tuvo poco o ningún impacto en el país, pues las fuerzas de seguridad escoltaron los camiones de carga por las carreteras del país.
"La gente comenzó a desafiar esas convocatorias. El efecto del bloqueo es mínimo", aseguró Dhakal.
Mientras, el dirigente del Partido del Congreso Nepalés Pradip Giri, hoy exiliado en India, exhortó a maoístas, comunistas y centristas a unirse en un programa común para restaurar la democracia, por el bien de "los esclavos explotados por señores feudales y las mujeres explotadas en los burdeles de India".
Los combates entre las fuerzas maoístas y el Real Ejército Nepalés continúan, según Sujata Koirala, hija del ex primer ministro Girija Prasad Koirala, de 81 años, en arresto domiciliario desde el golpde el rey Gyanendra.
En su huida al sur, rumbo a India, Koirala presenció batallas en áreas remotas del distrito de Chitwan, cerca de la frontera. "Pude haber sido muerta tanto por los rebeldes como por el ejército", dijo.
Pero, para ella, el triunfo de los maoístas es solo cuestión de tiempo, pues cuentan con 300.000 combatientes frente a un ejército de unos 78.000 uniformados.
"Con la censura informativa, las atrocidades del Ejército Real Nepalés pueden ser atribuidos fácilmente a los maoístas", advirtió.
La corona perdió la confianza del pueblo y sobrevive con la ayuda de los militares, según Koirala. "Los 'pilares gemelos' del sistema nepalés —monarquía constitucional y democracia parlamentaria— nunca funcionó en este país. Lo de Nepal es un régimen feudal y dictatorial." (FIN/IPS/traen-mj/sp-rdr/si/ip hd/05)