La tragedia de fin de año que arrebató la vida de 189 jóvenes en una discoteca de la capital argentina asestó un terrible golpe al ambiente del rock, cuyos protagonistas anticipan un cambio crucial en la historia de los espectáculos masivos en el país.
Los empresarios de espectáculos perdimos la credibilidad igual que les pasó a los bancos cuando se quedaron con el dinero de los ahorristas, comparó para IPS el productor musical Fernando Benebeña, organizador del principal festival de rock que se realizará este mes en Argentina.
Benebeña es responsable de Gesell Rock 2005, que se celebrará del 20 al 23 de enero en Villa Gesell, un balneario situado en la oriental provincia de Buenos Aires y a unos 500 kilómetros al sur de Buenos Aires, con la actuación de una treintena de grupos y solistas y una asistencia estimada en total en 50.000 personas.
León Gieco y Charly García, considerados entre los artistas más emblemáticos del género, y las exitosas bandas Ataque 77 y Catupecu Machu, serán parte de una fiesta que, por primera vez, está apuntando su promoción a la seguridad que ofrecerán a los asistentes, mucho más que a la calidad y variedad de sus músicos invitados, una verdadera selección de los más populares.
Cada tarde habrá visitas guiadas para padres que quieran conocer las instalaciones del autocine donde serán los recitales, anticipó Benebeña. Además, y pese a ser un sitio abierto, se difundieron masivamente los planos del lugar, las salidas de emergencia, la ubicación de los matafuegos y los puestos de asistencia sanitaria.
Es el efecto que sigue al incendio causado por una bengala lanzada el jueves 30 de diciembre en la discoteca República Cromagnon, ubicada en un barrio cercano al centro de Buenos Aires, donde se presentaba el grupo Callejeros.
Las puertas de emergencia del lugar cerradas y la desproporcionada cantidad de público llevaron a la muerte a 189 jóvenes y centenares de heridos, según el último informe oficial.
En Gesell se dispuso la presencia de 130 policías y un número similar de efectivos de seguridad privada cada noche, además de autobombas, helicópteros, ambulancias, expertos en emergencia, socorristas y dos hospitales de campaña.
También se contrató a un equipo de guardavidas que patrullarán las playas pese a que están ubicadas a 600 metros del lugar del concierto.
Para el productor musical Daniel Grinbank, la tragedia es como un 11 de septiembre para el espectáculo en Argentina, dijo aludiendo al atentado de 2001 contra las Torres Gemelas del World Trade Center de Nueva York.
Ya nada podrá ser como antes en el mundo del rock: ni sobre el escenario, ni en la trastienda ni abajo, en la tribuna.
Las muertes de Cromagnon son el final de una era, son el freno a nuestra soberbia, nuestro cinismo, nuestra ciega creencia de que nada podrá pasarnos, opinó esta semana el periodista especializado en música rock Eduardo Fabregat, en el suplemento joven del diario local Pagina 12.
La autocrítica por las precarias condiciones de seguridad en las que aceptan tocar grupos en ascenso emergió unánime tras el incendio. Los músicos hicieron su mea culpa, aunque señalando también al público, a algunos empresarios inescrupulosos y a las autoridades comunales que no controlaron la seguridad como debían.
Lejos de los tiempos en que los músicos de rock rechazaban a las fuerzas del orden, la mayoría se manifestó ahora partidaria de aumentar la seguridad de los recitales para que sigan siendo un lugar festivo y pacífico y no una trampa mortal.
Algunos aseguraron estos días que hay bandas responsables por la sobreventa de entradas y por no interrumpir ningún recital a pesar del lanzamiento de bengalas y fuegos artificiales que impiden ver el espectáculo y hasta respirar en algunos casos.
Antes de esta tragedia ya habían existido conatos de incendio y público desvanecido o quemado por las bengalas, pero esos episodios aislados no alcanzaron para limitar una tendencia que derivó en la peor catástrofe no natural de la historia argentina.
Los testimonios coinciden en que Callejeros, igual que otras bandas, arrastraba un público similar al de los estadios de fútbol donde priman las riñas, los cánticos agresivos contra otros grupos y las bengalas, que en este caso detonaron el desquicio.
El rock tiene que ser un medio para despabilar a los jóvenes, no para anestesiarlos, y en eso las bandas son responsables, comentó un integrante del grupo Carajo, partidario de reeducar al público instándolo desde el escenario a no tirar bengalas que pueden resultar mortales.
Los fuegos artificiales están prohibidos en lugares cerrados, pero a pesar de las advertencias y controles, los seguidores de estos grupos los ingresa igual. Son parte de una fiesta que, cada vez más, se había trasladado del escenario a la tribuna.
El protagonista de los conciertos de Callejeros era más el público que la banda. Tirar una bengala en un lugar cerrado es un peligro, pero tengo que admitir que en el momento en que uno está en un recital te parece que está bueno, que forma parte del espectáculo, de la fiesta, comentó a IPS Luciano Bergara, frecuente asistente a recitales de esta banda.
Otros grupos consideran que el estado y las empresas tendrían que garantizar la seguridad de los conciertos, como ocurre con otros eventos artísticos tales como el teatro, el cine o la danza. La falta de respaldo es lo que empuja a muchos a aceptar precarias condiciones de trabajo.
Que alguien nos preste atención desde el gobierno y nos ayude a tener lugares dignos donde podamos ganarnos la vida, no perderla, declaró al suplemento joven de Página 12 el músico Juan Tordó, del grupo de blues La Mississippi.
Del mismo modo, algunos de los asistentes a los conciertos consideraron que la costumbre de arrojar bengalas tiene que terminar. Los músicos no van a ser menos rockeros por parar un show si las cosas se les van de las manos o si dan varios conciertos para que no se junte tanta gente en uno, opinó uno de sus seguidores.
La gente tiene que tomar conciencia de este riesgo y los grupos musicales tienen que hablar con sus seguidores para que esto no pase mas, dijo Benebeña.
Es feo tener que palpar al público que ingresa a un recital, inclusive a las mujeres, pero las cosas dieron un giro de 180 grados y ahora tendremos que hacerlo siempre, lamentó. (