Como temía el gobierno de China, el funeral del depuesto líder comunista Zhao Ziyang generó polémica y podría convertirse en un punto de partida de protestas y manifestaciones públicas.
Disidentes políticos, intelectuales demócratas y algunos dirigentes ancianos del Partido Comunista hacen presión sobre el gobierno para que otorgue a Zhao, considerado un impulsor de los ideales democráticos, honores similares a los que recibieron el presidente Mao Zedong en 1976 y el líder reformista Deng Xiaoping en 1997.
Un comité fúnebre establecido por los seguidores políticos de Zhao reclamó un funeral de Estado que incluya un acto público de homenaje el día 30 en la plaza de Tiananmén, en Beijing, con las banderas a media asta.
Se debería permitir que personas de todas las clases y de todo el país rindan su último homenaje a Zhao Ziyang. ¡Gloria eterna al valioso hijo de China!, manifestó el comité en una declaración distribuida por correo electrónico.
Pero las autoridades no están dispuestas a permitir que el público rinda tributo a Zhao en la misma plaza en que hace 15 años intentó mediar para poner fin sin violencia a las protestas estudiantiles. Al final, Beijing envió los tanques a Tiananmén y puso fin al naciente movimiento por la democracia con una masacre de cientos de personas.
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Zhao, que pasó los últimos 15 años de su vida en prisión domiciliaria hasta su muerte el 17 de este mes a los 85 años, se negó a aceptar el veredicto del gobernante Partido Comunista de que las protestas de Tiananmén eran una rebelión contrarrevolucionaria.
Beijing insiste en que la represión de los manifestantes fue necesaria porque impidió que China se deslizara hacia el caos y emprendiera el camino del enorme crecimiento económico que experimentó en los últimos 15 años.
Los líderes chinos no quieren perder el control de Tiananmén y lo que simboliza, comentó Dali Yang, profesor de ciencia política de la Universidad de Chicago.
La plaza fue el lugar de nacimiento y defensa de muchos de los movimientos políticos modernos.
Sólo el presidente Mao Zedong, quien murió poco antes del fin de la Revolución Cultural en 1976, recibió honras fúnebres en Tiananmén. Se estima que un millón de personas asistieron al funeral de quien se considera el padre fundador de la China comunista, cuyo cuerpo embalsamado yace en un mausoleo de piedra bajo la plaza.
Pero el gobierno se niega a otorgar honores similares al hombre que el Partido Comunista consideró un paria. En términos políticos, Zhao murió en 1989, cuando fue depuesto y colocado bajo prisión domiciliaria.
Fue visto en público por última vez el 19 de mayo de 1989, cuando visitó a los estudiantes en huelga de hambre y les suplicó que abandonaran la plaza. En ese entonces, apareció en televisión con los ojos llorosos diciendo a los estudiantes: He llegado demasiado tarde.
Al día siguiente, se declaró una ley marcial, y en la noche del 3 al 4 de junio, tanques del ejército masacraron a cientos, quizá miles de manifestantes pacíficos en Tiananmén.
La formación de un comité fúnebre independiente se produjo en medio de un enfrentamiento entre la familia de Zhao y funcionarios de gobierno acerca del funeral del antiguo líder.
Según la tradición china, los muertos deben enterrarse como máximo siete días después de su muerte. Sin embargo, ya transcurrió más de una semana desde el fallecimiento de Zhao y su familia y el gobierno no han alcanzado un acuerdo sobre los ritos fúnebres.
Lo que hay es un desacuerdo acerca de la biografía de Zhao, afirmó Xu Liangying, un académico retirado.
La familia de Zhao decidió defender la actuación del líder durante las protestas de Tiananmén, mientras el gobierno pretende que admita que Zhao cometió un error en 1989. No veo cómo puede resolverse esto. Es la última oportunidad que la familia tiene de rehabilitar el nombre de Zhao, comentó Xu.
Funcionarios de Beijing anunciaron que habrá una ceremonia sencilla para Zhao, sin honras abiertas al público.
En los últimos años, China ha reformado las normas sobre funerales (para líderes nacionales). Éstos se han simplificado, justificó Kong Quan, portavoz de la cancillería.