La imagen naíf de la mujer embarazada que reposa en un sillón hamaca junto a la ventana, ante un paisaje bucólico, es la contracara del «trato cruel, inhumano y degradante» que reciben miles de parturientas argentinas en los servicios públicos de salud sexual y reproductiva.
Así se señala en el informe "Con todo al aire", realizado por dos organizaciones no gubernamentales de Argentina, con base en testimonios de mujeres de barrios pobres que se atienden en hospitales, maternidades y centros de salud públicos de la nororiental provincia de Santa Fe, y soportan toda clase de malos tratos por parte del personal.
"Si te gustó lo dulce, ahora aguantá" y "no grites, ponete una almohada", son los comentarios más suaves al momento de parir. El informe recoge otros, irreproducibles por obscenos. "Son frases que denigran incluso hasta la humanidad de quien las dice, en su mayoría obstétricas, enfermeras y médicas", reza el documento.
"Con todo al aire" tomó el título de los relatos de mujeres que aseguran ser obligadas a permanecer desnudas en el parto o en consultas ginecológicas donde no se respeta su intimidad ni su privacidad. "Me metieron la mano más o menos 13 estudiantes", "sentí rabia, vergüenza", "me metían el dedo como a un fenómeno", cuentan.
Como los hospitales públicos son escuela para practicantes de la carrera de medicina, las mujeres son "cobayas" a las que no se consulta ni se pide permiso. En algunos casos, además de desnudas, las pacientes están destapadas porque no hay suficientes sábanas, según argumenta el personal médico en su descargo.
El resultado del informe obligó a las autoridades sanitarias de la provincia a adoptar medidas para cambiar el estado de cosas en centros de salud y de formación profesional, a riesgo de ser denunciados ante el Comité contra la Tortura, Tratos y Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes, con sede en Ginebra.
El estudio, realizado por profesionales del Comité de América Latina y el Caribe para la Defensa de los Derechos de la Mujer (Cladem) y el Instituto de Género, Derecho y Desarrollo, coincidió con otro similar realizado meses antes en la noroccidental provincia de Tucumán, y tuvo gran repercusión en otras provincias.
"Supimos por otras compañeras que el mismo maltrato ocurre en Tucumán, Santiago del Estero, Salta, Jujuy, Chaco, Formosa (todas norteñas) y otras provincias, y por eso planeamos lanzar este año una campaña para trabajar en seis" de ellas, anticipó a IPS la abogada Susana Chiarotti, coordinadora regional de Cladem.
La campaña se realizará en Tucumán y Santiago del Estero, consideradas por Chiarotti como "las provincias más atrasadas en legislación y trato feudal". También en dos "más avanzadas" en materia sanitaria, Neuquén y Mendoza (oeste), y en dos "intermedias" como son Misiones (noreste) y Santa Fe.
También en la ciudad de Buenos Aires IPS conoció denuncias de malos tratos. Una mujer de clase media que se atendió en un hospital público dijo haber escuchado a su obstetra quejarse en forma constante de las embarazadas pobres, porque tenían muchos hijos ("son conejas", decía), o porque corrían mayor riesgo al ser obesas.
"A vos te hago la cesárea, pero a ella le dije que no para que tuviera miedo y se cuidara, porque es un cerdo, tiene diabetes y otros problemas y sigue comiendo", dijo esa médica a la fuente, embarazada también pero con mayores recursos, que se atendió hace dos años en el Hospital Rivadavia de Buenos Aires.
La asociación que coordina Chiarotti en la región fue una de las que presentó en 1999 una denuncia ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la Organización de Estados Americanos, sobre el caso de una mujer peruana, María Mamérita Mestanza Chávez, que falleció tras ser sometida a una esterilización cuyo consentimiento se obtuvo bajo coacción.
En 2002 los familiares de Mestanza consiguieron que el Estado peruano reconociera la violación a los derechos humanos perpetrada por agentes públicos de ese país contra la mujer, que se comprometiera a otorgar un resarcimiento económico a sus deudos, y que se obligara a cambiar sus prácticas en materia de atención a la salud de las mujeres.
En el caso de Santa Fe, la pesquisa comenzó con el caso de una adolescente de 16 años que ingresó en 2001 a un sanatorio tras haberse disparado un tiro en el abdomen para interrumpir su embarazo de siete meses. La joven sobrevivió, pero recibió un trato extremadamente cruel en el centro de salud, según constató el reporte.
La paciente debió permanecer en terapia intensiva por algunos días tras ser operada y no podía moverse, pero las enfermeras la ignoraban cuando pedía un orinal o un calmante o un orinal ("¡Ponételo solita, nena!", le gritaba una enfermera), y no le curaron adecuadamente las heridas.
Ante esos datos, las investigadoras contactaron a mujeres de barrios pobres que se atendían en los mismos servicios, y que tras superar la barrera de la vergüenza brindaron testimonios de "tratos crueles, inhumanos y degradantes", según sintetiza el informe.
Las entrevistadas coincidieron en considerar "natural" o "normal" el maltrato, y en razonar que el acceso a un servicio gratuito les quitaba el derecho a protestar.
Además, muchas admitieron temer que, si protestaban, serían tratadas aun peor en el caso de que debieran recurrir otra vez al mismo servicio.
Cladem iba a presentar el informe en Ginebra, ante el Comité contra la Tortura, pero cuando se difundió, tomó cartas en el asunto la Defensoría del Pueblo, las autoridades sanitarias mostraron voluntad de cambiar, y el grupo abandonó su propósito inicial.
"El efecto que estábamos buscando lo habíamos logrado", explicó Chiarotti. Se refería a nuevos servicios de acompañamiento a las parturientas y seminarios de sensibilización y capacitación para el personal que se mostró dispuesto a cambiar.
"Al principio el personal argumentaba que no tiene medios económicos para atender mejor, pero nosotros insistimos en que respetar no cuesta nada", remarcó.
De todos modos, Chiarotti está convencida de que el maltrato a las parturientas de sectores pobres ha llegado a ser "tan masivo" que no es considerado como tal, y por considera válida la estrategia de denuncia de violación de los derechos humanos para hacer visibles estos casos.
El maltrato se suele tornar ensañamiento si una mujer ingresa al servicio por haber interrumpido en forma voluntaria su embarazo, una práctica ilegal en Argentina. "Si saben que te hiciste un aborto te hacen el raspaje en carne viva", reveló una fuente. La práctica del legrado sin anestesia fue confirmada por personal entrevistado para el informe.
Los testimonios también dan cuenta de la desvalorización de la palabra de las mujeres pobres, por ejemplo en el caso de una paciente ignorada cuando avisó que tenía problemas de coagulación.
"Tenés que firmar acá", le dijeron a una mujer casi desvanecida a la que habían decidido someter a una ligadura de trompas para esterilizarla. "Si te hacés atender acá es porque yo soy la doctora. (…) Si vos sabés más que yo, quedate en tu casa y atendete sola", respondió una médica a otra doliente que hizo una sugerencia.
Los datos son muy similares a los testimonios recogidos por la organización Nueva Ciudadanía en un estudio realizado en 2003 en la Maternidad Nuestra Señora de las Mercedes de Tucumán, la más grande del país por cantidad de partos. Allí se reportan unos 14.000 alumbramientos por año y casi otras tantas historias de horror.
Las mujeres deben compartir cama. "Una noche al volver del baño había entrado de urgencia una chica que volaba de fiebre. La pusieron en mi cama. Me enojé, llamé a la enfermera pero nadie vino, y por conciencia y humanidad le dejé mi cama y pasé la noche sentada", relata una parturienta en el informe tucumano.
El reporte señalaba asimismo que es corriente también allí escuchar frases como "Abrí las piernas y callate, bien que te gustó hacerlo", "Lo hubieras pensado antes" o "¡Sucia! andá a bañarte que tenés olor!".
Una mujer que ingresó embarazada a ese centro recordó para el estudio que tuvo a su hijo sola en la cama, sin entrar a sala de partos. "Espere que estoy merendando", le había dicho la enfermera cuando pidió ayuda porque tenía contracciones. Cuando el niño nació, otra enfermera llegó a reprenderla por "no avisar" y "ensuciar la cama".
¿Qué es lo que lleva al personal, en su mayoría mujeres, a brindar un trato tan cruel a sus congéneres que atraviesan uno de los momentos de mayor sensibilidad y vulnerabilidad de sus vidas? ¿Acaso ninguna de ellas pasó por esa experiencia para saber cuánto se necesita de contención y cordialidad?
"El maltrato es una forma de manifestación del desprecio y la discriminación hacia las mujeres que persiste en la sociedad argentina, y que se agrava cuando las mujeres sufren otras de las causas de la opresión, como por ejemplo cuestiones de clase, de etnia o raza", interpretó Chiarotti.
"Es sintomático que los reproches que les disparan vayan cargados de valoraciones morales", avanzó la abogada. "Esa idea de que 'primero te gustó ' es como si se las castigara por haber 'pecado'", con una visión que no podría ser más opuesta a la de la mujer en su sillón hamaca, soñando con el niño por venir.