Casi ningún país costero de América Latina está preparado para maremotos, aunque expertos advierten que a futuro podrían sufrir fenómenos similares al registrado en el océano Índico, que mató a más de 150.000 personas y devastó las costas de una decena de naciones.
La amenaza de tsunamis (olas gigantescas generadas por movimientos telúricos en el lecho marino) es vista como algo menor en América Latina, cuando no lo es. Ojalá que lo sucedido en Asia presione a los gobiernos para crear redes de alerta y preparar a la población, dijo a IPS el director del Servicio Geológico en El Salvador, Carlos Pullinger.
En las costas americanas sobre el océano Pacífico, desde el sur de Chile hasta México, y frente a las playas del mar Caribe existen placas tectónicas que en caso de moverse a una intensidad superior a ocho grados en la escala de Richter generarían olas de gran capacidad destructiva, como las del 26 de diciembre en el sur de Asia.
Informes recogidos por IPS en diversos países de la región indican que en el maremoto en Asia murieron al menos dos argentinos, dos brasileños, dos chilenos y dos mexicanos. Además, son buscadas en la zona de desastre 138 personas más de diferentes países de América Latina.
Para apoyar las labores de rescate en Asia y respaldar la búsqueda de sus compatriotas, los gobiernos latinoamericanos, muchos de los cuales consideran que un maremoto difícilmente afectará alguna vez sus países, enviaron diferentes tipos de ayuda.
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Brasil remitió dos aviones con más de70 toneladas de alimentos, medicamentos y agua, mientras que Chile despachó una misión de seis profesionales de salud, entre médicos, dentistas y paramédicos para cooperar en la identificación de cadáveres y de asistencia a las víctimas.
Además, y al igual que la mayoría de las cancillerías de la región, esos países ofrecieron servicios consulares extraordinarios para atender a los afectados por el maremoto.
México también se hizo presente con 18 personas entre socorristas y expertos en control de epidemias, ingeniería civil y análisis de riesgos. Venezuela en tanto anunció un aporte de dos millones de dólares en ayuda para los damnificados, a verter a través de la Organización de las Naciones Unidas.
Ojalá América Latina no sufra algo similar al maremoto de diciembre, pero debe estar claro para los gobiernos que siempre existe esa posibilidad y que hay que prepararse, advirtió Pullinger.
A excepción de Chile y Nicaragua, que en el siglo XX fueron los más afectados por maremotos en América Latina, el resto de los países costeros no está preparado para una contingencia de ese tipo y tampoco tiene sistemas avanzados para medir sismos en el lecho marino, asunto del que depende casi por completo del Sistema de Alarma de Tsunami del Pacífico, con sede en Hawai.
El Sistema de Alarma, que es manejado por expertos estadounidenses, está integrada por docenas de censores y sismógrafos marinos instalados en el océano Pacífico. Cuando se produce un sismo, el sistema evalúa si hay peligro y envía un aviso a los posibles afectados.
Los maremotos atraviesan el océano en forma de olas bajas a velocidades de más de 270 kilómetros por hora. Al acercarse a las playas se elevan hasta formar olas de hasta 30 metros que rompen con gran fuerza destructora.
La historia indica que las probabilidades de maremotos en América Latina son pocas frente a la proliferación de terremotos, erupciones volcánicas y huracanes, pero no pueden descartarse por la ubicación de las placas en el océano Pacífico, apuntó Pullinger.
Unas 116.000 personas murieron en América Latina y el Caribe en los últimos 30 años debido a movimientos tectónicos y geológicos, indican estudios del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente. Entre ellos se cuentan el maremoto que sufrió Nicaragua en 1992, que dejó 116 muertos y más de 40.000 damnificados.
En 1990, los países de América Central se propusieron crear una red regional de alerta para tsunamis. Sin embargo, hasta la fecha no lo han concretado por falta de recursos, indicó el experto de El Salvador, donde apenas en julio se instaló una estación de monitoreo de mareas que está conectada al Sistema de Alarma de Tsunami del Pacífico.
Tras el maremoto en el océano Índico, la iniciativa de crear la red centroamericana parece haberse reactivado, señaló Pullinger. En el Caribe, a su vez, funcionarios de la Agencia Caribeña de Respuesta a Emergencias y Desastres anunciaron que podrían instalar también una red de alertas para tsunamis.
Eduardo Camacho, director del instituto de Geociencias del Sistema Nacional de Protección Civil de Panamá, advirtió que de producirse ahora un sismo en las cercanías de las costas centroamericanas con las consiguientes olas gigantescas, muy poco podríamos hacer para evitar una desgracia de gran magnitud.
En el caso de un maremoto, los gobiernos podrían recibir un aviso algo tardío del Sistema de Alarma de Tsunami del Pacífico, pero no podrían aplicar ningún plan de evacuación, pues simplemente no lo tienen, dijo Camacho a IPS.
Casi todos los países con costas en el océano Pacífico tienen instalados equipos de detección de movimientos del fondo marino y la mayoría está conectado al Sistema de Alarma. Empero, sólo los de Chile, Nicaragua y Costa Rica se consideran de alta precisión y efectivos cuando se trata de disparar las alarmas.
Para el director del Servicio Geológico de El Salvador, la instalación y homologación de equipos de medición de sismos en el mar, es una tarea pendiente sobre todo en América Central. Sin embargo, no es la más difícil de conseguir, indicó.
En lo técnico podemos movernos más o menos rápido, pero en lo que aún nos falta mucho y en algunos casos ni se ha empezado es en trazar planes de educación sobre maremotos para las poblaciones costeras y en sistemas de alarmas y evacuaciones rápidas, expresó el experto.
*Con aportes de Marcela Valente (Argentina), Mario Osava (Brasil), Patricia Grogg (Cuba), Gustavo González (Chile) y Humberto Márquez (Venezuela).