La situación laboral en el mundo muestra que los actuales 185,9 millones de desocupados son superados casi tres veces en cantidad por una categoría sui generis de empleados en ocupaciones tan precarias que apenas les reditúan un dólar por día.
Esa franja de trabajadores pobres preocupa tanto como los mismos desocupados totales a la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que les dedicó la atención principal de su informe del desempleo en el mundo 2004-2005, presentado este martes.
Ante esas cifras, el director general de la OIT, Juan Somavia, dedujo que lo que necesitamos no es sólo más, sino mejores puestos de trabajo.
En términos absolutos, el número total de trabajadores pobres nunca ha sido tan alto como hasta ahora, precisó Jeff Johnson, jefe del equipo de la OIT que preparó el informe. Para empezar, casi la mitad de las 2.800 millones de personas que trabajan en el mundo no están en condiciones de superar la línea de pobreza de dos dólares por día.
En valores relativos eso significa que 49,7 por ciento de los trabajadores del mundo y, en particular, 58,7 por ciento de los que viven en países en desarrollo no alcanzan ese ingreso diario. Los que viven con menos de un dólar diario son 19,7 por ciento de los empleados en el mundo y 23,3 por ciento en los países en desarrollo.
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Pero el informe consigna un dato alentador, pues advierte de que las tendencias de esas formas de desempleo disminuyen durante este año en valores absolutos y relativos.
De todos modos, la conclusión más significativa del informe determina que es necesario enfocar el acceso a empleo decente y productivo si se pretende aliviar la pobreza en el mundo. En ese aspecto, la productividad puede favorecer la creación de trabajo decente y productivo.
Un obrero pobre de un país en desarrollo puede trabajar una larga jornada extenuante bajo condiciones físicas adversas y tendrá una baja productividad laboral. En ese caso, recibirá un ingreso reducido, porque el trabajador o la trabajadora carecen de acceso a la tecnología, de educación, o de otros factores necesarios para incrementar la productividad.
En cambio, el obrero de un país industrializado puede alcanzar una elevada productividad a pesar de su jornada laboral sea de pocas horas, explicó el informe.
En una perspectiva mundial se observan dos regiones con crecimiento de productividad negativo o con caídas de la productividad, donde la pobreza se mantiene constante o en realidad aumenta. Esas regiones son América Latina y el Caribe y Africa subsahariana.
En contraste, las regiones del mundo donde se han registrado aumentos marcados de la productividad presentan una firme reducción de la pobreza. Aquí hablamos de Asia del este, dijo Johnson.
La OIT concluye que es necesario observar dónde y cómo trabaja actualmente la gente pero también, concentrarse en dónde trabajará en el futuro, en qué actividades. Por tanto, habrá que trazar y aplicar estrategias para el aumento de la productividad y de los trabajos decentes.
El informe menciona áreas específicas para intervenir con intervenciones políticas y estrategias. Por ejemplo, la agricultura, pues 75 por ciento de los pobres del mundo viven en zonas rurales.
Si podemos adoptar estrategias para mejorar la productividad en las áreas rurales, en especial en la agricultura y en los servicios del área, lograremos mejorar el bienestar de los pobres en esas regiones, vaticinó Johnson.
La agricultura emplea a 40 por ciento de los trabajadores del mundo en desarrollo y aporta más de 20 por ciento del producto interno bruto de esas naciones.
Esa actividad es la principal fuente de ocupación en 65 de los 162 países en desarrollo de los cuales se dispone de información del empleo por sector.
Otro dato de peso indica que la agricultura presenta la mayor participación de empleo de la mujer en las regiones más pobres del mundo.
En el decenio de 1990, los investigadores y los políticos descuidaron en gran parte el sector agropecuario, mientras que favorecía la modernización a través de los sectores de la industria y de los servicios.
El informe estima que en el rendimiento de la agricultura juegan un papel primordial el clima, los precios mundiales, las barreras comerciales externas y el acceso a los mercados. El estudio recomienda una distribución más justa de la tierra y menciona a América Latina como un ejemplo de desigualdad en esa materia.
Johnson y su colega Dorothea Schmidt observaron que el informe recomienda reformas de la tenencia de la tierra, pero declinaron opinar sobre el proceso de reforma agraria experimentado en Zimbabwe y en Sudáfrica para modificar el régimen de distribución del campo establecido durante el sistema colonial en favor de los extranjeros blancos.
Los dos expertos se excusaron con el argumento de que no pueden comentar sobre las políticas de países singulares.
El informe de la OIT alienta la creación de empleos decentes y productivos, aunque el director general de la institución favoreció también la promoción de una globalización más justa como otro de los elementos esenciales para reducir el número de trabajadores pobres.