Japón saqueó la península coreana al ocuparla de 1910 a 1945, y las demandas de restitución de por lo menos 100.000 objetos de valor cultural o artístico son una espina clavada en las relaciones del país con Corea del Norte y Corea del Sur.
Funcionarios coloniales y coleccionistas privados se apoderaron de numerosos tesoros, entre ellos refinados trabajos de orfebrería, pendientes de jade y tazones de cerámica procedentes de tumbas de la realeza coreana.
Rusia, China y Japón combatieron por el control de la península coreana a fines del siglo XIX, y el triunfo de Tokio le permitió transformarla en un protectorado en 1905, y anexarla en 1910.
Pero hay evidencias de robo de obras de arte por parte de invasores japoneses muchos años antes, explicó a IPS la profesora sudcoreana de historia del arte Kwon Chee-yun, de la Universidad de Seúl.
El caso más conocido es el del shogun (dictador militar) Toyotomi Hideyoshi, reverenciado en Japón, que atacó y saqueó la península en el siglo XVI, señaló.
Lograr que los actuales propietarios japoneses de propiedad cultural coreana la devuelvan es una cuestión quemante para investigadores y amantes del arte locales, comentó Kwon.
Tokio organizó la devolución de numerosas obras de arte a Corea del Sur, tras la reanudación de relaciones diplomáticas con ese país en 1965, pero luego investigadores descubrieron que muchos tesoros coreanos permanecían escondidos en Japón.
Entre ellos están el cuadro del siglo XV Mongyu Towondo (Sueño de un juego en un huerto de duraznos), que algunos expertos consideran tan valioso como la Gioconda de Leonardo da Vinci, estatuas de Buda realizadas en el siglo XII, durante el gobierno de la dinastía Sukhrum, y grabados realizados con bloques de madera en el siglo XI.
La cuestión fue ventilada durante un seminario organizado a comienzos de este mes por las oficinas japoneses de la Fundación Asia y de la fundación alemana Friedrich Ebert.
Allí la experta japonesa en historia del arte Yoko Hayashi, de la Universidad de Shobi, contó cómo la conmovió enterarse de que Japón aún posee tantos tesoros coreanos, sin que ese hecho se haya divulgado en forma adecuada.
En la misma ocasión, académicos coreanos destacaron qué difícil resulta para ellos estudiar el patrimonio cultural de sus países sin tener acceso a esos tesoros, y alegaron que su devolución se facilitaría si el público japonés tuviera más conciencia del problema.
Una investigación realizada de 1989 a 1996 por la Fundación Coreana indicó que muchas obras de arte coreanas robadas integran las colecciones de templos, museos privados o individuos japoneses, junto con otras que fueron compradas en forma regular u obtenidas mediante excavaciones arquológicas durante la ocupación japonesa, y cuya repatriación sería muy dificil lograr mediante demandas legales.
Algunos japoneses han cooperado en forma voluntaria para que las obras de arte vuelvan a su lugar de origen, como lo hizo un empresario que donó en 1987 la mitad de su colección de 1.082 tejas coreanas al Museo Nacional de Seúl, destacó Hayashi.
En cambio, el Museo Nacional de Tokio conserva unas 1.100 obras de arte que fueron la mayor parte de la colección del empresario Takenosuke Ogura, quien residió en Corea a comienzos del siglo XX, como director de una empresa de generación de energía eléctrica.
Entre esas valiosas piezas hay jarrones de cerámica, estatuas de Buda en bronce y una invaluable corona de oro, procedente de la tumba de un rey de la dinastía Kaya, de fines del siglo V o comienzos del VI.
Uno de los principales obstáculos a la restitución de las obras de arte ha sido que Tokio no desea profundizar acerca de su pasado colonial.
Además, autoridades japonesas señalan que otras potencias coloniales como Francia y Gran Bretaña llenaron sus museos con productos del saqueo en otros países, e incluso arguyen que Japón ayudó a preservar glorias de la antigua Corea que los propios coreanos han olvidado desde hace mucho tiempo.
Los coreanos acusan a Japón de robarlos, pero muchos japoneses piensan que su país hizo algo bueno y debería recibir agradecimiento por ello, apuntó Fujisawa. (