El entusiasmo de Brasilia y de los defensores de la integración latinoamericana por la fetal comunidad sudamericana de naciones contrasta con el escepticismo y la contrariedad que ésta despierta en el empresariado de Brasil.
La unión sudamericana es, ni más ni menos, una ficción geopolítica, dijo este martes un editorial del conservador diario O Estado de Sao Paulo, cercano al sector empresario.
Una gran fantasía que se basa en otras dos fantasías menos ambiciosas, el Mercosur y su acuerdo de libre comercio con la Comunidad Andina de Naciones (CAN), acotó el periódico.
Otro diario, Valor Económico, corrobora esa opinión afirmando que hay más simbolismo que consistencia en esa unión de países con intereses económicos y políticos divergentes en torno de una dudosa agenda geopolítica.
Estas manifestaciones son producto en gran medida de la evaluación negativa efectuada por la brasileña Confederación Nacional de la Industria (CNI) respecto del acuerdo comercial entre el Mercado Común del Sur (Mercosur) y la CAN, alcanzado en octubre.
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Ese acuerdo es eje de la comunidad sudamericana de naciones que 12 gobiernos echarán a andar este miércoles y el jueves en la III Reunión de Presidentes de América del Sur, a celebrarse en Cuzco, sur de Perú.
El libre comercio entre el Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) y la CAN (Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela) está constituido por una maraña de acuerdos bilaterales, con 67 cronogramas de desgravación, y además es frustrante su gran asimetría, sostiene la CNI.
En cinco años, Brasil desgravará más de 90 por ciento de los rubros importados desde los países andinos, cuyos mercados sólo se abrirán a la mayoría de los productos brasileños a partir del sexto año.
La mayor parte de los bienes industriales que a Brasil interesa colocar en los mercados andinos solo será desgravada al final del período de reducción arancelaria, de 15 años, se queja el sector industrial.
Así, no se prevé un gran empuje en el comercio entre los dos bloques, estancado desde 1995, cuando alcanzó 5.100 millones de dólares.
En el área agrícola, el acuerdo es igualmente asimétrico e inocuo, según el Instituto de Estudios del Comercio y Negociaciones Internacionales (Icone), que asesora a los industriales.
En los primeros ocho años, Brasil concederá exención a 89,6 por ciento de las exportaciones agrícolas de Colombia y a 92,9 por ciento de las de Venezuela.
En sentido contrario, la eliminación de aranceles se limitará a 36,5 y 22,5 por ciento, respectivamente. El resto se desgravará entre el noveno y el decimoquinto año, y algunos productos serán limitados por cuotas.
Productos de gran importancia exportadora para Brasil (como la soja, el azúcar y la carne de pollo), deberán esperar los plazos más largos, e incluso el último año, para ver reducidos sus aranceles.
Pero el comercio agrícola entre los dos bloques y la competitividad andina son tan limitados que la falta de reciprocidad no preocupa a los empresarios brasileños del agronegocio, según André Nassar, director ejecutivo del Icone, para quien este acuerdo es sobre todo político.
El gobierno del izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva ha sido uno de los motores de la planificada comunidad.
Los que ven solo el aspecto comercial carecen de una mirada estratégica y olvidan la necesidad de integración para el desarrollo futuro, y de agruparse para enfrentar la globalización en mejores condiciones, dijo a IPS el profesor de relaciones latinoamericanas de la Universidad Estatal de Sao Paulo, Enrique Amayo Cevallos.
La comunidad sudamericana une la fuerza económica del Mercosur, con los países atlánticos, a la ubicación estratégica de los andinos, sobre el océano Pacífico, destacó.
Por primera vez hay condiciones para convertir en realidad los viejos sueños de integración, ante la mayor internacionalización de la economía del Mercosur y la pujanza de Asia, ampliando el peso estratégico de los países sudamericanos del Pacífico, evaluó Amayo Cevallos, un peruano que vive hace muchos años en Brasil.
Esta unión subcontinental abre perspectivas interesantes a mediano plazo, como la cooperación necesaria entre países andinos y amazónicos para que puedan beneficiarse de riquezas que comparten, como la biodiversidad y el agua, ejemplificó.
Brasil perdería poder de negociación si Colombia y Perú ceden ante las presiones de Estados Unidos en la cuestión de patentes, en acuerdos comerciales que se negocian actualmente, porque se abriría el acceso a la biodiversidad amazónica de estos países andinos, en gran parte idéntica a la brasileña, advirtió.
Sin una integración y el reconocimiento de la cuenca hidrográfica internacional, el agua de la Amazonia puede ser fuente de conflictos en el futuro, acotó. En este caso, gran parte de las nacientes están en los países andinos, dejando a Brasil en desventaja, observó.
Es una situación inversa a la de la cuenca del Río de la Plata, en la que Brasil pudo construir centrales hidroeléctricas en ríos afluentes, ignorando las protestas argentinas en décadas pasadas.
La cumbre que formalizará el acuerdo entre el Mercosur y la CAN (pero incorporando también a Chile y a los pequeños Guyana y Surinam) tendrá lugar en la ciudad peruana de Cuzco y en la cercana Ayacucho.
Este un símbolo de autonomía, ya que Cuzco fue la capital del imperio de los Incas, la única gran civilización autóctona y autónoma de América del Sur, y Ayacucho el lugar de la batalla que puso fin a la presencia colonial española en la región, hace exactamente 180 años, un 9 de diciembre, destacó Amayo Cevallos.
Por esto y por la importancia de la cumbre, es incomprensible la anunciada ausencia del presidente de Argentina, Néstor Kirchner (quien adujo razones de salud para no viajar), concluyó.
Tampoco asistirán a la reunión los mandatarios Lucio Gutiérrez, de Ecuador, Nicanor Cuesta Duarte, de Paraguay y Jorge Batlle, de Uruguay.
Otros ausentes serán el presidente electo uruguayo Tabaré Vázquez y el mandatario mexicano Vicente Fox, ambos invitados en calidad de observadores.