La transformación del sector agrícola, incluida la apertura del Norte a los productos del Sur, es la vía más concreta y urgente para acabar con el hambre que afecta a más de 800 millones de personas, concluyó el Foro Mundial de la Reforma Agraria finalizado este miércoles en España.
Medio millar de expertos de casi 70 países se reunieron tras el lema Por un mundo sin hambre: otra agricultura ¡Reforma agraria, ya! en la oriental ciudad española de Valencia, donde decidieron impulsar una campaña mundial para lograrla.
El coordinador del encuentro fue el valenciano Vicent Garcés y entre los asistentes estuvieron Enrique Barón, ex presidente del Parlamento Europeo, y el ministro de Desarrollo Agrario de Brasil, Miguel Rosseto.
También participaron Jaime Amorim, coordinador del Movimiento Sin Tierra del nordestino estado brasileño de Pernambuco, Henri Saragih, presidente de la Federación de Asociaciones Campesinas de Indonesia, Samir Amin, director del Foro para el Tercer Mundo, José Bové, fundador de la Confederación Campesina de Francia, y Marcel Mazoyer, ex presidente del Programa Alimentario Mundial.
El cambio urgente que se reclama, explicó Amorim, debe permitir la recuperación de los elementos culturales de las comunidades, con una reforma que establezca una nueva relación entre las personas y la tierra, que cree productos sanos y desarrolle una cultura para promocionar la vida y la dignidad humana.
Esa reforma agraria, según Enrique Barón, miembro del gobernante Partido Socialista Obrero Español, debe incluir la reducción de las barreras arancelarias, la eliminación de las subvenciones a las exportaciones y el aumento del acceso a los mercados.
Los participantes en el Foro subrayaron que las tres cuartas partes de las personas que en el mundo sufren hambre habitan en el campo y la mayoría de ellas no tienen posibilidad alguna de acceder al cultivo de la tierra.
Esa situación justificó las demandas de reforma agraria durante todo el siglo XX, planteamientos que han disminuido en la agenda de las instituciones oficiales, considerándolos algunas como un fenómeno anacrónico.
Eso es así a pesar de que 3.233 millones de personas viven en zonas rurales, 70 por ciento de ellas en países del Sur, llamados también por algunos en vías de desarrollo pese a su estancamiento que da lugar a la existencia de hambrientos y subalimentados.
En este mundo, subrayó Garcés, a pesar de la mala distribución de la tierra se producen alimentos para dar de comer al doble de las personas que pasan hambre, pero la imposibilidad de acceder a la producción y su mala distribución sume a gran parte de la humanidad en la pobreza.
Una especial atención suscitaron las palabras del chileno Jacques Chonchol, quien fue ministro de Agricultura del gobierno democrático que de 1970 a 1973 presidió Salvador Allende, el socialista que murió en el golpe de Estado que dio origen a la dictadura militar del hoy procesado y retirado general Augusto Pinochet.
Chonchol, además de reclamar que se distribuya tierra a los campesinos, manifestó que en América Latina se da la contradicción de exportar productos agrícolas de lujo, mientras se importan productos alimentarios básicos.
Como ejemplo de ello puso los de Argentina y Brasil, países con fuertes sectores agropecuarios y grandes condiciones naturales para ello, que explican la importancia mundial en la exportación de carne y soja en los dos casos y de naranja en cuanto al segundo país, mientras en el interior de ambos cunde el hambre en vastas zonas.
En esos dos países, los dos mayores socios junto a Paraguay y Uruguay del Mercado Común del Sur (Mercosur), se debería dar prioridad tanto al acceso a la tierra a los campesinos, como a potenciar la producción de alimentos básicos para sus habitantes, finalizó el economista chileno.
Mazoyet, a su vez, puso el acento en criticar al mercado, pues en su opinión no está concebido para cubrir las necesidades humanas, ya que no equilibra oferta con necesidad sino oferta con demanda comercial.
En ese cuadro, añadió, en los últimos años se está ampliando una brecha productiva entre los campesinos motorizados y los manuales, aumentándose la producción mientras disminuye la mano de obra empleada. Y eso, concluyó, se produce tanto en el Norte como en el Sur.
Por su parte, Amorim sostuvo que el modelo neoliberal impuesto por el mundo desarrollado es perverso, al concentrar en pocas manos el control de la tierra y la tecnología.
Por eso tenemos la obligación de acabar con este modelo dominante, que en las últimas décadas ha destrozado a los campesinos, y realizar la reforma agraria, que es la forma más barata posible para crear empleo y acabar con la pobreza en el mundo, apuntó.
En esa reforma, puntualizó, se deben adoptar medidas para evitar el control de las semillas por las firmas transnacionales y la privatización de recursos hídricos, pues el agua es un derecho de toda la humanidad y no se debe comercializar con ella.
El no a la agenda neoliberal fue levantado también por Rosseto, para quien la reforma agraria debe garantizar precios justos y sustentabilidad ambiental. Este ministro del gobierno del izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva no dejó de criticar las negociaciones en curso entre el Mercosur y la Unión Europea para establecer una zona de libre comercio.
La agenda neoliberal está cargada en esas negociaciones y responde al interés de las grandes empresas. Por ello propuso que se la cambie por una agenda de paz, justicia y solidaridad.
En el Foro participaron 241 mujeres y 307 hombres, procedentes de 20 países de Africa, 14 de Asia, 18 de América Latina, 13 de Europa, dos de América del Norte y uno de Oceanía.