El ingreso a la sede de la embajada de Argentina en Cuba de la neurocirujana Hilda Molina, quien pretende viajar fuera de su país, amenaza con una nueva crisis en las relaciones bilaterales, con la sensible cuestión de los derechos humanos otra vez en el centro de la controversia.
Molina, la científica cubana de 61 años que otrora dirigió un prestigioso centro de salud este país, llegó al parecer la noche del miércoles a la embajada de Buenos Aires en La Habana, acompañada de su madre, Hilda Morejón, de 86 años, aunque el personal de la legación se abstuvo de confirmar o negar públicamente el hecho.
Tampoco realizaron declaraciones sobre el tema las autoridades cubanas, un hermetismo que resulta habitual en este país caribeño de gobierno socialista.
Sin embargo, Roberto Quiñones, el hijo de la científica radicado en Buenos Aires, dijo esta mañana desde esa capital que su madre y su abuela estaban en la embajada argentina en calidad de huéspedes y no (no) tenían previsto solicitar asilo político.
Una fuente diplomática latinoamericana comentó a IPS que la opción del asilo puede más bien complicar y dilatar la permanencia de las dos mujeres en la embajada. Lo mejor sería una negociación, dado el carácter humanitario del caso, afirmó.
Molina fue fundadora y directora del Centro Internacional de Restauración Neurológica de Cuba (Ciren), una muy bien calificada institución de salud cubana, cuya atención a pacientes procedentes del exterior reporta buenos ingresos en divisa al país.
La profesional médica alega que renunció a su cargo en 1994 por discrepar con la política del gobierno de Fidel Castro en materia de salud que, en su opinión, empezó a privilegiar la atención a extranjeros como fuente de recursos financieros.
Desde ese mismo año, Molina intenta infructuosamente que se le autorice a viajar a Argentina, donde vive su hijo, Quiñones, médico como ella y también ex trabajador del Ciren.
Quiñones está casado con la ciudadana argentina Nora Scarpatti, con quien tiene dos hijos, Roberto de 9 años y Juan Pablo de 3.
En declaraciones a medios internacionales de noticias, Scarpatti también desestimó que la familia esté propiciando que Molina y su anciana madre abandonen Cuba definitivamente. Lo que queremos es que vengan cuando tengan ganas de ver a sus nietos acá, aseguró.
El gobierno argentino de Néstor Kirchner se ha interesado por el caso de Molina e inclusive el propio mandatario habría solicitado a su par cubano que permitiese el viaje de las dos mujeres.
Medios diplomáticos temen que, si esas gestiones oficiales no tuvieron éxito hasta ahora, el ingreso de Molina y su madre a la embajada podría empeorar las cosas, en lugar de apresurar la solución al problema.
Según Molina, Buenos Aires esperaba de La Habana una respuesta similar a la brindada a la Unión Europea (UE) con la excarcelación en los últimos meses de 14 de los 75 opositores enjuiciados y condenados a largas penas de cárcel en abril del pasado año.
La UE reaccionó con severidad a esos encarcelamientos y aplicó varias medidas de castigo a Cuba, que, a su vez, cortó los canales de comunicación con los embajadores de los países del bloque, que comenzaron a invitar opositores a sus fiestas nacionales.
Empero, la UE inició en los últimos meses un proceso de reflexión en torno a su postura hacia La Habana. En ese contexto, anunció que estudiará en enero próximo las recomendaciones de su Comité de Expertos sobre América Latina (Colat).
Entre otras sugerencias, el Colat sugirió la suspensión temporal de las invitaciones a disidentes a las celebraciones, que es la medida que mayor irritación causó al gobierno de Castro, renuente a legalizar una oposición que considera creada y financiada por Estados Unidos.
Para observadores, el caso de Molina y de su madre representa un retroceso en ese clima favorable a la distensión, además de crear fricciones innecesarias con un gobierno que, como el del centroizquierdista Kirchner, optó por el mejoramiento de las relaciones bilaterales.
Esos vínculos fueron calificados de excelentes por el presidente Castro en julio pasado, cuando visitó sorpresivamente la embajada argentina en La Habana, en un gesto que reserva para países con los cuales su gobierno mantiene vínculos muy próximos.
Ambos países se mantuvieron varios años distanciados por desavenencias en torno al tema de los derechos humanos, situación que tuvo un vuelco tras la llegada de Kirchner, a cuya ceremonia de posesión en mayo de 2003 asistió Castro.
Argentina se abstuvo este año por segunda ocasión consecutiva en la votación de una resolución contra Cuba en la sesión anual que realiza en su sede de Ginebra la Comisión de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas, posición considerada por La Habana de valiente.
El gobierno de Kirchner también apoya a Cuba en la eventual firma de un acuerdo del tipo cuatro más uno con el Mercado Común del Sur (Mercosur), integrado por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay.
Esa posibilidad no contaba con el respaldo del gobierno uruguayo de Jorge Batlle, de centroderecha, que en marzo dejará su lugar a Tabaré Vázquez, del izquierdista Encuentro Progresista/Frente Amplio, quien ha prometido restablecer de inmediato los lazos diplomáticos interrumpidos en 2002 con la nación caribeña. (