La presidenta de Sri Lanka, Chandrika Kumaratunga, procura el apoyo de India en su lucha contra los rebeldes tamil, pero Nueva Delhi no parece interesada en involucrarse una vez más en esta guerra civil de más de dos décadas.
Kumaratunga visitó la semana pasada la capital india y dialogó con varios representantes del gobierno del primer ministro indio Mamohan Singh. En la visita se discutió un acuerdo de cooperación defensiva entre los dos países, pero aún no ha sido firmado.
El viaje de la presidenta a Nueva Dehli fue precedida, a su vez, por una serie de visitas de altos mandos militares indios a Colombo.
Analistas sospechan que el gobierno de Kumaratunga busca con este acuerdo obtener el respaldo de India para resolver de una vez por todas el conflicto con los rebeldes Tigres para la Liberación de la Patria Tamil-Eelam (LTTE), ante el fracaso de las gestiones de Noruega y Japón para reanudar las conversaciones de paz.
El gobierno de Sri Lanka no quiere iniciar un nuevo enfrentamiento (con este acuerdo), pero también quiere impedir que el LTTE lo haga, y los Tigres parecen estar a punto de lanzar una ofensiva, dijo a IPS el politólogo Sukh Deo Muni, de la Universidad Jawaharal Nehru, de Nueva Delhi.
Colombo mantuvo seis rondas de conversaciones con los Tigres desde septiembre de 2002 y hasta marzo de 2003, cuando los rebeldes se levantaron de la mesa de negociaciones ya que su exigencia de autodeterminación fue rechazada.
Más de 65.000 personas han muerto y unas 800.000 han sido desplazadas por la guerra civil que libra el LTTE desde 1983 para lograr la autonomía del norte y el este del país, donde los tamiles son mayoría.
Más de 70 por ciento de los 18 millones de habitantes de Sri Lanka son de la etnia cingalesa —la mayoría budistas— y 18 por ciento son tamiles, cuyos ancestros proceden del sur de India y que practican el hinduismo.
Mientras, el canciller noruego Jan Petersen viajó la semana pasada a Sri Lanka, en un nuevo intento de salvar las conversaciones de paz que debían iniciarse en estos meses.
Petersen, quien se reunirá próximamente con el jefe supremo del LTTE, Velupillai Prabhakaran, admitió a la prensa que no tiene muchas expectativas de que pueda evitar nuevos enfrentamientos. El enviado dijo que llegó a Sri Lanka sólo para constatar si las dos partes deseaban reanudar negociaciones.
El ex general del ejército indio Amarjit Kalkat afirmó que el gobierno de Kumaratunga está muy preocupado porque el LTTE se convirtió en un poder de facto en el norte y en el este de esta isla, donde incluso tiene una administración civil bajo su control.
Kalkat, ahora presidente del independiente Consejo Internacional para Resolución de Conflictos, con sede en Estados Unidos, sostuvo que India sigue siendo el único país capaz reanudar las negociaciones de paz.
Los noruegos lo hicieron bien, pero su papel está limitado al de la mediación, y el LTTE sabe que ellos no tienen el poder para asegurar el cumplimiento de ningún acuerdo, dijo a IPS.
En 1987, los Tigres aceptaron un acuerdo de paz ante la presión de India. El convenio establecía la creación de un consejo autonómico en el norte y este del país y permitía el despliegue de soldados indios para mantener la paz.
Pero pronto se desataron los enfrentamientos entre el ejército de India y los guerrilleros del LTTE. Al menos 1.200 indios murieron en esta etapa del conflicto.
Nueva Delhi retiró sus fuerzas en 1989, cuando asumió como presidente de Sri Lanka Ranasinghe Premadasa, un duro crítico a la mediación india.
Japón también quiso ayudar en junio de este año, pero fracasó. Hizo que la comunidad internacional ofreciera una donación de 4.500 millones de dólares para financiar la reconstrucción de Sri Lanka, supeditada a la reanudación del proceso de paz. Pero el LTTE no volvió a la mesa de negociaciones.
El enviado especial de Tokio, Yasushi Akashi, se mostró frustrado a su regreso de Colombo este mes y lamentó la falta de avances visibles en el proceso.
El jefe negociador de los Tigres, Anton Balasingham, rechazó la propuesta japonesa y dijo que la solución a un conflicto étnico no viene por resoluciones o declaraciones en conferencias de donantes, sino que es negociada por las partes en conflicto sin presiones de fuerzas externas.
Ante todo esto, Sri Lanka se esfuerza por lograr un acuerdo defensivo con India, lo que ya despertó las quejas de la Alianza Nacional Tamil (ANT), partido que representó a esa etnia en las elecciones generales de abril.
Los tamiles consideramos que el propuesto acuerdo defensivo entre India y Sri Lanka impulsaría a los rebeldes a prepararse para otra guerra y aniquilaría el proceso de paz, afirmó la legisladora Pathmini Sithamparanathan, de la ANT.
Las últimas visitas de altos mandos militares indios, como la del jefe del Ejército, Nirmal Cnahder Vij, han causado la sensación entre los tamiles de que ya están en marcha los preparativos para una nueva guerra, añadió.
Pero las gestiones cingalesas en Nueva Delhi también podrían ser solamente otro capítulo del enfrentamiento político entre la presidenta, de la coalición gobernante Alianza Popular, y el primer ministro Ranil Wickremesinghe, del opositor Partido Nacional Unido, con mayoría en el parlamento.
Wickremesinghe impulsó el año pasado un acercamiento histórico con el LTTE, pero Kumaratunga lo acusó de haber hecho demasiadas concesiones a los Tigres y destituyó a dos ministros.
El proceso de paz está ahora en un punto muerto, y no sólo el gobierno, sino también los tamiles consideran que Wickremesinghe es incapaz de encontrar una solución. La presidenta podría hundirlo definitivamente si logra firmar un acuerdo con India.
Pero Kalkat sostuvo que Nueva Delhi cometería un grave error si se involucrara militarmente una vez más en Sri Lanka.
El ejército indio no sólo perdió 1.200 soldados en 1987, sino que además se granjeó el odio de los tamiles y aun de los cingaleses, que consideraron su participación en el conflicto como una violación de su soberanía.