El papel de Japón en la guerra contra el terrorismo se fortalecerá con la reelección del presidente estadounidense George W. Bush, prevén analistas.
La presión para que Japón se involucre más en la guerra de Estados Unidos contra el terrorismo es obvia, dijo Azaho Mizushima, profesor de derecho constitucional de la Universidad de Waseda, en una entrevista.
Jitsuo Terashima, portavoz de asuntos de defensa del opositor Partido Demócrata de Japón, predijo un período de incertidumbre para Japón tras la reelección de Bush, marcado por un mayor apoyo de (el primer ministro Junichiro) Koizumi a la guerra en Iraq.
La Agencia de Defensa anunció este jueves su decisión de formar un contingente para reemplazar las tropas japonesas de las Fuerzas de Autodefensa desplegadas en Iraq. Según informes de prensa, esto implica una extensión de la misión más allá del plazo previsto, que vencería el 14 de diciembre.
Según informes, el próximo contingente tendrá unos 600 soldados y también se dedicará a la ayuda humanitaria en Samawa, en el sur de Iraq. Este sería el cuarto grupo de las Fuerzas de Autodefensa enviado por Japón a ese país del Golfo.
Koizumi, que ha forjado una relación personal con Bush, se apresuró a declarar que los vínculos bilaterales se fortalecerán con un segundo mandato del mandatario estadounidense.
Creo que su énfasis en Japón no cambiará, y que la relación de confianza que hemos desarrollado tendrá un efecto positivo en el futuro de los vínculos entre los dos países, dijo el jueves a la prensa.
Pero el apoyo japonés a la guerra contra Iraq, en el primer despliegue de tropas de Japón desde la segunda guerra mundial, genera una fuerte oposición entre el público pacifista.
Las elecciones del martes en Estados Unidos fueron seguidas de cerca en Japón, el principal aliado de Washington en Asia, pero tuvieron como telón de fondo el retorno de un japonés asesinado por secuestradores de un grupo radical islámico en Iraq.
La víctima era Shosei Koda, un mochilero de 24 años. El 27 de octubre, los secuestradores habían amenazado con decapitarlo si Tokio no retiraba sus fuerzas de Samawa en 48 horas.
Koda fue la última de varias víctimas japonesas en Iraq. En todos los casos, Koizumi rechazó las demandas de los secuestradores.
La última encuesta de opinión pública, realizada en octubre, indica que 63 por ciento de los japoneses están en contra de la participación de su país en la guerra de Iraq.
Pero la esperanza de que Tokio se aleje de la política internacional de Estados Unidos casi se ha desvanecido, señaló Yuko Akiyama, de la organización no gubernamental Peace Depot.
Según Ayikama, el fortalecimiento político de Bush significa para Japón un peligro alejamiento de su pacifismo de posguerra.
Preocupados porque Koizumi se vuelva más cooperativo con una política exterior estadounidense criticada por su unilateralismo, partidos opositores japoneses exhortaron al gobierno a reducir su dependencia de Washington.
Es importante que el gobierno japonés hable claro y no sea un mero subcontratista de Estados Unidos, declararon.
Según analistas, el fortalecimiento de los vínculos bilaterales puede implicar que Japón abandone su política de control de armas e incluso comience a exportarlas, como pretenden algunos empresarios privados y la Agencia de Defensa.
Actualmente, Japón participa en el desarrollo y la producción de sistemas misilísticos de defensa junto con Estados Unidos.
Mientras, miembros de las Fuerzas de Autodefensa entrevistados por medios de prensa nacionales expresaron resignación ante la victoria de Bush.
Para ser sincero, nadie quiere ir a Iraq, aunque nuestro trabajo sea obedecer órdenes, declaró un miembro de las Fuerzas estacionado en la base de Komaki, en la central prefectura de Aichi. (