Las organizaciones islámicas radicales están ganando la guerra de la propaganda contra Estados Unidos, advirtió un importante cuerpo de asesores de la Secretaría (ministerio) de Defensa.
El panel atribuyó esa derrota a la incomprensión del mundo musulmán por parte del gobierno de George W. Bush y a su falta de imaginación en el uso de las modernas tecnologías de la información.
La Junta Científica de Defensa (DSB) concluyó la elaboración del estudio en septiembre, pero sólo la publicó a fines de noviembre. El informe llama a una gran reforma de los aparatos de diplomacia pública y comunicación estratégica de Washington.
Ambas áreas requerirán mucho más dinero y la creación de una agencia independiente dedicada a apoyar al sector privado, investigadores y organizaciones no gubernamentales para promover los mensajes oficiales de Estados Unidos en un mundo islámico cada vez más hostil.
La diplomacia pública es la estrategia de vinculación de un país con la ciudadanía y las organizaciones sociales de los países extranjeros.
La comunicación estratégica, que está en crisis, es un componente vital de la seguridad nacional de Estados Unidos, indica el informe de 111 páginas. Debe ser transformada con un propósito que combine nuestro compromiso con la diplomacia, la defensa, la inteligencia, la ley y el orden y la seguridad interna.
Resulta imperativa que el gobierno y el sector privado colaboren en una escala sin precedentes, agregó la Junta.
El informe también exhorta a las autoridades a invertir más tiempo en escuchar a su audiencia objetivo y a apelar a mensajes que procuren reducir, no aumentar, la percepción de arrogancia, oportunismo y doble discurso hoy predominante en el mundo islámico respecto de Estados Unidos.
La DSB, integrada por representantes del sector privado y por académicos a los que designó el secretario (ministro) de Defensa, Donald Rumsfeld, restringe habitualmente su análisis a las cuestiones científicas y tecnológicas.
El cuerpo carece de autoridad ejecutiva, pero su relevancia dentro del gobierno, el carácter en general belicista de sus integrantes y el tono de urgencia del informe lo ubica entre las prioridades de la segunda presidencia de Bush.
El análisis se basa sobre entrevistas a funcionarios y expertos en diplomacia pública, comunicación estratégica y guerra psicológica, así como sobre más de una docena de documentos elaborados en los últimos tres años por organizaciones no gubernamentales, encuestadoras y oficinas del gobierno.
Todos esos informes muestran una gran caída en la imagen de Estados Unidos en el mundo árabe e islámico, en particular desde la invasión a Iraq en marzo de 2003, así como el fracaso virtualmente total de Washington en revertir con eficacia esas percepción.
El estudio atribuye el hecho a la opinión predominante entre los musulmanes de que las políticas del gobierno de Bush tienen como objetivo su sumisión.
Torcer y manipular las relaciones públicas y la propaganda no son la respuesta. La política exterior cuenta… Acaramelar y dar discursos fáciles tampoco son respuesta, según el análisis publicado el año pasado por un grupo de trabajo del gobierno citado en el informe de la DSB.
El panel que elaboró aquel informe estaba encabezado por el ex asesor principal en cuestiones de Medio Oriente del gobierno de George Bush —padre del actual presidente (1989-1993)—, Edward Djerejian.
El estudio de la DSB también considera que las políticas de Washington en Medio Oriente, en especial el apoyo a Israel, la invasión a Iraq y el respaldo de gobiernos autocráticos, dificulta la tarea de persuadir a los musulmanes de sus buenas intenciones.
De todos modos, la Junta no recomendó cambiar políticas, una posibilidad que va más allá de sus facultades.
La brecha entre la retórica del gobierno de Bush y sus acciones en la región tal como es percibida por los musulmanes ha conducido a una pérdida virtualmente total de credibilidad, sostiene el informe.
Las grandes metas de la estrategia estadounidense dependen de separar a la amplia mayoría de los musulmanes, que son no violentos, de los radicales combatientes islámicos partidarios de la jihad (guerra santa), argumenta.
Pero los esfuerzos de Estados Unidos en ese sentido no solo fracasaron: también pueden haber logrado el efecto opuesto al que perseguían, sentencia el informe.
Al contrario de lo que repiten una y otra vez las autoridades del gobierno y sus principales asesores pertenecientes a su ala neoconservadora, los musulmanes no 'odian nuestra libertad', sino, más bien, odian nuestras políticas, advirtieron los expertos.
La inmensa mayoría manifiesta sus objeciones a lo que consideran un apoyo sesgado en favor de Israel y en contra de los derechos palestinos, y el perdurable y creciente apoyo a regímenes que los musulmanes consideran tiránicos, principalmente Egipto, Arabia Saudita, Jordania, Pakistán y los estados del Golfo, afirmaron.
Más aun, el hecho de que la diplomacia pública estadounidense hable de democratizar las sociedades islámicas es considerado no más que una hipocresía egoísta, mientras decir que 'la libertad es el futuro de Medio Oriente' es considerado algo condescendiente, una sugerencia de que los árabes son como los pueblos esclavizados del viejo Mundo Comunista.
Y ésa no es, según los expertos que redactaron el estudio, la visión de los árabes sobre la situación, en absoluto.
Por el contrario, agregaron, la gran mayoría aspiran a ser liberados, tal vez, de lo que ven como tiranías apóstatas a las que Estados Unidos promueve y defiende con determinación.
Pero a los ojos de los musulmanes, la ocupación de Afganistán e Iraq no condujo a la democracia allí, sino sólo a más caos y sufrimiento, observaron.
El problema crítico de la diplomacia pública estadounidense hacia el mundo árabe no se refiere a la 'diseminación de información', ni siquiera a la elaboración y transmisión del 'mensaje correcto'. El problema es, más bien, la credibilidad, agrega el estudio.
Simplemente, no la hay, enfatiza. Estados Unidos carece hoy de un canal de comunicaciones hacia el mundo árabe e islámico. Por lo tanto, inevitablemente, todo lo que los estadounidenses hagan o digan servirá sólo al partido que tiene tanto el mensaje como un canal 'alto y claro' para transmitirlo: el enemigo.
Si realmente queremos que el mundo musulmán en general y el árabe en particular avancen hacia nuestro concepto de 'moderación' y 'tolerancia', debemos reafirmarles que eso no significa que deban someterse al modo (de vida) estadounidense, agrega el estudio.
Para alcanzar el éxito, Washington deberá apuntar hacia aquellos ciudadanos del mundo islámico que apoyan, o apoyarían, nuestras opiniones sobre la base de su propia cultura, tradiciones y actitudes acercad de cuestiones como el control personal, las oportunidades y el cambio.
Dentro de esa audiencia objetivo, el estudio identificó a los denominados secularistas del mundo musulmán: empresarios, científicos, educadores no religiosos, políticos o administradores estatales, músicos, artistas, poetas, escritores, periodistas, actores y sus audiencias y admiradores.
Entre las cuestiones a abordar en los mensajes, los expertos incluyeron el respeto por la dignidad humana y los derechos individuales, la educación individual, las oportunidades económicas, la libertad política, la seguridad y la movilidad social.
Al mismo tiempo, las autoridades estadounidenses deben dedicarse a desarrollar nuevas técnicas para alcanzar a tal audiencia, especialmente a través de canales como el correo electrónico, el chateo, los juegos de vídeo y los juegos interactivos en Internet, según los expertos.
Los esfuerzos más tradicionales, como las emisiones de televisión, el intercambio cara a cara y el reclutamiento de celebridades en esfuerzos de diplomacia pública deberán también ampliarse mediante la transfusión de cientos de millones de dólares en programas ya existentes que, según los autores del estudio, están anémicos desde el fin de la guerra fría.