EEUU: La hora de los espías

La mayor duda acerca del próximo mandato del presidente estadounidense George W. Bush es si su política exterior seguirá el rumbo agresivo de los últimos tres años o será más moderada. En el primer caso, se basaría en operaciones clandestinas.

Aunque no dispone de fondos ni tropas suficientes para emprender nuevas aventuras militares, el gobierno podría continuar la línea unilateralista que adoptó desde los atentados del 11 de septiembre de 2001 a través de una fortalecida Agencia Central de Inteligencia (CIA) y del Comando de Operaciones Especiales del ejército.

Mucho dependerá de los funcionarios que se asignen a altos cargos. Si como se prevé, el secretario de Estado (canciller) Colin Powell y su vice Richard Armitage dejan el gobierno, varios puestos clave estarán disponibles.

Ya se escuchan apuestas en la capital. Algunos opinan que los neoconservadores y nacionalistas que impulsaron la guerra contra Iraq y ahora promueven ataques a Irán, Siria y Corea del Norte podrían ampliar su control a órganos clave, especialmente el Consejo de Seguridad Nacional y el Departamento de Estado (cancillería).

James Mann, del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS), dividió las principales líneas de pensamiento entre los ”augures” —aquellos que creen que el segundo mandato de Bush producirá más intervenciones militares en el extranjero— y los ”escépticos”, según los cuales el próximo gobierno será ”más cauteloso y menos beligerante”.
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Mann, autor de ”Rise of the Vulcans: The History of Bush's War Cabinet” (La historia del gabinete de guerra de Bush), predijo en un artículo publicado en el sitio web de la Fundación Carnegie para la Paz Internacional que los escépticos prevalecerán.

El cambio previsto no se debe a que el gobierno se haya vuelto más moderado. De hecho, todos los dichos de Bush desde su reelección el día 2 sugieren lo contrario.

Sin embargo, el presidente enfrenta ”una serie de limitaciones, tanto militares como diplomáticas, políticas y económicas, que reducirán sus posibilidades de lanzar nuevas guerras preventivas”, arguyó Mann.

Dado que las fuerzas armadas estadounidenses están empantanadas en Iraq sin salida a la vista, ”¿de dónde sacaría el gobierno tropas para nuevas aventuras militares en países como Siria?”, preguntó.

”Cualquier intento de comprometer tropas estadounidenses en cualquier parte enfrentará una fuerte resistencia entre los militares uniformados, desde los jefes del Estado Mayor hasta los soldados rasos”, advirtió el autor.

Igualmente importantes son las limitaciones económicas para emprender nuevas aventuras militares.

Bajo el primer mandato de Bush, Estados Unidos acumuló un déficit económico histórico: más de 414.000 millones de dólares en 2004. Casi la mitad de este déficit se debe a la guerra contra Iraq, que hasta ahora ha costado 200.000 millones de dólares.

Mann considera que estas limitaciones obligarán al gobierno a un enfoque más ”realista” y multilateral, como el promovido por Powell y el ex asesor de seguridad nacional Brent Scowcroft, aun si en la mente del nuevo equipo prevalece la visión más agresiva de una dominación militar mundial.

Sin embargo, escribió, la administración puede intentar ”ejercer su poder militar de una forma que no requiera muchos soldados, por ejemplo ataques aéreos”, una opción que ya fue considerada para objetivos relacionados con los programas nucleares de Irán y Corea del Norte.

Mann olvidó mencionar otra forma de intervención que podría transformarse en un importante instrumento del nuevo gobierno: las acciones encubiertas de una CIA fortalecida desde el punto de vista financiero y del Comando de Operaciones Especiales, dependiente del Departamento de Defensa (Pentágono).

El presupuesto anual de los servicios de inteligencia fue aumentado de menos de 30.000 millones de dólares hace cuatro años a unos 40.000 millones para el año fiscal 2005.

Aunque la mayoría de los fondos se destinarán a agencias del Pentágono que recaban datos de inteligencia mediante satélites y otros medios técnicos, el Congreso legislativo propuso una gran reforma de las operaciones encubiertas que beneficiarían principalmente al servicio clandestino de la CIA.

Mientras, el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, dejó claro que el Comando de Operaciones Especiales (actualmente con 50.000 soldados) tendrá un papel clave en la ”transformación” de las fuerzas armadas del siglo XXI, y especialmente en la ”guerra contra el terrorismo”.

”Creo que el renovado énfasis en las operaciones encubiertas favorece al gobierno”, opinó John Prados, analista de inteligencia y política exterior.

La autorización de 25 millones de dólares para fuerzas irregulares del Comando de Operaciones Especiales sugiere que ”la administración tiene actividades específicas en mente”, agregó.

Si, además, Bush reemplaza a Powell y otros ”realistas” con funcionarios más a tono con el unilateralismo agresivo que dominó la política exterior de Washington desde el 11 de septiembre de 2001, el nuevo equipo tendrá amplias ventajas para aplicar una agenda encubierta, señaló Prados.

”Tendrá un Congreso más solidario, un presidente …que lo apoyará plenamente, y un equipo de planificadores políticos que, en lugar de ponerse trabas burocráticas entre sí, empujarán en una misma dirección”, predijo.

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