Sin educación no hay desarrollo, pero en los países subdesarrollados es donde más escasea la enseñanza de calidad, justamente por falta de recursos. ¿Cómo romper ese círculo?
Los mecanismos para poner fin a ese determinismo fueron tema central en la IV Reunión Mundial de Educación, concluida este miércoles en Brasilia, después de tres días de discusiones entre representantes de 28 países y organismos internacionales.
La reunión promovida por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) se repite cada año para evaluar el cumplimiento del compromiso de la Eduación para Todos, asumido por la comunidad internacional en la conferencia de Dakar, en 2000.
La Declaración de Brasilia, aprobada en el encuentro, destaca la calidad de la enseñanza como condición básica para cumplir en 2015 las seis metas fijadas, entre ellas la expansión de la educación preescolar o inicial, la universalización de la enseñanza primaria y la reducción, a la mitad, del analfabetismo.
El aumento de la ayuda de los países industriales al desarrollo de los pobres es una de las principales medidas, dijo el director general de la Unesco, Koichiro Matsuura. La asistencia destinada a la educación se limita actualmente a 1.500 millones de dólares al año, pero las metas exigen por lo menos 5.600 millones, acotó.
Una forma de impulsar el movimiento de recursos es condonar la deuda externa pública, condicionándola a inversiones educativas en los países deudores, propusieron varios ministros y representantes de países en desarrollo, especialmente los africanos.
Autoridades de países donantes, como el ministro francés de Cooperación y Desarrollo, Xavier Darcos, coincidieron en la necesidad de ampliar sus aportes, pero en contrapartida reclaman una educación eficiente en los países beneficiados.
Brasil es un caso ejemplar de las dificultades para cumplir las metas educativas, aunque no se trata de uno de los más pobres. El esfuerzo brasileño de las dos últimas décadas logró llevar la enseñanza primaria a 97 por ciento de la población de 7 a 14 años, pero de pésima calidad.
En consecuencia, Brasil ocupa el lugar 72 en una lista de 127 naciones cuya enseñanza fue evaluada en el Informe de Monitoreo sobre Educación para Todos de este año, elaborado por la Unesco. Diez países latinoamericanos, incluyendo algunos más pobres que Brasil, como Ecuador, Panamá y Perú, están mejor colocados.
Brasil escalaría hasta la posición 32 de la lista, si se considerara sólo el acceso a la enseñanza primaria. Pero el Indice de Desarrollo Educativo adoptado por la Unesco lleva en cuenta otros tres aspectos en los que el desempeño brasileño es muy débil, especialmente la permanencia en la escuela a partir del quinto grado.
La enseñanza brasileña presenta un elevado índice de deserción y de repetición escolar.
El analfabetismo y el acceso desigual de niñas y niños a la educación son otras áreas en las que Brasil pierde puntos. En América Latina, Argentina, Cuba y Chile están mejor considerados, en los lugares 23, 30 y 38, respectivamente. Costa Rica, México, Panamá y Venezuela ocupan posiciones entre la 44 y la 50.
Pero incluso los países latinoamericanos mejor colocados en este índice se encuentran lejos de una buena situación educativa. No es consuelo que los de Africa subsahariana estén peor aún. El grado de desarrollo se refleja directamente en la calidad de la enseñanza.
Pero, si esto es así y solo una educación de calidad puede impulsar el desarrollo. ¿Cómo se rompe el círculo vicioso?
Aplicar más recursos es clave para superar esa relación en el futuro. Brasil invierte una de las proporciones del producto interno bruto (PIB) más bajas en ese rubro, dijo a IPS Vera Mazagao Ribeiro, coordinadora de Programas de la organización no gubernamental Acción Educativa.
Según el informe de la Unesco, Brasil destina 4,2 por ciento de su PIB en la educación, en comparación con cuatro por ciento de Chile y 3,2 por ciento de Senegal.
Hay otras razones. Brasil acumula problemas educativos históricos, especialmente en la organización de sus redes y las malas condiciones de trabajo, observó Mazagao. En el meridional estado de Sao Paulo, el más industrializado del país, hay escuelas que cambian 80 por ciento de sus profesores de un año a otro, ejemplificó.
Por una mala reglamentación de la carrera, entre otros problemas, los maestros no permanecen en las escuelas, y por tanto no establecen relaciones firmes con la comunidad, no asumen compromisos de mejorar la enseñanza y se sienten desmotivados, acotó.
Además, hay un apartheid escolar, una suerte de segregación de la enseñanza estatal. La escuela pública se deterioró y es considerada propia de los pobres, mientras las capas medias y los profesores la abandonan por escuelas privadas de mejor calidad, destacó la experta.
Calificar y remunerar mejor a los profesores fue una de las medidas aprobadas en Brasilia, y considerada indispensable para la calidad de la enseñanza. El Informe de la Unesco identifica una fuerte caída de los salarios docentes en todo el mundo.
En los países con ingresos inferiores a 2.000 dólares por persona, el salario de los profesores correspondía a 8,6 veces el PIB por habitante en 1975. En 2000 esa relación bajó a 3,7. En América Latina la caída fue menor, de 2,7 a 2,3.
Una consecuencia es el creciente déficit de maestras y maestros, que podría trepar a 12 millones en todo el mundo dentro de algunos años, según Matsuura.