CINE-ANTARTIDA: La sala del fin del mundo

Unos llegarán caminando o en motos sobre hielo, otros en bote eludiendo grandes témpanos y hasta algunos en avión, pero nadie en la helada isla 25 de Mayo querrá faltar en febrero a la inauguración del primer cine del continente antártico, en la base argentina Jubany.

”Fue una sorpresa” y provoca expectativas para todos, dijo el arquitecto Fernando Kroupa, que dirige la construcción de la sala en el lugar donde antes había un depósito. ”Aquí la recreación consiste básicamente en el vídeo o los juegos de cartas en el salón comedor”, señaló el profesional en diálogo con IPS desde Jubany a través de un transmisor de radio.

La sala ”Latitud 90” tendrá 58 butacas y una pantalla grande donde se proyectarán películas argentinas y extranjeras con subtítulos en inglés en disco de vídeo digital (DVD).

Los filmes cambiarán cada semana y periódicamente viajarán actores, directores, artistas plásticos y escritores para brindar talleres y estrechar lazos con el particular público en esta base, cuya dotación permanente es de 14 personas.

La iniciativa fue de la Dirección Nacional del Antártico. Su director, el médico Mariano Memori, estuvo dos años en la base Jubany como jefe de misión en los años 90 y, si bien recuerda positivamente la experiencia, admitió a IPS que las posibilidades de esparcimiento eran mínimas y el tiempo libre representaba un desafío.

”Vídeos, libros, música, ajedrez”, eran algunos de los modos de distenderse enumeró Memori. ”En esa época no había Internet”, para libros muy requeridos había lista de espera y en ciertas oportunidades se visitaba a otras bases como distracción, recordó.

”En la base Gran Muralla, de China, había muchos vídeos, pero en su idioma”, recuerda.

El convenio firmado este mes con el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa) prevé además llevar a la Antártida a artistas y realizadores y filmar allí documentales y películas de ficción que transcurran en ese mundo de hielo, donde en invierno no es posible permanecer fuera de la base más que unos pocos minutos.

”No podemos llevar a todos los argentinos a la Antártida, pero queremos que a través de las expresiones artísticas la sociedad conozca este continente de la paz y de ciencia, que se preserva en estado puro, explicó Memori con orgullo. ”Hasta ahora teníamos sólo una cultura de la logística, queremos ampliar esa visión”, aseguró.

La iniciativa tuvo inmediata acogida en el Incaa. ”Los actos de soberanía no pasan sólo por la ocupación militar”, dijo a IPS Jorge Alvarez, vicedirector del instituto que será el encargado de proveer la filmografía. ”Nos pareció una idea maravillosa y por eso la apoyamos”, celebró el funcionario.

Las películas que se pasarán en Latitud 90 serán básicamente nacionales con subtítulos en inglés. Pero habrá en segundo lugar para filmes del resto del Mercosur, en referencia al Mercado Común del Sur que este país comparte con Brasil, Paraguay y Uruguay, de Iberoamérica, y de países que tienen convenios de intercambio cinematográfico con Argentina, como España, Italia y Alemania.

Con entusiasmo por la nueva empresa, Alvarez comentó que el vicecanciller Jorge Taiana, quien participó del acto de la firma del convenio, estuvo en la Antártida este año cuando gente de la base Jubany se lanzó a caminar cinco horas sobre el hielo hasta la base polaca ”para compartir un jamón crudo” que les había llegado del continente americano.

Esos actos de camaradería son parte de esta cultura antártica que el Incaa y la Dirección Nacional del Antártico quieren que se conozca y se difunda a través del arte.

Argentina tiene en la Antártida siete bases con actividad temporaria y otras seis permanentes, como Jubany, que fue inaugurada a mediados del siglo XX. Allí opera un laboratorio argentino-alemán y una estación sismológica, pero su dotación estable es de apenas 14 personas, que rotan cada dos años.

En la misma isla 25 de Mayo, ubicada a unos 4.000 kilómetros al sur de Buenos Aires y donde está Jubany, se levantan otras siete bases científicas, que son las de Brasil, Chile, China, Corea del Sur, Polonia, Rusia y Uruguay. Por eso es que los habitantes de Jubany esperan poder invitar a sus colegas al nuevo cine, al menos en el verano.

Kroupa remarcó que entre una base y otra hay distancias que oscilan entre los ocho y los 20 kilómetros, que se pueden salvar en motos, botes o por vía aérea en el caso de la más alejada base chilena. Sólo desde dos estaciones podrán llegar caminando, pero siempre que estén atentos a las grietas que ofrecen los glaciares.

Este arquitecto que viaja casi todos los años a la Antártida, para trabajar en distintas obras en las bases, admitió que las visitas son parte del entretenimiento de la población estable de Jubany. Incluso en la base chilena Frei se realizó hace poco un evento deportivo que convocó al personal de todos los asentamientos vecinos en la isla.

Por su parte Alvarez, del Incaa, explicó que utilizarán los servicios de la Fuerza Aérea Argentina para trasladar el material fílmico suficiente para que las películas cambien una vez a la semana. Pero cada 45 días llevarán además directores, actores, pintores y escritores, para que tomen contacto con los destinados a las bases.

El funcionario anticipó que ya tienen en carpeta un proyecto para filmar un documental en la Antártida y dos de largometrajes de ficción que transcurrirían en el continente. Los realizadores podrán utilizar los llamados ”costos hundidos”, que tiene el mantenimiento de las bases argentinas allí.

El transporte aéreo y marítimo que une la Antártida con el territorio americano siempre hay espacio libre para trasladar a los visitantes, aseguró Memori. El problema es que deben contar con tiempo suficiente, porque primero hay que viajar a Tierra del Fuego, la provincia más austral de Argentina, y esperar allí que el clima sea adecuado para cruzar hasta Jubany.

En la base, que es de las ubicadas más al norte del continente antártico, el clima no es tan helado como en la península, pero puede llegar a 20 grados bajo cero en invierno, con una sensación térmica de 30 y hasta 40 grados bajo cero. En verano, el ambiente es más amigable, con temperaturas que pueden ascender hasta los 10 grados.

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