Brasil podrá ampliar sus exportaciones de carnes y otros productos a Rusia, además de tecnología en el área aeroespacial y energética, si apoya el ingreso de ese país a la Organización Mundial del Comercio y le compra sus aviones militares Sukhoi.
La visita oficial a Brasil que realizará el presidente ruso, Vladimir Putin, de este domingo al próximo martes, ofrece perspectivas ambiciosas en el comercio y en la cooperación en áreas apetitosas, como petróleo, gas natural y de lanzamiento de satélites.
La pretensión de ambas partes es triplicar el comercio bilateral en los próximos tres años, elevándolo de los 2.055 millones de dólares de 2003 a 6.000 millones anuales a fines de 2006.
Diversificar ese intercambio es clave y factible, pues hasta ahora se limitó a productos básicos en las dos direcciones, destacó el presidente del Consejo Empresarial Brasil-Rusia, Marcus Pratini de Moraes, quien fuera ministro de Agricultura del gobierno anterior presidido por Fernando Henrique Cardoso.
Brasil importa prácticamente sólo fertilizantes de Rusia y sus ventas a ese país se concentran en azúcar, carnes y tabaco.
Los demás productos son aún irrelevantes en el flujo comercial entre las dos naciones, que es también muy desequilibrado, con un superávit a favor de Brasil que el año pasado fue de 945 millones de dólares.
Pero la expansión, por lo menos de las exportaciones brasileñas, está comprometida este año. Rusia embargó desde el 20 de septiembre la importación de carnes brasileñas, a causa de un brote de fiebre aftosa en el interior de la Amazonia.
Las pérdidas por esa causa se calculan en cuatro millones de dólares por día, según los exportadores. La suspensión de ese embargo es el reclamo más urgente del gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva, que puede entrar como contrapartida de alguna concesión.
Moscú ya dio una muestra de buena voluntad, liberando la importación de carnes del meridional estado brasileño de Santa Catarina, el mayor productor y exportador de carne porcina del país.
Pero los brasileños argumentan que la restricción sobre otras partes del país discrepa de las reglas internacionales, ya aceptadas por más de un centenar de países importadores de carnes y por la Organización Internacional de Epizootias, que divide Brasil en varias regiones para efectos sanitarios.
Brasilia quiere más, cree que es el momento de revisar los criterios sanitarios rusos y también las cuotas de importación de carnes.
Pero Rusia destinó la mayor parte de las cuotas a Estados Unidos y a la Unión Europea, que pueden ser decisivos en la aprobación del ingreso de ese país en la Organización Mundial del Comercio (OMC). Sobra poco para otros mercados.
La solución ideal, para Brasil al menos, sería la eliminación del sistema de cuotas y su sustitución por aranceles, pero no es realista esperar tal cambio a corto plazo.
Un fuerte triunfo brasileño en ese juego es la licitación internacional para la adquisición de 12 aviones de caza para la Fuerza Aérea Brasileña, cuyo desenlace se postergó varias veces pero se espera para pronto. Es un negocio estimado en 700 millones de dólares.
Los aviones Sukhoi disputan la licitación con varios aparatos similares europeos, como los franceses Mirage y los estadounidenses. Una de sus ventajas es la transferencia de tecnología, ofrecida por los rusos y que los militares brasileños consideran una prioridad.
Putin llegará a Brasil escoltado por sukhois, señalando la importancia que concede el mandatario a ese rubro de las negociaciones con el gobierno brasileño.
La contrapartida, según trascendió, sería la apertura del mercado ruso para varios productos brasileños.
Entre los beneficiados podrían estar los aviones civiles hechos por la Empresa Brasileña de Aeronáutica y destinados al transporte de hasta 110 pasajeros en vuelos cortos o medianos. Son aviones competitivos en su segmento, ya usados por compañías de decenas de países.
En otra área de tecnología sensible, la espacial, Rusia puede ayudar Brasil a recuperar su programa, que incluye un vehículo lanzador de satélites (VLS) y la Base de Alcántara, un centro de lanzamiento ventajoso porque se ubica casi exactamente en la línea del Ecuador, en el norte de Brasil.
El programa brasileño sufrió un duro golpe en agosto del año pasado, cuando un accidente destruyó el VLS e instalaciones de la base, matando a 21 técnicos y amenazando el futuro de los proyectos brasileños. Por eso la cooperación rusa es clave.
Brasil ya firmó un contrato alquilando parte de Alcántara a Ucrania y podrá hacerlo con Rusia y otros países para lanzamiento de sus satélites.
La participación de empresas rusas en la construcción de centrales eléctricas, de gasoductos y oleoductos, con la importación de equipos y tecnología, es otra área de perspectivas prometedoras en las relaciones bilaterales. Rusia tiene experiencia en petróleo y gas que interesa mucho a Brasil, admitió la ministra de Minas y Energía, Dilma Rousseff.
Los dos países comparten características y problemas similares, como el gran tamaño del territorio con realidades locales muy diversas, que favorecen la complementariedad y la cooperación.
Pero el comunismo en Rusia durante casi todo el siglo pasado y la dictadura militar anticomunista en Brasil, durante el período de mayor crecimiento económico del país de 1964 a 1985, forzaron un alejamiento. La visita de Putin puede representar un paso decisivo para impulsar un acercamiento.