Con el vaticinio de triunfo en las elecciones regionales de este domingo como estandarte, el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, ordenó a sus seguidores dar una nueva batalla de profundización de la revolución bolivariana sobre dos blancos concretos: la burocracia y el latifundio.
Guerra a muerte contra la corrupción, contra la burocracia y contra la ineficiencia, proclamó Chávez en los últimos minutos de campaña, la noche del jueves, en un mitin en el litoral cercano a Caracas que convocó a miles de partidarios ataviados, como él, con camisas y boinas rojas, lo cual ha dado en llamar marea roja.
El presidente recorrió el país en pocas semanas, con uno o dos mítines cada día, para impulsar a los candidatos del oficialismo en las elecciones para gobernadores de 22 de los 23 estados del país este domingo, cuando también se elegirán los 335 alcaldes.
Los actos de Chávez, que contrastaron con una campaña recatada y casi sin aliento de calle por parte de los candidatos opositores, siguieron un libreto semejante: Chávez y la autoridad local entregaron pequeños créditos, becas, tractores, lotes de terrenos, pensiones u otros beneficios muy concretos.
A ello le siguieron discursos cada vez más encendidos para atacar al capitalismo, la corrupción y el latifundio.
Chávez apeló constantemente a citas del guerrillero argentino-cubano Ernesto Che Guevara, ejecutado en 1967 en Bolivia, al que llamó revolucionario infinito e inmortal, cuando pregonó que la revolución no puede estar reñida con la eficiencia, y también que en una revolución, si es verdadera, o se triunfa o se muere.
Cuando entregó pequeños créditos, Chávez parafraseó al libertador Simón Bolívar, quien dijo que las gangrenas políticas no se curan con paliativos y, según el mandatario tampoco las gangrenas sociales y económicas se curan con paños calientes.
El problema de fondo de Venezuela es la exclusión y la pobreza y, todavía más, la miseria, y en su apoyo trajo al escritor francés Víctor Hugo, cuya obra Los miserables dijo repasar por estos días: Hay quienes viven con poco y son los pobres, pero en el cuarto de al lado están quienes viven sin nada, a las puertas del infierno.
No escaparon a su repertorio el colombiano Gabriel García Márquez, premio Nobel de Literatura, la legendaria figura argentina Eva Perón, llamada en su país la abanderada de los pobres, y menos aún el presidente de Cuba, Fidel Castro, por cuya salud hizo repetidos votos, y cerró varios discursos con la frase patria o muerte, venceremos.
Ese léxico envolvió los tres temas que machacó en todas sus intervenciones: que este domingo se completará la victoria alcanzada en el referendo del 15 de agosto, cuando fue ratificado en su mandato con 59 por ciento de votos, que se debe combatir los vicios de gobierno, en primer lugar la corrupción y el burocratismo en nuestras propias filas, y, a la vez, atacar al latifundio y a la propiedad improductiva.
Encuestadoras y analistas pronostican que los seguidores de Chávez conquistarán la mayoría de las gobernaciones y alcaldías en juego.
Oscar Schémel, de la firma de consultoría y encuestas Hinterlaces, dijo a IPS que ese discurso y el cuadro electoral favorable responde a que el gobierno de Chávez se está quedando sin excusas para encarar la deuda social que tiene a la mitad de la población venezolana viviendo en la pobreza y a uno de cada cinco trabajadores sin empleo.
Su visita a mediados de octubre al estado de Barinas, en las llanuras del sudoeste, brindó a Chávez la oportunidad de mostrar en los mítines siguientes la lucha que propone, pues contó que después de lanzar un encendido discurso contra el latifundio y el egoísmo de los grandes propietarios rurales quiso reunirse con un alcalde de la zona.
El alcalde, pertenecientes a las filas del gobierno nacional, no acudió a la cita a tiempo porque participaba en una fiesta en la hacienda de un gran propietario local, degustando la carne de terneras recién sacrificadas y en un jolgorio animado con la ingesta de whisky importado.
Bonito papel de líder hago yo, ironizó Chávez. Si mientras ataco al latifundio en un discurso mis compañeros de revolución están reunidos con los latifundistas tomando whisky. No señor. Esta es una revolución verdadera y aquí no estamos para disfrutar del poder sino para trabajar día y noche por el pueblo, agregó.
Chávez pidió que cada gobernador chavista elegido el domingo se convierta desde el lunes en el jefe de la lucha contra el latifundio, y les dio instrucciones precisas.
Según el presidente, el gobernador o alcalde revolucionario debe llamar uno a uno a los latifundistas y ofrecerle un trato: quédese con las tierras que en realidad trabaje y entregue el resto para repartirlas a campesinos y cooperativas. Si no lo hace, ese mismo día debe introducir una demanda ante los tribunales.
Venezuela aprobó a fines de 2001 la llamada Ley de Tierras para acabar con la gran propiedad improductiva, lo que detonó el movimiento opositor al mandatario, liderado por empresarios, que lo depuso por casi 48 horas en abril de 2002.
La Ley prohibe las invasiones de tierras y regula el procedimiento de expropiación por razones de utilidad pública, previo un inventario nacional de tierras y una calificación de su rentabilidad, un proceso que todavía está en pañales.
Si el gobierno quiere entregar tierras puede empezar por los millones de hectáreas que están en manos del Estado, señaló el líder del gremio de ganaderos, José Luis Betancourt.
Eduardo Manuitt, gobernador chavista del estado de Guárico, en las llanuras del centro del país, dijo que el proceso de lucha contra el latifundio improductivo debe adelantarse y profundizarse, pero con un detenido estudio de cada realidad local.
En el centro y sur de Venezuela hay grandes propiedades rurales, de 80.000 hectáreas o más, que destinan a la producción sólo una parte de sus terrenos, pero contienen bosques de galería y otras áreas inexplotables sin afectar reservas de fauna y flora.
El analista opositor Teodoro Petkoff sostuvo que el discurso de Chávez contra el latifundio no es más que retórica, pues entre 1961 y mediados de los años 70 se adelantó una reforma agraria, que, con todas sus deficiencias, entregó unos tres millones de hectáreas a 250.000 familias campesinas y le partió el espinazo al latifundismo.
Quien oye a Chávez podría imaginar que Venezuela es todavía un país semifeudal, de señores de la tierra y siervos de la gleba. Pero eso que pinta tiene poco que ver con la realidad. El 86 por ciento de la población es urbana y apenas 14 por ciento es rural.
Las relaciones de propiedad y producción propias del latifundismo constituyen un fenómeno más bien marginal, dijo Petkoff, ex comunista y ex ministro de Planificación.
Pero Chávez ha utilizado el latifundismo para insistir en la necesidad de que hagamos producir más la tierra y tengamos alimentos para combatir el hambre y favorecer el desarrollo endógeno. No es posible que un país con tanta tierra importe millones de toneladas de carne, leche y caraotas (frijoles negros), insistió.
Chávez también pidió que los nuevos gobernadores, en la fase de profundización de la revolución bolivariana, que ordenó activar desde el lunes, llamen también a los empresarios que han cerrado fábricas y comercios para conminarles a que reabran operaciones o entreguen sus propiedades para transferirlas a cooperativas.
Una fábrica cerrada deja trabajadores sin empleo y eso son decenas de niños sin sustento. No podemos permitirlo, remarcó el mandatario.
Al redondear sus discursos, Chávez insistió en que sencillamente tenemos que profundizar la revolución contra el capitalismo, porque con ese sistema nunca llegaremos a ser la pequeña gran potencia que puede ser Venezuela, sino con un modelo económico de desarrollo endógeno, cooperativista y humanista.