La creciente presencia de las mujeres en variados puestos de trabajo en América Latina tiene como contrapartida el aumento de la violencia doméstica y la resistencia de los hombres a asumir más tareas del hogar, según expertos de la región reunidos en la capital chilena.
Datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) indican que la tasa de actividad femenina en la región subió de 37,9 por ciento de las mujeres en edad laboral (15 a 60 años) en 1990 a 49,7 por ciento en 2002 y en las zonas urbanas fue aún mayor ese crecimiento al pasar en el mismo lapso de 39,5 a 50,9 por ciento.
En 2002, el 25,5 por ciento de las familias nucleares biparentales del quintil más pobre tenían más de un aportante económico al hogar, en tanto en el quintil más rico esa cifra ascendía a 65,5 por ciento.
Las transformaciones que experimentan las familias latinoamericanas deben estudiarse a fondo para orientar mejor las políticas sociales de cada país, se manifestó en el seminario Familia y vida privada: Transformaciones, tensiones, resistencias y nuevos sentidos, llevado a cabo los dos últimos días de septiembre en la sede de Cepal en Santiago.
Gran parte de los debates del foro, organizado por el Centro de Estudios para el Desarrollo de la Mujer y la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), se centraron en las consecuencias que conlleva el trabajo asalariado femenino, considerado por todos los participantes como una de las transformaciones más sobresalientes de los últimos tiempos.
En el encuentro patrocinado por el gubernamental Servicio Nacional de la Mujer, la Universidad de Chile, la Fundación de la Familia y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, se presentaron estudios y encuestas sobre distintas realidades de América Latina y el Caribe.
Una de esas presentaciones correspondió a la socióloga mexicana Orlandina de Oliveira, quien dio a conocer una encuesta sobre dinámica familiar realizada en las dos ciudades con mayor desarrollo urbano de su país, como son la nororiental Monterrey y el Distrito Federal de Ciudad de México
En la investigación concluimos que la participación del varón sigue siendo muy baja en lo que nosotros llamamos trabajo reproductivo, que es el cuidado de los niños y las labores al interior del hogar, dijo De Oliveira a IPS, en somera síntesis de lo informado en el seminario auspiciado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo y el Fondo de Población del foro mundial.
A similares conclusiones se llegó en tres estudios efectuados en Chile por Flacso. El investigador Jorge Olavarría sostuvo que en el espacio de lo doméstico los cambios en la división de géneros del trabajo son mínimos y que los hombres chilenos sólo ayudan en las tareas que les gusta realizar.
De Oliveira aseguró que la inserción laboral femenina tiene un impacto paradójico en las relaciones de pareja. Si bien la mujer que trabaja tiene mayor poder en la toma de decisiones, es a la vez más vulnerable a la violencia doméstica, apuntó.
Cada país tiene sus propias características y dinámicas, pero se ha detectado en varios países del mundo, que cuando el varón siente amenazada su autoridad en el hogar y su papel de proveedor principal, puede generar situaciones de mayor violencia, aseveró la experta mexicana.
Por su parte, la subdirectora del Instituto de la Comunicación e Imagen de la Universidad de Chile, María Loreto Rebolledo, quien expuso sobre el impacto que tuvo en las familias el exilio provocado por el golpe militar de 1973, señaló que en este país hay políticas públicas contradictorias.
Por un lado, se estimula a las mujeres para que se incorporen al mundo del trabajo y, por otro, el Estado no resuelve los problemas derivados de este hecho, comentó a IPS esta antropóloga y periodista.
Como no ha habido redistribución de las tareas domésticas ni intervención fuerte del Estado, en términos de alivianar ciertas cargas como el cuidado de los hijos y de los ancianos, generalmente la mujer debe realizar doble jornada, añadió Rebolledo.
A esto se suman los extenuantes horarios de trabajo y los largos trayectos de transporte urbano, situaciones que inciden en la mala calidad de vida de todos los integrantes de la familia y que son extensibles a otros países de la región.
Asimismo, los asistentes al encuentro advirtieron la necesidad de estudiar con detenimiento la heterogeneidad de situaciones familiares que hoy coexisten.
Por lo general, el diseño de políticas públicas de bienestar tiene implícito un modelo de familia (nuclear) que no necesariamente es representativo de la mayoría de la población, dijo a IPS la investigadora argentina Elizabeth Jelin.
También la educación fue insistentemente interpelada como factor de cambio.
Aquellos jóvenes que inician su vida marital y tienen hijos a muy temprana edad, reproducen los patrones más tradicionales de relación de pareja. En este contexto, la escolaridad es muy importante para no continuar con esta dinámica, concluyó De Oliveira.
En el contexto general del seminario, Irma Arraigada, socióloga de Cepal, revisó las tendencias observadas al interior de las familias latinoamericanas en la última década. Destacó, en primer lugar, el paulatino descenso de la fecundidad en la región.
En los extremos se encuentran Guatemala, con una tasa global de fecundidad estimada para 2000-2005 de 4,6 hijos por mujer en edad fértil, y Cuba, con una tasa de 1,55.
La consecuencia más evidente de este fenómeno es la disminución del tamaño de los hogares. Uruguay es el que registra el menor número con 3,2 personas por hogar en 1999 y Honduras se sitúa en el límite opuesto con 4,8 personas.
También se observa una caía en la mortalidad, un aumento de la esperanza de vida, la disminución de la cantidad de matrimonios, retraso en la primera unión y en la llegada del primer hijo y una mayor cantidad de divorcios.
De igual forma, las estadísticas muestran el incremento de los hogares monoparentales mayoritariamente de jefatura femenina, un descenso de los hogares donde conviven varias generaciones, crecimiento de las familias integradas por adultos y una mayor cantidad de jóvenes viviendo solos.
Todo estos procesos demográficos se han desarrollado en un contexto de crecimiento económico insuficiente, aumento de la exclusión social, desregulación del mercado del trabajo y nuevas formas laborales, explicó Arriagada en su intervención.
A pesar de lo anterior, la coordinadora del área de Estudios de Género de Flacso, Teresa Valdés, señaló a IPS que es muy difícil generalizar en estos temas, dado que América Latina es muy heterogénea.
Hay muchas diferencias según sector socioeconómico, clase social, área urbana o rural, raíces étnicas, etcétera. A nivel demográfico se ven ciertos indicadores, pero los números no reflejan necesariamente los sentidos, indicó la socióloga chilena. Por esta razón se requiere seguir investigando, subrayó.
Arriagada indicó que algunos países de la región con mayor desarrollo social, como Argentina, Chile y Uruguay, dan indicios de que entre sectores sociales con más educación y mayores ingresos se están difundiendo patrones de conducta sexual, nupcial y reproductiva ampliamente extendidos en los países desarrollados.