Los presagios de fracaso latinoamericano en la tarea de estabilizar y pacificar a Haití tienden a predominar sobre el optimismo, en un escenario que compromete el protagonismo internacional de la región, y en particular de Brasil y de Chile.
El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula de Silva, enviará en los próximos días a Puerto Príncipe a su asesor sobre política internacional, Marco Aurelio García, con una misión que se vislumbra imposible: hacer dialogar a las facciones político-militares haitianas y abrir paso a la ansiada estabilidad.
El rebrote de la violencia en el país caribeño luego del devastador paso del huracán Jeanne en septiembre volvió prácticamente a fojas cero el trabajo de estabilización que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) emprendió por encargo del Consejo de Seguridad tras el polémico derrocamiento del presidente Jean-Bertrand Aristide, el 29 de febrero.
El actual gobierno haitiano, encabezado por el presidente de la Corte Suprema, Boniface Alexandre, y con Gérard Latortue como primer ministro, promete elecciones para 2005, pero hasta ahora ha sido incapaz de estabilizar la situación.
Brasil comanda la fuerza de 3.500 cascos azules de la ONU, y le aporta el mayor contingente de un país, con 1.200 soldados. En América Latina, también contribuyeron con tropas Chile, Argentina y Uruguay.
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Otros países participantes son Francia, Sri Lanka, España, Marruecos e incluso China, con 125 policías.
El canciller brasileño Celso Amorim reiteró en las últimas semanas a los gobiernos de Estados Unidos y Francia que es preciso completar el contingente de 6.500 efectivos previsto por la ONU para controlar a los grupos armados que han vuelto a actuar en Haití desde fines de septiembre, con un saldo de por lo menos 60 muertos.
La Misión de la ONU de Estabilización de Haití, que dirige el ex embajador y ex canciller chileno Juan Gabriel Valdés como enviado personal del secretario general del foro mundial, Kofi Annan, depende también de que las grandes potencias hagan efectiva la contribución de 1.000 millones de dólares que se considera necesaria para recuperar la economía haitiana en los próximos dos años.
Brasil y Chile son los actuales representantes latinoamericanos entre los miembros no permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, y en tal condición se involucraron como cabeza de puente de la región en la crisis de Haití, en una apuesta por ahora de incierto desenlace.
Argemiro Procopio, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad de Brasilia, dijo a IPS que Haití puede ser el primer fracaso en la política externa de Lula, ya que la situación tiende a agravarse y ahora no hay salida.
Según Procopio, Brasil pretendía elevar su prestigio internacional aprovechando la proximidad de Haití y Estados Unidos, y supuso que la pacificación sería fácil e incluso envió a su selección de fútbol a jugar un partido de exhibición en Haití en agosto, para ganar popularidad entre la población haitiana.
Para el académico hubo un error de evaluación, que llevó al gobierno brasileño a apostar al éxito militar en lugar de acentuar la ayuda para el desarrollo, lo cual sería coherente con la bandera de Lula de hambre cero en el mundo.
"No se combate con armas lo que debe ser combatido con pan, expresó.
Procopio descartó que Brasil se haya involucrado en Haití para conseguir un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU.
Estados Unidos no quiere ampliar el Consejo ahora que hegemoniza un mundo unipolar, y tampoco lo quiere Europa, ya representada por tres miembros permanentes (Gran Bretaña, Francia y Rusia), aseveró.
Creo que se puede diluir la posibilidad de (éxito en) una operación latinoamericana conjunta de paz, y eso es grave, señaló a IPS el analista Walter Sánchez, académico del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile.
Sánchez apuntó que tampoco en Colombia ha existido capacidad para una acción conjunta de América Latina, que resuelva los problemas de violencia en ese país, lo cual resta autoridad a la región para oponerse a que otros intervengan.
Los gobiernos comprometidos con la misión pacificadora en Haití deben contar con el apoyo de sus parlamentos para la asignación de recursos, y a la vez, como es el caso del presidente de Chile, Ricardo Lagos, dar explicaciones a la opinión pública de sus países para que esta gestión sea sostenible en el tiempo, añadió el experto universitario.
El senador Ricardo Núñez, portavoz para temas internacionales del cogobernante Partido Socialista de Chile, es en cambio optimista. Yo creo que no vamos a fracasar en Haití, aunque van a ser difíciles las misiones, tanto de carácter militar como político, dijo a IPS.
Creo que América Latina, con Brasil y Chile entre otros países, está en condiciones de dar una orientación distinta al proceso de restablecimiento de la normalidad y la paz en Haití. Los que han fracasado son los países europeos y Estados Unidos, que en el pasado trataron de buscar un proceso de mayor normalidad y nunca lo encontraron, sostuvo.
Núñez aclaró que el éxito no será inmediato, sino a mediano y largo plazo, una vez que se alcancen ciertas condiciones básicas, como gestar un efectivo desarrollo que cree una base económica más dinámica y generadora de empleo, ya que a su juicio no basta con atacar solo la extrema pobreza que agobia a dos tercios de los ocho millones de haitianos.
Pero las perspectivas económicas son también críticas. En agosto, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) de la ONU pronosticó para el año fiscal octubre 2003-septiembre 2004 una contracción de la economía haitiana de dos a cinco por ciento.
En declaraciones por correo electrónico a IPS, el jefe de la sección desarrollo económico de la subsede de Cepal en México, José Octavio Martínez, señaló que las inundaciones causadas por el huracán Jeanne dejaron un impacto recesivo considerable en la agricultura, que aporta 25 por ciento del producto interno bruto (PIB) haitiano.
Antes de los desastres, el Fondo Monetario Internacional preveía para el año fiscal 2004-2005 una recuperación del PIB en torno a tres por ciento, siempre y cuando se produjese la reanudación de los flujos financieros externos, estimados en 426 millones de dólares.
Ante la nueva situación, las expectativas de crecimiento se reducen sustancialmente, acotó Martínez, tras apuntar que los requerimientos inmediatos de ayuda humanitaria de Haití ascienden a 32 millones de dólares, y recordar el llamado de Annan a que la comunidad internacional apoye de forma sostenida y a largo plazo al país caribeño.
Núñez opinó que la tendencia a despilfarrar los recursos de la cooperación internacional es una característica de Haití, y que ese país requiere para su gobernabilidad algo que nunca ha tenido hasta ahora: un sistema sólido de partidos.
Para Sánchez, se necesita una acción sostenida y de largo plazo, porque no es fácil restaurar, no sólo las confianzas sino también las capacidades de un crecimiento mínimo en un país como Haití, que tiene una historia bastante fallida desde el punto de vista político, económico y social.
Ricardo Seitenfuns, profesor de la Universidad Federal de Santa María, al sur de Brasil, sentenció que la crisis de Haití no se trata de pobreza absoluta, ni de acción de organizaciones paralelas vinculadas al tráfico de drogas y otros crímenes, ni tampoco de creciente violencia urbana o de escasa presencia del Estado. Se trata de la simple ausencia del Estado.
Seitenfuns viajó a Haití como experto enviado por el gobierno de Lula, y escribió en el diario Folha de Sao Paulo que las críticas al envío de fuerzas militares a ese país revelan profunda ignorancia, ya que el pueblo indefenso cuenta únicamente con la protección de tropas extranjeras.
* Con aportes de Mario Osava (Brasil)