– Tabaré Vázquez era en 1989 un médico y dirigente deportivo de cierta fama en Uruguay. Ahora es el líder político más votado en la historia del país, tras cambiar la cara de la heterogénea alianza de izquierda que lidera.
Vázquez se convirtió este domingo en el primer líder de franca raíz marxista que alcanza en las urnas la presidencia de un país latinoamericano, desde que Salvador Allende lo hiciera en Chile en 1970.
ôQueridas uruguayas, queridos uruguayos, festejen, festejen, que la victoria es de ustedes, dijo sonriente Vázquez en el balcón del Hotel Presidente a una multitud que desde horas de la tarde se fue formando en el centro de Montevideo.
Su triunfo, con al menos 51 por ciento de los votos, también consagra a una izquierda que en 1971 abrió una senda de alianzas con la fundación del Frente Amplio, coalición cuyo caudal electoral no dejó de aumentar desde entonces.
Vázquez alentó en los años 90 el viraje de la coalición hacia la moderación de su discurso y su programa.
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Hoy, esta coalición de ex guerrilleros, socialdemócratas, socialistas, comunistas, democristianos, nacionalistas, liberales e independientes superó en votos al conjunto de los partidos más antiguos de América Latina, el Colorado y el Nacional, nacidos en 1836.
En 1989, cuando ganó en las urnas el gobierno de la ciudad de Montevideo, la izquierda uruguaya encontró en Vázquez la tabla sobre la cual flotar a la espera de que acabara la tormenta ideológica desatada por el colapso de la Unión Soviética.
De impecable jopo que no alcanza a cubrir una pequeña calva, Vázquez no alza la voz ni siquiera en una discusión dura, y tampoco pierde la elegancia, ya sea de saco y corbata, en atuendo informal o de guardapolvo.
Suele pronunciar sus discursos caminando sobre el estrado con el micrófono en la mano, en el tono de un profesor amable, o del médico al diagnosticar una enfermedad de la que se puede sobrevivir con el tratamiento adecuado.
Además, combina propuestas de grandes soluciones con otras de paliativos concretos, como la atención odontológica a los niños y la psicológica a los padres de los sectores más empobrecidos.
Rara vez devuelve los ataques de sus rivales, a los que suele minimizar con sonrisas y evasivas.
Los colaboradores de Vázquez afirman que se trata de un líder inflexible luego de definir un rumbo tras un proceso de consultas.
Tabaré apuesta al trabajo colectivo. En los temas muy especializados escucha a los expertos, dijo a IPS el senador Danilo Astori, designado para encabezar el Ministerio de Economía.
Sin embargo, tiene capacidad de decisión personal. Decide con claridad: no vacila ni duda, agregó Astori, quien en varias ocasiones desafió el liderazgo del presidente electo.
A pesar de su fuerte liderazgo, es improbable que Uruguay adopte una reforma constitucional reeleccionista como las aprobadas en el Brasil de Fernando Henrique Cardoso (1995-2003) y en la Argentina de Carlos Menem (1989-1999).
Ni en reuniones ni en charlas privadas con Vázquez he escuchado que se manejara esta posibilidad, dijo a IPS el democristiano Héctor Lescano, presidente de la comisión que elaboró el programa de la coalición.
La tradición política de la izquierda es contraria a la reelección, y, conociendo al líder, no creo que esté en su naturaleza. Aunque nadie puede descartar absolutamente esa opción, sostuvo Lescano.
La imagen de Vázquez no está libre de claroscuros. Publicó en un periódico columnas que, según una profesora, eran plagio de la obra de un sociólogo estadounidense.
En 1995, según informó el semanario izquierdista Brecha, recomendó al estatal Instituto de Oncología de forma indebida, pero no ilegal, la compra de un programa informático que sólo vendía una empresa propiedad de un hijo suyo.
Por otra parte, a contrapelo de la mayoría de los sectores del Frente Amplio (y de la población, según las encuestas), Vázquez rechaza la despenalización del aborto.
Pero consultado por IPS en una conferencia con la prensa extranjera, el presidente electo indicó que eso debería resolverse con una consulta popular lo más amplia posible, y posiblemente con un referéndum.
El presidente electo de Uruguay está casado con María Auxiliadora Delgado, católica practicante, y tiene cuatro hijos, uno de ellos adoptado.
Vázquez, que pertenece al Partido Socialista, nunca renegó de su origen marxista y ha elogiado en público al guerrillero argentino-cubano Ernesto Che Guevara y a Raúl Sendic, fallecido líder de la guerrilla uruguaya tupamara, activa en los años 60 e inicios de los 70.
Esas referencias se han vuelto cada vez más raras. Hoy, postula la prolijidad fiscal y el equilibrio macroeconómico, aunque con énfasis en la redistribución de la riqueza.
La figura de Vázquez está llena de matices y hasta de contradicciones. Parece sintetizar el conflicto interno del personaje literario indígena del que sus padres extrajeron su nombre de pila, Tabaré (solitario, en lengua tupí), título del extenso poema publicado en 1886.
En esa obra de Juan Zorrilla de San Martín, la española Blanca es raptada por el charrúa Caracé y engendra a Tabaré, que tiene rasgos aborígenes pero ojos celestes. Muere luchando contra charrúas y españoles por el amor de una mujer blanca.
El protagonista de Tabaré, conocido por todos los uruguayos desde la escuela, expone el choque entre civilización y barbarie, entre el legado de la conquista europea y la búsqueda de identidad nacional de los criollos, tema de moda en el arte latinoamericano del siglo XIX.
De modo similar, Vázquez buscó apoyo, según las circunstancias, en la izquierda radical y en la más moderada. También combina la academia y el consultorio con aficiones populares como el fútbol, la caza, la pesca y los campamentos en parajes inhóspitos..
Salpicó sus 15 años de liderazgo con amenazas nunca consumadas de renuncia a la candidatura presidencial cuando sectores del Frente Amplio cuestionaban sus posiciones. Siempre salió fortalecido de estas pujas.
Tabaré Vázquez nació en 1940 en el barrio obrero de La Teja, en Montevideo. Su padre era dirigente sindical de la empresa pública refinadora de combustibles ANCAP. Se afilió en los años 60 al Partido Socialista, entonces marxista-leninista, pero se define como católico.
Siendo estudiante de medicina, realizó una intensa actividad de asistencia social en La Teja, donde instaló un centro médico gratuito y fundó el club Arbolito. En los años 70, estudió oncología en el Instituto Gustav Rousy, de París. Es autor de más de 150 estudios de su especialidad.
Hoy es socio de una de las principales clínicas de cáncer de Uruguay, y asegura que no abandonará la medicina aun siendo presidente, pues le permite estar en contacto con la gente.
Ya era conocido como oncólogo en las postrimerías de la última dictadura militar (1973-1985) cuando le tocó presidir el pequeño club Progreso, a cuyo equipo de fútbol condujo al campeonato de primera división en 1984.
En 1988, el club Peñarol, el más poderoso del país, se negó a que presidiera la Asociación Uruguaya de Fútbol, porque el entonces presidente de Uruguay, Julio María Sanguinetti (también dirigente futbolístico) argumentó que eso sería como darle la Intendencia (alcaldía) de Montevideo al Frente Amplio, dijeron a IPS fuentes deportivas.
Esa frase fue profética. Al año siguiente, con el triunfo de Vázquez en la capital, la izquierda uruguaya logró por primera vez una responsabilidad ejecutiva. Ningún partido amenaza hoy la hegemonía del Frente Amplio.
Al frente de Montevideo, que alberga a 45 por ciento de la población del país, Vázquez se volvió una opción atractiva para votantes nacionalistas y colorados, pese a las fuertes críticas que le dispararon desde la cúpula de esos partidos.
Como alcalde, Tabaré Vázquez entabló entre 1990 y 1994 un buen vínculo con el presidente Luis Alberto Lacalle, del ala conservadora del Partido Nacional, con el empresariado y con organismos multilaterales de crédito como el Banco Interamericano de Desarrollo.
Al mismo tiempo, implementó proyectos populares, como la rebaja del pasaje del transporte urbano mediante un subsidio y una importante ampliación del sistema de saneamiento.
Una vez designado candidato a presidente por el Frente Amplio en 1994, prometió una revolución que haría temblar hasta las raíces de los árboles. Poco después, postuló una revolución cautelosa. Y, aclaró entonces, su programa no tenía ni siquiera añoranzas socialistas.
Ese año, la izquierda obtuvo votos de sectores de bajo ingreso que solían apoyar a los partidos tradicionales, pero perdió las elecciones con el colorado Sanguinetti por apenas dos puntos porcentuales.
Para cerrarle el paso al previsible triunfo del Frente Amplio en 1999, Sanguinetti impulsó una reforma constitucional que incluía el balotaje.
Así, Vázquez se convirtió en 1999 en el candidato a presidente más votado de la historia uruguaya. Pero duró sólo un mes en ese puesto: sumando los votos de los blancos, el colorado Jorge Batlle ganó en la segunda vuelta con 54 por ciento de los sufragios.
La candidatura de Vázquez dio un nuevo salto con la crisis económica de 2002. El peso uruguayo se fue a pique, se agravó la pobreza y el desempleo. Muchos uruguayos consideraron entonces que un cambio en el signo del gobierno era, más que posible, necesario.
Vázquez resumió en su última campaña la biblioteca de consignas que el Frente Amplio entonó en los años 70, 80 y 90 a una sola palabra que reflejó el reclamo de los empobrecidos por la crisis: Cambiemos.
A partir de ahora deberá dar respuesta a la expectativa que este triunfo despierta entre aquellos que esperan ser beneficiados por esos cambios.