Casi tres años después del colapso de Argentina y que millones de depositantes sufrieran la retención de su dinero en los bancos, el temor queda atrás y el ahorro vuelve al circuito financiero. Empero, esas entidades se mantienen aún renuentes a la hora de otorgar préstamos.
Datos del Banco Central indican que la cantidad de depósitos bancarios en pesos argentinos superó en agosto el nivel registrado antes del colapso de diciembre de 2001, cuando el entonces presidente Fernando de la Rúa (1999-2001) y su ministro de Economía, Domingo Cavallo, decidieron frenar la salida de depósitos mediante el llamado corralito.
Los depósitos en las casas financieras pasaron de 2000 a fines de 2001 de 73.135 millones de pesos a 59.593 millones, equivalentes entonces a la misma cantidad en dólares por la ley de Convertibilidad.
Pero en 2003 comenzó una lenta recuperación hasta llegar en agosto de este año a los 76.222 millones de pesos depositados, que ahora equivalen a unos 25.000 millones dólares como consecuencia de la depreciación que sufrió la moneda argentina tras derogarse en enero de 2002 la ley que mantuvo la cotización uno a uno por más de 10 años.
En cambio, todavía los bancos son reacios a abrir el crédito a los argentinos. Si en 2000 el total de dinero prestado era de 62.760 millones de pesos, después de la crisis de diciembre de 2001 cayó a 50.824 y luego a 35.154, hasta llegar a su piso de 30.880 millones el año pasado. Sólo en agosto subieron a 35.693 millones.
Para el presidente de la Asociación de Bancos de Argentina, Mario Vicens, la confianza anterior a la crisis no se recuperó del todo, pero se ha avanzado enormemente y mucho más de lo esperado, gracia a la estabilidad financiera y monetaria que comenzó a registrarse a fines de 2002.
Vicens, que representa a los bancos privados extranjeros responsables de 38 por ciento del sector, explicó a IPS que tras la crisis cayeron los depósitos y se retrajo completamente el crédito. Pero en 2003 comenzaron a recuperarse las colocaciones y este año también el crédito, aunque muy lentamente.
A su vez, un ex banquero que prefirió el anonimato señaló a IPS que el sistema bancario tiene actualmente excedente para prestar, pero las condiciones son más exigentes para los tomadores de crédito, lo cual hace que esa operativa no crezca aún al mismo ritmo que los depósitos.
El polémico corralito, que restringió sorpresivamente a comienzos de diciembre de 2001 la extracción de dinero en efectivo de las cajas de ahorro y de los plazos fijos, asestó el golpe de gracia al ya deteriorado sistema bancario que venía perdiendo depósitos desde por lo menos ocho meses en una fuga de capitales ambientada en la recesión y al creciente endeudamiento externo.
En pocos días la crisis financiera se aceleró, la falta de circulante agudizó la recesión en las calles y se desató una ola de protestas sociales, incluidos saqueos a comercios, que derivó en la renuncia de Cavallo el 19 de ese mes y al día siguiente de De la Rúa, cuando sólo había gobernado la mitad de su periodo de cuatro años.
A comienzos de enero de 2002, el presidente interino Eduardo Duhalde, designado por el parlamento para completar el mandato de De la Rúa, impulsó la derogación de la ley de Convertibilidad y dejó el tipo de cambio librado al mercado, con lo cual se complicó aún más el retiro de depósitos.
Hasta ese momento muchos argentinos tenían depósitos en dólares así como tomaban préstamos en esa misma moneda, confiados en que la Convertibilidad permanecería por largo plazo, como había prometido su mentor Cavallo, en su primera gestión como ministro de Economía del entonces gobierno de Carlos Menem (1989-1999).
Pero el gobierno interino de Duhalde, que precedió a la actual administración de Néstor Kirchner, no sólo devaluó la moneda sino que ordenó a los bancos devolver depósitos a plazo fijo contabilizando cada dólar colocado a 1,40 pesos, la cotización fijada de modo oficial para movimientos como los de ese tipo.
En cambio, para los tomadores de crédito endeudados en dólares y con salarios en pesos, el gobierno dispuso que fueran pagados a la cotización previa a la depreciación, cuando cada peso equivalía a un dólar. Ante ello los bancos protestaron y lograron una compensación por esa diferencia entre depósitos y préstamos.
Los ahorristas que no se resignaban a perder la diferencia entre lo que el banco estaba dispuesto a devolverles y la cotización de mercado del dólar que llegó casi a cuatro pesos en 2002 para luego retroceder a tres pesos— presentaron recursos de amparo ante la justicia y algunos consiguieron recuperar el valor real de sus colocaciones, mientras otros aún esperan.
Mientras, las casas bancarias se redujeron de 106 a 91 al igual que la cantidad de sucursales, que pasaron de 4.212 a 3.862. Con ello cayó 16 por ciento el personal ocupado hasta 2001.
La banca extranjera, que antes de la crisis era la más confiable para los ahorristas, defraudó a muchos clientes al demostrar que las filiales operaban como empresas independientes en el país, sin ningún apoyo financiero de sus casas matrices.
En cambio, los bancos estatales argentinos crecieron en la confianza del público y con ello el número de depositantes desde la crisis. Actualmente, de los cinco bancos que concentran el mayor número de depósitos, tres son del Estado.
En tanto, los (potenciales) clientes de los bancos se mantienen entre la desconfianza y la prudencia. Casi nadie se arriesga a confiar plenamente.
Yo nunca más dejo mi dinero en un banco, no quiero ni colocarla en una caja de seguridad, prefiero esconderla en el lugar más insólito, dijo a IPS Carlos Moritán, un pequeño empresario que todavía espera un fallo judicial para recuperar sus 40.000 dólares en billetes estadounidenses.
Otros, que no se vieron afectados en esos montos, también quedaron heridos por la crisis. Si tuviera ahorros no los pondría en un banco, sino que buscaría una alternativa de invertir por ejemplo en acciones, declaró a IPS Patricia Hoogen, empleada administrativa.
No tengo confianza en que no vuelva a ocurrir una cosa así, que retengan los depósitos y no los devuelvan. Lo que sí creo es que no sucederá en el corto plazo, confió Hoogen, aludiendo a la actual estabilidad monetaria y a la recuperación del crecimiento económico.
Otra ahorrista, la abogada Ana Rielo, dijo que, aun cuando el corralito no la sorprendió con el dinero en el banco, su confianza en las entidades sigue siendo muy baja. No soy una militante antibancos, pero preferiría tener el dinero en una caja de seguridad, reconoció.
En cambio, Fabián Waldman, diseñador gráfico, consideró la opción intermedia. No descartaría poner algún en cuentas a la vista en un banco, pero la mayoría de los ahorros, que serían para el futuro, los tendría en dólares y en cajas de seguridad, comentó el profesional.