Los grandes grupos económicos que en varias latitudes del planeta controlan los principales medios de comunicación social, de manera suave y gradual, comienzan a cumplir el viejo sueño de toda dictadura, con la ventaja de no ser directamente acusados de atentar contra la libertad de información.
El panorama internacional de la concentración de los medios informativos, según todos los estudios de que se dispone, tiene tendencia a agravarse.
La Comisión Federal de Comunicaciones (CFC), el organismo que regula el sector en Estados Unidos, acabó en junio de este año con las pocas restricciones impuestas y gran parte de las emisoras de televisión de todo el país pertenecen a las empresas ABC, CBS, NBC y Fox.
En Francia, el Observatorio de los Medios calificó el 18 de junio como un día triste para la independencia de la información, ya que ese día la Unión Europea (UE) autorizó al fabricante de armas Serge Dassault a controlar 70 publicaciones, entre las cuales se cuentan Le Figaro, L'Express y un tercio de la prensa regional.
En tanto que en Alemania e Italia sólo dos grandes grupos controlan alrededor de 80 por ciento de los medios televisivos, radiales y de prensa escrita, según datos del Observatorio Mundial de la Prensa.
Portugal, un pequeño país de economía modesta respecto de sus pares de la UE, se ha convertido en un paradigma de esta situación, preocupante para los periodistas y comentadores, que sienten la presión de los editores, cautelosos guardianes de los intereses que emanan de la promiscua relación entre la información, la política y los negocios.
La dimisión a comienzos de este mes del más celebre analista portugués, Marcelo Rebelo de Sousa, a su programa dominical en la Televisión Independiente (TVI), supuestamente debido a presiones del gobierno sobre Media Capital, causó un terremoto político que hasta podría provocar elecciones anticipadas.
Media Capital es uno de los cuatro grandes grupos que controlan los medios informativos en este país.
El ministro de Asuntos Parlamentarios, Rui Gomes da Silva, calificó el día 3 de inaceptables las criticas del analista, a quién tildó de mentiroso y lleno de odio.
Dos días más tarde, João Páes do Amaral, presidente del consejo de administración de Media Capital, pidió moderación a Rebelo de Sousa. Su respuesta, fue la dimisión, que causó una profunda consternación a todos los niveles de la sociedad.
Es que en el caso de Rebelo de Sousa, no se trata de un simple analista. Profesor universitario de vasto prestigio, sus comentarios fueron pan de cada día mediático desde 1973, un año antes del derrocamiento de la dictadura corporativista por los capitanes izquierdistas del ejército portugués, dando inicio a su carrera política en el grupo que sería el germen del mayor partido de la derecha lusitana.
En pleno régimen corporativista, le fue posible hacer oír su voz gracias a la relación de su padre, el ex gobernador general de la entonces colonia de Mozambique, Baltasar Rebelo de Sousa, con el dictador Marcelo Caetano, de quién recibió el nombre por ser su padrino de bautismo.
Entre 1996 y 1999, presidió el Partido Socialdemócrata (PSD, conservador pese a su nombre), convirtiéndose en el último líder de la llamada derecha tradicional, cediendo el paso al actual presidente designado de la Comisión de la UE, José Manuel Durão Barroso, el ex maoísta que logró construir una alianza con el Centro Democrático Social (CDS), presidido por el ultra nacionalista Paulo Portas.
Pese a su militancia, Rebelo de Sousa no perdonó al gobierno de Durão Barroso (marzo de 2002 a julio de 2004), haber formado un gobierno con el partido ubicado al extremo de la derecha lusitana, cuyo líder inclusive no esconde su orgullo sobre los cinco siglos de pasado colonizador y evangelizador de Portugal.
El programa de Rebelo de Sousa alcanzó los más altos niveles de audiencia jamás logrados en Portugal, superando hasta las más celebres teleseries brasileñas, pasando a ser referido como la misa del domingo del profesor Marcelo, donde repartía críticas a diestra y siniestra, contra gobierno y oposición.
Los gobiernos del socialista de Antonio Guterres (1995-2002) y del conservador de Durão Barroso respondían a sus críticas, pero las aceptaban en el marco del juego democrático encuadrado en la libertad de expresión y de opinión.
Sin embargo, al asumir el populista Santana Lopes en reemplazo de Durão Barroso, el CDS ganó mayor fuerza en el gobierno y las criticas del profesor fueron subiendo de tono, llegando al punto de calificar a Portas de imitador del estilo más primario y oscurantista de (Jean-Marie) Le Pen, el líder de la extrema derecha xenófoba francesa.
Ante la renuncia de Rebelo de Sousa, el propio presidente de Portugal, el socialista Jorge Sampaio, saltó a la primera plana de la palestra, citando al comentarista a su despacho y declarando lacónicamente, en una clara alusión al régimen de O Estado Novo (1926-1974), que en este país la censura debe ser eliminada completa y definitivamente.
Los más duros en las críticas al gobierno no han sido sólo los partidos de oposición, sino también los más destacados dirigentes de la llamada derecha culta del PSD, que han fustigado a Santana Lopes por lo que el ex primer ministro Anibal Cavaco e Silva (1983-1995) y el eurodiputado José Pacheco Pereira señalaron de inaceptable censura al profesor.
A su voces se unieron ex ministros fuertes del ejecutivo de Durão Barroso, tales como José Marques Mendes, de Asuntos Parlamentarios, y Teresa Patricio Gouveia, de Relaciones Exteriores.
Según la analista Aurea Sampaio, ya nadie duda de que el gobierno tenía un plan de control de la comunicación social, sólo que el caso Marcelo tornó esas intenciones más evidentes. Santana Lopes y Portas piensan que los periodistas sienten una hostilidad especial contra ellos y quieren imponer un viraje a la derecha de los medios, apuntó.
En efecto, Portas ha dicho en varias ocasiones que la mayoría de los periodistas son de izquierda y tanto él como Santana Lopes jamás han escondido su intención de cambiar este panorama, con la idea de obligar a un conjunto de medios radiales, televisivo y escritos a imponer una línea editorial más afín al poder actual.
El caso más evidente fue la destitución de Henrique Granadeiros, de la presidencia del consejo de administración del grupo Lusomundo, controlado por la estatal Portugal Telecom, un economista que no interfería en las decisiones editoriales.
En su lugar, el primer ministro nombró a Luís Delgado, un columnista que nadie toma en serio en Portugal, al destacarse por sus posturas de extrema derecha en el ámbito nacional y que casi cotidianamente escribe crónicas elogiando al presidente estadounidense George W. Bush y ridiculizando al candidato demócrata John Kerry hasta en términos físicos.
El motivo de la presión a Rebelo de Sousa por parte de Paes do Amaral, según interpretan todos los analistas portugueses sin excepción, sería precisamente el deseo de Media Capital de comprar Lusomundo si el gobierno decide privatizarla, separándola del control de Portugal Telecom.
Al comentar la salida del profesor de la TVI, el escritor Jacinto Lucas Pires ironizó que fue a esto a lo que llegamos: un nivel de 'berlusconización´en versión portuguesa, en alusión a la propiedad de medios privados y del control estatal de los medios por parte del presidente del Consejo de Ministro de Italia, Silvio Berlusconi. (