La posibilidad de que la ONU aplique sanciones económicas a Irán y Sudán pone a China en la incómoda situación de optar entre proteger sus inversiones petroleras en el exterior o preservar su imagen internacional.
Beijing no quiere perder sus negocios en esos dos países, sus principales proveedores de petróleo, pero tampoco desea ser visto por la comunidad internacional como una potencia que sólo se mueve por intereses económicos y que no cumple con su papel de garante de la paz mundial.
Las sanciones contra Irán y Sudán afectarían severamente el abastecimiento chino de petróleo, clave para mantener el actual crecimiento económico.
El mes pasado, China apenas pudo frustrar una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU (Organización de las Naciones Unidas) que amenazaba con bloquear las exportaciones de petróleo de Sudán.
El foro mundial instó a Jartum a detener las atrocidades cometidas en la occidental zona de Darfur, donde milicias árabes al parecer apoyadas por el gobierno aterrorizan a la población civil.
Unas 70.000 personas han muerto por el conflicto, según la ONU.
El Consejo de Seguridad se comprometió a analizar la situación en esa zona sudanesa todos los meses, y por lo tanto podría tomar acciones en el corto plazo.
Por su parte, la Unión Europea también amenazó con sancionar a ese país nororiental africano luego de que una delegación del bloque, liderada por el canciller holandés Bernard Bot, visitara Jartum este mes.
El embajador chino ante la ONU, Wang Guangya, aseguró que Beijing vetaría cualquier resolución que impusiera sanciones petroleras a Sudán.
Pero es muy posible que China quede aislada en esta postura, pues los continuos informes sobre Darfur advierten que la situación humanitaria se agrava.
China está en el limbo en este tema. Rusia y Pakistán están muy lejos (de su postura). Beijing no puede bloquear una solución a una grave crisis humanitaria que podría ser calificada de genocidio, indicó un diplomático occidental en Beijing.
Otros creen que si China se ve obligada a elegir entre proteger sus inversiones petroleras y preservar su imagen internacional, optará por esto último.
Sin embargo, no será nada fácil. Para mantener su motor económico a alta velocidad, Beijing necesita mantener y aun incrementar su abastecimiento de petróleo. Cualquier interrupción pondría en riesgo el crecimiento, con graves consecuencias no sólo para el país sino también para sus socios comerciales e inversores.
Los últimos cortes de energía en varias fábricas chinas confirmaron la necesidad de adquirir más petróleo. Por eso, Sudán es una pieza clave en el tablero chino.
En los últimos cinco años, Beijing desarrolló varios campos petroleros, instaló oleoductos, creó una refinería y construyó un puerto en ese país africano. Por lejos, Sudán representa la más grande inversión china en el exterior, por un total de 3.000 millones de dólares.
Se supone que Sudán posee los recursos petroleros no explotados más grandes de Africa, incluso mayores a los del Golfo de Guinea.
La producción sudanesa alcanzará los 500.000 barriles diarios de 159 litros en 2005, pero analistas aseguran que esto representa sólo 15 por ciento de las reservas totales de ese país.
Por otra parte, se estima que las importaciones de petróleo de China aumentarán 35 por ciento este año. Un fracaso de las inversiones chinas en Sudán frustraría el proyecto de Beijing de convertirse en un jugador clave en el mercado internacional del crudo.
Pero otra vital fuente de recursos petroleros para China también podría ser bloqueada si la ONU impone sanciones a Irán.
La Agencia Internacional de Energía Atómica, tras el envío de una delegación de expertos a Teherán, evaluará en noviembre si ese país está incumpliendo el Tratado de No Proliferación Nuclear y si el caso debería ser llevado al Consejo de Seguridad de la ONU para que considere una sanción.
Irán es el proveedor de 13,6 por ciento de las importaciones petroleras de China.
La Corporación Química y Petrolera China (Sinopec), en sociedad con la multinacional Shell, tiene una serie de negocios en ese país de Asia central.
China hace todo lo posible para negar que su creciente demanda de petróleo sea una de las causas del incremento de los precios internacionales del crudo.
El gobierno chino anunció esta semana que reducirá drásticamente sus importaciones a 25 por ciento del consumo total del país para 2020.
Pero economistas calculan que, de continuar la actual tendencia, las compras petroleras de Beijing aumentarán 50 por ciento para entonces.
La Administración de Información sobre Energía de Estados Unidos proyectó que, para 2020, China tendrá que importar dos terceras partes del petróleo que necesita para satisfacer su demanda interna.
Mientras, un reciente informe de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos presentó conclusiones poco favorables para la imagen internacional de Beijing.
El estudio de la CIA señala que China fue uno de los países que incumplió las sanciones aprobadas por la ONU contra Iraq en los años 90, y que trastocó lo establecido en el programa petróleo por alimentos, por el que el gobierno del ahora depuesto presidente Saddam Hussein podía vender crudo para adquirir alimentos para la población.
Si Sudán e Irán son sancionados por el Consejo de Seguridad de la ONU, China tendrá que buscar otras fuentes de abastecimiento, lo que sería difícil sobre todo considerando las demoras en varios proyectos.
El presidente ruso Vladimir Putin, en una visita a Beijing este mes, dejó en claro que la idea de construir un oleoducto desde Siberia a China podría no materializarse jamás.
Moscú parece más interesado en instalar otro que exporte crudo a Japón. (