BRASIL: La soja avanza hacia la Amazonia

La soja, que despierta la ira de los ambientalistas por la arrolladora expansión de sus variedades transgénicas, suma una nueva acusación: presionar los bosques amazónicos brasileños.

Aunque los cultivos de esa oleaginosa no sustituyen directamente áreas boscosas de la Amazonia, su expansión en zonas cercanas a ellas elevan el precio de la tierra y ”empujan” a otras actividades menos rentables que avanzan sobre los bosques, como la ganadería, explicó Roberto Smeraldi, coordinador de la organización no gubernamental (ONG) Amigos de la Tierra-Amazonia Brasileña.

Además, el cultivo de la soja, actualmente el principal producto de exportación brasileño, avanza acompañado por la creación de infraestructura para transporte, que es un gran vector de deforestación.

La Amazonia pierde cada año 25.000 kilómetros cuadrados de bosques.

La soja entró a Brasil en los años 60 por el extremo sur de país, donde el clima es más cercano al de China, su país de origen.

Luego marchó hacia el norte, adaptándose al clima tropical gracias a variedades desarrolladas por la estatal Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria (Embrapa, acrónimo de su nombre en portugués), un conjunto de 40 centros especializados que tuvo papel decisivo en el desarrollo agrícola del país en las tres últimas décadas.

Las ONG denuncian la expansión del cultivo de soja en el área de transición entre el Cerrado y los bosques amazónicos, cuya deforestación afecta gravemente el clima y la biodiversidad de los dos biomas.

Hay un ”crecimiento explosivo” de soja en algunos puntos de la Amazonia como la región de Santarém, al oeste del norteño estado de Pará, aseguró Ane Alencar, investigadora del Instituto de Investigación Ambiental de la Amazonia.

Santarém, rodeada de bosques secundarios, está en áreas taladas hace tres siglos, cerca de un puerto exportador de soja, y es un ”bolsón de sequía” con topografía ideal para la mecanización, apuntó.

El área sembrada aún es pequeña, cerca de 30.000 hectáreas el año pasado, pero se prevé sumar otras 20.000 este año, ”avanzando sobre bosques nativos”, y ”no sabemos qué impacto tendrá el monocultivo en el ecosistema”, advirtió Alencar.

Amigos de la Tierra señala otras ocho áreas de expansión dentro de la Amazonia o en sus fronteras, en general en áreas de sabana, pero que amenazan bosques.

Además, la exportación de soja valorizó la carretera entre Cuiabá, capital de Mato Groso, y Santarém, y eso estimuló la apropiación ilegal de tierras públicas, taladas para afirmar la posesión, con expulsión de pobladores.

Sin embargo, Homero Pereira, presidente de la Federación de Agricultura del estado centro occidental de Mato Grosso, niega que la soja cause daños..

Y va más allá: afirma que quienes la producen son ”los mayores ambientalistas” y hacen ”conservación en la práctica”, porque la oleaginosa crece en áreas antes deforestadas o de pastizales degradados, y fija el nitrógeno del aire, fertilizando la tierra.

Además, casi todos los productores practican la ”siembra directa”, sin remover la tierra, una técnica desarrollada en Brasil que reduce la erosión y retiene humedad. La soja ”no es monocultivo” porque se alterna con algodón, maíz y arroz, alegó Pereira.

El estado de Mato Grosso, en cuyo norte empiezan los bosques amazónicos, es hoy el mayor productor de soja en Brasil. Cosechó 15 millones de toneladas este año, 30 por ciento del total nacional. Hace 10 años producía solo cinco millones de toneladas.

Desde los años 80, el cultivo de soja se expande además de forma acelerada en el ”Cerrado”, la sabana con árboles bajos que ocupa una extensa área central de Brasil y algunas ”islas” en la Amazonia.

Debido a sus tierras poco fértiles y ácidas, tardó en convertirse en una próspera frontera agrícola.

Hoy es una apreciada zona, pues su perfil productivo cambió gracias a la aplicación de fertilizantes. El Cerrado ofrece la ventaja de tener ”periodos bien definidos de lluvia” y una topografía que permite la mecanización, explicó a Tierramérica Paulo Roberto Galerani, investigador del centro de Embrapa dedicado a la soja, con sede en Londrina, una ciudad del meridional estado de Paraná.

La ”vocación del Cerrado” y el clima favorable permiten a todo el Mato Grosso cosechar ”de 3.100 a 3.200 kilogramos de soja por hectárea”, una productividad superior al promedio nacional de 2.500 kilogramos, observó el presidente de la Federación de Agricultura.

El cultivo ocupa hoy cinco millones de hectáreas y esa área puede duplicarse ”sólo recuperando pastizales degradados”, de modo que no es necesario avanzar sobre la Amazonia, ”donde la soja no prospera” debido al ”suelo débil” y el exceso de humedad, sostuvo la fuente.

Geraldo Eugenio de França, superintendente de Investigación y Desarrollo de EMBRAPA, sostuvo que el país que puede usar racionalmente sus 60 millones de hectáreas en degradación, duplicando su área sembrada.

Así sería posible doblar la producción de alimentos, fibras y otros productos agrícolas, sin deforestar la Amazonia, aseguró.

Embrapa es ”el brazo del desarrollo sustentable”, añadió, y rechazó tanto el ”agronegocio desmesurado” como ”el ambientalismo radical”.

* Publicado originalmente el 9 de octubre por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.

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