La dimisión del ex presidente de China Jiang Zemin al influyente cargo de comandante en jefe de las Fuerzas Armadas no supondrá un cambio drástico en la agenda del gobernante Partido Comunista.
Ahora el presidente Hu Jintao asume pleno control de China, como jefe de Estado, del Partido y de las fuerzas armadas.
Pero los que esperan un giro pronunciado en la política de Beijing bajo el liderazgo del reformista Hu están equivocados. El presidente dejó en claro en los últimos días que irá muy despacio.
Al dejar el domingo su último puesto oficial como presidente de la Comisión Central Militar, Jiang, de 78 años, cerró el relevo generacional iniciado hace dos años, cuando Hu fue elegido como su sucesor en la presidencia del Partido y del país.
Jiang era el presidente de China desde 1993, y el máximo jefe militar del país desde 1990.
Hu, de 61 años, ahora tiene el campo libre para impulsar una agenda de reformas políticas que, según versiones que circulan dentro del Partido, habría sido obstaculizada por Jiang.
Gracias a su control sobre los militares, Jiang llevó adelante una política de línea dura hacia Taiwan y Hong Kong, mientras Hu proponía en política exterior la teoría del ascenso pacífico de China.
Diplomáticos en Beijing señalan que Hu tiene en mente una serie de reformas del sistema político chino y un plan para mejorar la imagen internacional del país.
El equipo de Hu tiene una idea mucho más clara de cómo se deben introducir medidas democráticas y reformas políticas, señaló un portavoz diplomático.
Sin embargo, podría ser que este cambio de guardia es apenas una estrategia política para crear la impresión ante el mundo de que el Partido Comunista está en un proceso de transformaciones.
En sus primeras declaraciones tras asumir el cargo militar, Hu no hizo ninguna mención a su supuesto interés en aplicar reformas profundas. Por el contrario, subrayó su compromiso para preservar el monopolio del Partido.
Exhortó, sí, a los miembros del Partido a adaptarse a los tiempos que corren con el fin de mantener el poder.
Un comunicado divulgado esta semana por el gobierno Chino subrayó que el Partido mantendrá una relación de carne y sangre con el pueblo y que acabará con todo tipo de corrupción para sobrevivir a los desafíos del siglo XXI.
El Partido debe construirse a sí mismo a través de reformas, aumentando su creatividad y reafirmando su poder, señala el documento.
En un discurso el miércoles con motivo de los 50 años de la Asamblea Nacional Popular (órgano legislativo), Hu fue explícito al anunciar que no procurará un sistema pluripartidista y criticó la democracia occidental.
El presidente hizo su discurso un día antes del inicio del cuarto plenario del Comité Central del Partido Comunista.
En los meses previos al plenario, la policía reforzó los controles sobre la red mundial de computadoras Internet y detuvo a las personas que divulgaron a través de ese medio proclamas pidiendo reformas democráticas.
También detuvo a 36.000 potenciales manifestantes.
Las autoridades de China han rechazado siempre este tipo de reclamos. En los años 80 hubo un tímido período de liberalización, que terminó abruptamente en 1989 con la sangrienta represión de estudiantes en la plaza de Tiananmen.
El 1 de julio de 2003, cuando se celebraba un nuevo aniversario del Partido Comunista, muchos esperaban que Hu anunciara en su discurso una serie de reformas, como la aplicación de principios de democracia intrapartidaria.
Pero, según trascendió luego, desistió de hacerlo tras las objeciones presentadas por los miembros más veteranos del Partido y por el propio Jiang.
La dimisión de Jiang le permite a Hu reafirmar su autoridad sobre asuntos clave, aunque todavía está por verse cuánto espacio tendrá para maniobrar.
El énfasis dado en el plenario a la necesidad de fortalecer el Partido revela el consenso entre los líderes comunistas sobre la importancia de modernizarse, pero con cautela.
El colapso de la Unión Soviética y la dramática experiencia de otros partidos comunistas en Europa oriental dejan lecciones duras y obligan a los dirigentes chinos a considerar una transformación.
La promesa de mantener una relación de carne y sangre con el pueblo revela que Beijing se da cuenta de que el colapso del Partido Comunista de la Unión Soviética se debió a su falta de contacto con las masas.
Al hacer de la gobernanza del partido un asunto público, el plenario envió un mensaje estimulante, demostrando que los dirigentes admiten las dificultades y están dispuestos a cambiar para adaptarse a los tiempos, señaló el periódico oficialista China Daily en un editorial la semana pasada.
El Partido Comunista no considera a la democracia occidental como modelo, pero reconoce que tiene que adaptarse a los cambios, dijo el analista Huang Zongliang, de la Escuela de Estudios Internacionales de la Universidad de Beijing.
Si no mejoramos nuestra capacidad de gobierno, correremos el riesgo de perder el poder y el Partido se verá en la ruina, explicó a IPS.