CAMBIO CLIMATICO: De vuelta en Kyoto

La decisión rusa de ratificar el Protocolo de Kyoto sobre cambio climático (firmado en 1997) está destinada a provocar una enorme transformación en las economías industriales del mundo rico.

También constituye un avance crucial, a largo plazo, hacia la mitigación del cambio climático, la razón por la cual fue firmado en la ciudad japonesa de Kyoto siete años atrás.

Este instrumento —que entrará en vigor cuando el parlamento ruso apruebe el proyecto de ratificación despachado este jueves por el Kremlin— establece reducciones obligatorias de las emisiones de sustancias que recalientan la atmósfera (conocidas como gases de efecto invernadero) para los países industriales.

El Protocolo fue seguido por los acuerdos de Marrakesh, que establecieron en 2001 los mecanismos detallados para su puesta en marcha.

El Protocolo de Kyoto nació a partir de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático de 1994, y por la voluntad de sus 188 países partes de actuar contra el recalentamiento global (desatado por actividades humanas) y la consecuente modificación global del clima.

Así, Kyoto se convirtió en la palanca de la Convención, estableciendo compromisos obligatorios de reducción de gases industriales y del transporte.

Pero todavía no es una ley internacional. Para serlo requiere la ratificación de 55 países (industriales) partes de la Convención, que sumen al menos 55 por ciento de las emisiones globales de gases invernadero, según los volúmenes de 1990.

Los principales gases invernadero son el dióxido de carbono y el metano, producto sobre todo de la combustión de petróleo, gas y carbón..

A los efectos del Protocolo de Kyoto, los países industriales son aquellos listados en el Anexo I de la Convención, incluidos Estados Unidos, Rusia, Japón, el bloque de la Unión Europea y Australia.

Estados Unidos repudió el Protocolo en 2001 y retiró su firma. Su ausencia, como la de otros importantes contaminantes (Australia y Rusia) ha determinado hasta ahora la parálisis, pues no se logra llegar a 55 por ciento de las emisiones para volver el tratado obligatorio.

Esta barrera será superada una vez se sume Rusia, responsable de 17 por ciento de la producción de gases.

La diferencia central será para los países partes de la Convención, que se verán atados a cumplir las metas de reducción, y no meramente a adoptar medidas voluntarias.

El Protocolo será ley ”sólo para aquellos que lo hayan firmado, y la consecuencia clara será que deberán mostrar que están reduciendo las emisiones”, dijo a IPS Catherine Pearce, de la red ambientalista Amigos de la Tierra Internacional.

La mera existencia de un instrumento obligatorio fortalecerá la causa de la reducción de contaminantes incluso entre las naciones que no lo han firmado.

”Actuará en un plano político amplio. Es una sutil pero poderosa medida. Una vez en vigor, Kyoto expondrá dónde nos encontramos en el contexto internacional. Es sólo un primer paso, pero una vez dado nos pondrá en el camino de alcanzar metas más estrictas”, dijo Pearce.

La ratificación rusa (que se estima será a fines de este año) pondrá más presión a los que miran de afuera, como Estados Unidos y Australia, pues ”deberán afrontar costos económicos más allá de lo imaginable por el cambio climático y sus consecuencias ambientales”, estimó la activista.

Esto no necesariamente convierte a Australia y Estados Unidos en los malos de la película. ”Muchos estados de Estados Unidos están tomando medidas en sus ámbitos de gobierno para reducir las emisiones de la industria y el transporte”, dijo Pearce.

Una vez que Kyoto se vuelva ley, los países parte deberán adoptar políticas de fomento, además de reducir la contaminación. Esto incluye la creación de un fondo de adaptación para minimizar el impacto de las emisiones globales en los países en desarrollo, los más afectados por el cambio climático, según varios estudios.

Los gobiernos tendrán que establecer medidas para contabilizar, informar y revisar emisiones por sectores y en el plano nacional. Se deberá crear un comité internacional sobre cumplimientos, que pondere y maneje los casos problemáticos.

La reducción de emisiones deberá vigilarse y ”patrullarse”, en lugar de ser exhibida como una buena acción.

Y aún quedan los países en desarrollo (incluyendo a los gigantes China e India), no alcanzados por las metas de reducción del Protocolo de Kyoto.

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