A muchos participantes del Foro Social Mundial, en general militantes de izquierda, sorprendería conocer que su principal impulsor es un empresario brasileño, quien se declara crítico del libre comercio.
Oded Grajew llama la atención también por algunas opiniones. Rechaza todas las expresiones de la liberalización del intercambio de bienes y servicios, como los acuerdos entre países o bloques con ese fin o la misma Organización Mundial de Comercio.
El comercio tiene que ser ”socialmente responsable”, por lo tanto no puede ser ”libre”, todas las relaciones económicas deben de ser ”balizadas por la responsabilidad”, respetar el ambiente, los derechos de los consumidores y de las mujeres, explicó a un grupo de corresponsales en Río de Janeiro, poco antes de viajar el viernes 3 a una reunión empresarial en Holanda.
En consecuencia Grajew defiende la inclusión de cláusulas sociales y ambientales en el comercio internacional, contraponiéndose a la posición oficial de Brasil y de muchos países en desarrollo que temen la utilización de tales criterios como nuevas barreras proteccionistas en el mundo industrializado.
Si se aplican correctamente esas cláusulas, ellas no serán un factor de proteccionismo, sino de mayor responsabilidad social, sostiene. Es que se puede definir reglas que castiguen a las empresas exportadoras que violen derechos laborales o leyes de protección ambiental y ”no el país o al sector”, explicó.
Además, la idea no es penalizar ”sino transformar”, hacer que la empresa pase a cumplir sus deberes, fijándole por ejemplo un plazo para ajustarse, acotó.
Grajew, que fue, durante casi todo el año pasado, asesor especial del presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, para impulsar varios programas sociales, como el plan ”Hambre Cero”, y promover el diálogo entre gobierno y sector empresarial.
Ahora dejó el cargo para volver a su actuación múltiple, como presidente del Instituto Ethos, una organización no gubernamental creada en 1998 para movilizar y orientar las empresas en una gestión socialmente responsable.
El Instituto ya cuenta con 887 firmas asociadas, que responden por 30 por ciento del producto interno bruto del país y emplean a más de un millón de personas. Las empresas mantienen la organización con sus contribuciones y asumen una carta de principios.
Herramientas de gestión, indicadores de responsabilidad social, cursos y otras actividades hacen parte de las iniciativas con que el Instituto busca ”crear un ambiente” y mecanismos favorables para que las empresas asuman conductas correctas, explicó Grajew.
No es solo por ética, el compromiso tiene mucho de pragmatismo, porque ”abre camino al éxito” en el mundo actual, en que la imagen de una empresa constituye un capital imprescindible, ante crecientes las exigencias de los consumidores, aclaró.
En su evaluación, el empresariado brasileño cambió mucho últimamente, aunque muchos siguen aprovechan su poder económico y político de forma irresponsable. El proceso de cambios se debe a la percepción del valor que tiene la responsabilidad incluso en el mercado.
Puso como ejemplo a una empresa brasileña de cosméticos, Natura, que es respetada por sus criterios socioambientales en la producción y en el comercio, y cuyas acciones recientemente puestas a venta en la Bolsa de Sao Paulo registran sorprendente valorización.
Grajew, a los 60 años de edad, acumula muchas ”creaciones” de importante influencia nacional e internacional. En 1987 fundó con un grupo de jóvenes empresarios el llamado Pensamiento Nacional de las Bases Empresariales, que contribuyó al cambio de mentalidad del empresariado brasileño.
Como industrial de juguetes llevó la Asociación Brasileña de Fabricantes de Juguetes (Abrinq) a asumir la defensa de los derechos de la niñez.
En 1990 creó la Fundación Abrinq, que congrega a 2.500 empresas amigas de la infancia, beneficia millones de niños y protagoniza la lucha contra el trabajo infantil.
Fundó luego el Instituto Ethos y fue suya la idea de articular la sociedad civil en el Foro Social Mundial (FSM), para contraponerse al Foro Económico Mundial, que anualmente reúne grandes empresarios y banqueros en Davos, Suiza.
El FSM se inauguró en enero de 2001 en la meridional ciudad brasileña de Porto Alegre, se repite cada año e impulsó además una amplia movilización por ”otro mundo posible” en foros regionales, nacionales, locales, temáticos y étnicos.
Grajew, quien nació en Tel-Aviv y emigró a Brasil con su familia cuando tenía 12 años, se graduó en ingeniería eléctrica, pero luego se convirtió en empresario al crear con amigos la Grow Juegos y Juguetes.
Como activista social se enorgullece del papel de articulador que tienen él y su Instituto Ethos. Entre sus hazañas están varias alianzas, acuerdos y acciones conjuntas entre empresas, movimientos sociales y organizaciones no gubernamentales (ONG).
La Federación de Bancos brasileña financia parte del proyecto de 700 ONG de construir un millón de cisternas para recoger agua de las lluvias y poder solucionar así el problema de agua potable para los campesinos pobres de la zona semiárida del nordeste, la región más pobre de Brasil.
El triunfo más reciente de este activista social y hombre de negocios, del mes pasado, fue conseguir que empresas siderúrgicas de los norteños estados de Maranhao y Pará firmaran, con organismos gubernamentales, judiciales y sociales, el compromiso de abolir el trabajo en condiciones de esclavitud en su cadena productiva, especialmente en las carbonerías.


